El escenario Monster comenzaba a cerrar sus actividades con una banda que, a pesar de los infaltables detractores, ha logrado ganarse un espacio entre la escena musical. Los liderados por Dexter Holland venían a entregar un show que no se enfocaría en algún trabajo discográfico, muy por el contrario, se avocarían a presentar cada uno de sus hits, llevando su set al nivel de festival masivo y, por consecuencia, recibiendo una respuesta más que generosa por parte del público. Su última visita ocurrió en 2013, generando un éxito total en venta de tickets, por lo que un regreso era cosa de tiempo. Apelando a su masividad, los californianos hicieron cantar a todos por igual, incluso a quienes no iban a disfrutar de su show, precisamente.
Bastó que Dexter diera inicio a “You’re Gonna Go Far, Kid” para que el público enloqueciera, en lo que fue un mar de fanáticos coreando cada una de las palabras que Holland interpretaba. La banda llegaba a RockOut Fest con un catálogo repleto de clásicos, de esos que pueden hacer cantar a todo un festival, tal como ocurrió en esta ocasión. “All I Want” arremete de la nada para generar el tan esperado mosh pit en varios sectores del Estadio Santa Laura, inclusive en el público que esperaba a Rammstein en el otro escenario.
Es destacable cómo el frontman no pierde calidad vocal, interpretando de manera casi impecable las canciones del cuarteto; por su parte, Pete Parada hace un trabajo potente en la batería y se complementa de manera muy correcta con Greg K., cuyo bajo fue protagonista en más de una ocasión. Noodles y su guitarra iniciaron “The Noose“, para poner en evidencia una de las cosas fundamentales para los californianos: la variedad de su setlist, intercalando temas de toda su discografía. Si bien, su último trabajo es “Days Go By” (2012), la banda ya no se encuentra en la promoción de aquel álbum, el mismo que los llevó a explorar sonidos más cercanos al pop, por lo que probablemente fue esa la razón que ninguna canción de este LP estuvo presente en el show.
Dexter y Noodles saludaron al público, agradeciendo por estar presentes y entregándoles “Coming For You“, con Parada en la batería marcando un ritmo impecable en cada momento. “Original Prankster” hizo bailar y saltar a gran parte de la galería y tribunas, mientras que “What Happened To You?” trajo el lado más ska de la banda, generando una fiesta para todo el estadio. El riff inicial de “Staring At The Sun” desató un grito general, coreando toda la acelerada canción, donde demostraron su destreza punk en el estilo tan particular que los hizo famosos durante los años 90. Lo coreable de las canciones se demostró en muchas otras oportunidades, tales como en “Bad Habit“, “Gotta Get Away” y en especial “Hit That“, cuyo coro fue gritado a viva voz por los devotos fanáticos. Entrando en la recta final, la banda desplegó clásicos como “Why Don’t You Get A Job?” y “Americana“, además de “Want You Bad“, una de las grandes favoritas, que fue cantada como si se volviera a tener quince. “Pretty Fly (For A White Guy)“, cerró la presentación junto a “The Kids Aren’t Alright” y “Self Esteem“, siendo los últimos vestigios del karaoke masivo que desató la banda durante toda su presentación.
La juventud eterna de un catálogo que evoca recuerdos a quien lo escucha, es algo que pocos pueden lograr. The Offspring prácticamente se echó a un público al bolsillo, logrando que sus canciones fueran coreadas por cada uno de los presentes y generando participación en su show incluso en los sectores más alejados. El cuarteto cumplió, estando a la altura de unos headliners y apelando a una relación cada vez más estrecha con el público local; una fanaticada devota que alentó incansablemente a The Offspring en esta nueva batalla santiaguina.
Pasó más de una década para que The Mars Volta regresara a nuestro país, y pese a que tenían nuevo material bajo el brazo, el proyecto a cargo de Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala se presentó ante su fiel fanaticada en el Movistar Arena con una impronta distinta al típico tour de promoción, muy por el contrario, centraron sus esfuerzos en una celebración a su obra y a la carismática sinergia que elaboran en el escenario, dando espacio para que una lluvia de melodías se deslizaran como conjuros desde sus instrumentos hacia la audiencia. Todo ese ritual, evidentemente, estuvo antecedido por un acto local que esta vez corrió a cargo de Miguel Conejeros y su proyecto F600, quien amenizó la jornada con distintas mezclas y una electrónica de tintes eclécticos y mucha sustancia, recibida respetuosamente por los asistentes que llegaron más temprano.
Ya entrada la hora del plato estelar, la agrupación salió a escena con unos minutos de retraso pero con una intensidad marcada desde el primer acorde. De entrada es evidente que la banda ya no es la misma, pero no por tener una formación diferente, sino más bien por la forma en que la dupla de Cedric y Omar se desenvuelven en el escenario como dos fuerzas imparables, y en ciertas lógicas completamente opuestas. Mientras la ceremonia entra en tierra derecha con “Vicarious Atonement”, ambos músicos entran en un diálogo que es sostenido por una banda que, de manera impecable, se concentran en sacar el mayor provecho posible para hacer brillar a las dos piezas centrales de esta maquinaria sonora.
La fuerza creativa del dúo está más desatada que nunca y, aunque esos elementos comunes que se encuentran en todos sus proyectos siguen inevitablemente ahí, la mejor forma en que la banda comprueba su identidad es en demostrar su inigualable manera de interpretar. Es así como composiciones gigantes de la talla de “L’Via L’Viaquez”, “Cicatriz ESP” o “The Widow”, encuentran su espacio dentro del setlist de manera excepcional, así como también pese a ser parte de distintos discos logran desencadenar una secuencia precisa con cada movimiento.
Esa capacidad anteriormente mencionada también encuentra atisbos de modernidad con canciones como “Shore Story”, por ejemplo, que se presenta como una composición que perfectamente puede sonar en una radioemisora junto a artistas de música más alternativa. Sin mayores tapujos, es como también puede sonar una exploración más arriesgada con “Drunkship Of Lanterns”, demostrando las distintas caras de TMV en todas sus capas sonoras.
Como toda buena banda de progresivo, The Mars Volta es un espectáculo de cocción lenta y una digestión incluso más pausada, debido a que los constantes juegos de guitarras, batería y cambios de ritmo a toda velocidad se van articulando poco a poco en un show que no transita entre la calma y la tempