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Korn: El desgarro de la adolescencia y la adultez contemporánea

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Para algunas personas empezar a escuchar la música propia fue uno de nuestros primeros gestos de liberación. Antes, la música que ponían los adultos en su mayoría no definía particularmente la identidad de ninguno de nosotros, sino que era “eso que sonaba de fondo”, el acompañamiento de algún evento familiar, el jingle de un comercial o el opening de los dibujos animados que daban en la tele. Durante fines de los 90 y principios de los 2000 empezar a escuchar la música propia, encontrarla en la radio, pedirla prestada, grabarla en un cassette o en los incipientes quemadores de CD, era comenzar a identificarse con ella, sentirse parte de algo distinto del lugar en que uno había sido formado y, quizás por primera vez, formarse uno mismo esa cosa inefable a la que la gente llama el “yo”. En muchos casos, nuestra generación encontró una vía de liberación en el nü-metal. Ahí había un movimiento más personal y más estético que ideológico.

Éramos chicos, veníamos entrando a la adolescencia, algunos ya la estábamos padeciendo y en la radio sonaba fuerte Linkin Park, System Of A Down y Limp Bizkit. Y también estaba Korn. Los Korn. Aquí había algo mucho más subjetivo que el resto y mucho más doloroso tras las voces histriónicas que tenían en común con el resto de esas bandas. La voz de Jonathan Davis sonaba como un desgarro que retrataba las esperanzas perdidas de la infancia. El conjunto de Fieldy, Head, Munky y Silveria era poderoso y aplastante en el contexto de la crianza en una generación post-dictatorial que carecía de la comprensión del mundo adulto. Y la vida de Davis era icónica en este sentido, era la expresión plástica de un momento histórico: el frontman atormentado, abusado sexualmente de niño e ignorado por un mundo adulto demasiado incompetente emocionalmente como para tomarlo en serio, o demasiado ocupado en el programa nocturno de la TV que hacía salir de las casas un destello negriazul sombrío que iluminaba las calles. El cantante, así, se paraba frente a su audiencia a expresar su rabia mediante una puesta en escena explosiva, mediante canciones abiertamente pegajosas y coreables, sin escatimar en insultos.

La historia de Korn nos habla desde la nostalgia, porque expresa de manera efusiva eso que cargamos en nuestras historias vitales; habla de nuestra propia existencia. Los Korn nunca han llevado ese nivel de experimentación que tiene Deftones (omitiendo los trabajos de Chino Moreno en Crosses y Palms), ni tampoco al compromiso ético y político de los proyectos de Serj Tankian. Más bien han sabido, con el tiempo, ser la banda sonora de una forma de expresión muy característica: el lenguaje de Korn es la catarsis nostálgica.

La portada de su último disco, “The Serenity Of Suffering”, es un recordatorio de nuestros pasados y un llamado de atención a nuestro presente. Los ahora veinteañeros y treintones que escuchamos el “Issues” (1999) con la psiquis dañada, nos encontramos siendo adultos en una sociedad normalizadora a la que hemos tenido que amoldarnos cada vez más. En la portada el niño camina a un parque de diversiones llevando un muñeco maltrecho a rastras, mirándonos y casi diciéndonos: “acuérdate”. El desgarro de la adolescencia que nos hacía brotar por los poros la energía de Korn hoy en día es el desgarro de la adultez contemporánea. Y tal como nombra el disco, es el de un sufrimiento que ya no está en medio de la tormenta, sino el de un sufrimiento sereno. Esa liberación que se sintió al hacerse el propio camino cuando escuchamos nuestra propia música, nos damos cuenta, sólo era una más de las formas de existir en la sociedad de masas. El niño de la portada del disco somos todos y todas, enfrentados a los márgenes de normalidad por los que hemos tenido que cambiarnos a nosotros mismos y, tal vez, falsificarnos a nosotros mismos, pero ¿quién sabe realmente eso?

Korn se presentará en Chile el próximo 27 de abril y traen bajo el brazo su duodécimo álbum de estudio. Tras el retorno de un irremplazable “Head” a sus filas, escuchamos a un Korn energizado con las fuerzas del pasado con un disco que, tras su lanzamiento, pegó en los primeros puestos de Billboard, llegando a un Caupolicán que los espera para escuchar lo que mejor saben desarrollar: un sonido efervescente, energía y catarsis; conectar con una inquietud personal que la banda ha sabido encarnar y que hoy en día sigue sintiéndose patente.

Por Diego Márquez

2 Comments

2 Comments

  1. Jonathan

    13-Mar-2017 at 3:20 pm

    Me encantan estas reseñas así.

    “El niño de la portada del disco somos todos y todas, enfrentados a los márgenes de normalidad por los que hemos tenido que cambiarnos a nosotros mismos y, tal vez, falsificarnos a nosotros mismos…”

    Yo tengo depresión desde muy pequeño, desde que tengo memoria que me invade una tristeza absoluta, nunca he encajado completamente en este mundo pero eso ya no es tema para mi. Al final uno aprende a vivir con esto. Tendencia depresiva.
    Para mi el significado de este álbum tiene que ver con eso. A acostumbrarse al sufrimiento, al dolor, al caos emocional…
    Supongo que todos los que han tenido depresión entienden lo que quiero decir y lo que significa este álbum. Aquí no caben multiples interpretaciones. Jonathan Davis es certero.

    De hecho, su trabajo vocal en este álbum refleja a la perfección el significado de “The Serenity Of Suffering” o sea, no podría haberlo hecho mejor.

  2. Bell

    14-Mar-2017 at 2:09 pm

    Un aplauso por esta descripcion exacta de korn!!! El 25 de abril estaran en argentina,lo cual ya tengo mi entrada. HAY KORN PARA RATO lml

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Héroes no sólo por un día

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Héroes no sólo por un día

Pese a que su origen y concepto es otro, la canción “Heroes” de David Bowie dice que podemos ser héroes sólo por un día, pero también que lo podríamos ser por los siglos de los siglos. El domingo 19 de diciembre en Chile no sólo se decide quién será el próximo presidente, sino que están en juego los derechos y la dignidad de una gran parte de nuestra sociedad con la amenaza que representa uno de los candidatos.

El resultado de la elección es tan incierto, que, tal como lo indicábamos hace unas semanas en nuestra columna “Contra La Amenaza Fascista”, el riesgo de perder derechos fundamentales está a la vuelta de la esquina, además del inminente apagón cultural y un sistema de control totalitario al no darle cabida a la pluralidad, en caso de que la opción de ultraderecha resulte electa. Y, habitualmente, los seres humanos no somos conscientes de este tipo de peligros hasta que ya estamos lamentando las consecuencias.

Este texto no es un llamado a quienes van por la opción 2 para que reevalúen su voto porque sería extremadamente inútil. No hay argumento que se pueda esgrimir, por mucho fundamento que contenga, para hacerlos entrar en razón. Esto va dirigido a un grupo específico no menor que puede guiar la historia de esta decisión: las personas jóvenes que no creen en la política y que tienen derecho a sufragio.

Quienes alcanzamos la edad para tener derecho a voto a fines de los 90, recordamos vívidamente aquella etapa de floreciente juventud, donde afirmábamos que daba lo mismo participar en elecciones porque todo iba a seguir igual y que dichos procesos en realidad no servían para nada. Pese a que estábamos equivocados, de alguna manera el quehacer de la política y su nulo impacto –con el objetivo de mantener el statu quo– nos daba en parte la razón, sin embargo, con el tiempo nos fuimos dando cuenta de que todo es política, y cada dirección que nuestras vidas toman está supeditada a las decisiones de quienes nos gobiernan y le dan forma al tipo de sociedad en el que tenemos que desempeñarnos.

En base a lo anterior, en esta semana crucial hacemos un llamado a aquellos que no han participado de estos procesos, a los desencantados con justa razón, a quienes piensan que no marcan diferencia por ser sólo uno entre tantos, a que voten en esta segunda vuelta por la opción 1, Gabriel Boric. El poder que ustedes tienen juntos es el que realmente puede decidir las vías de cambio que la sociedad chilena necesita; si no quieren mantener el statu quo, no sean el statu quo.

Si gana la ultraderecha, ¿para qué fue toda la demostración de hastío que se expresó hace más de dos años? ¿Creen realmente que el candidato republicano se preocupará de sus vidas y velará por generar los cambios que necesita para mejorarla? A esta última interrogante la respuesta es un rotundo no. En el programa de Gabriel Boric hay una real intención de mejorar la vida del ciudadano común, y si no se cree en lo que está escrito en papel, al menos está la seguridad de que tiene el corazón en el lado correcto y una evidente empatía. Quizás van a sentir que en realidad no hicieron mucho yendo a votar, pero les aseguro que las personas que ustedes serán en el futuro mirarán hacia atrás y se sentirán orgullosas de que fueron héroes por los siglos de los siglos y no sólo por un día.

Diseño portada por Rodolfo Jofré

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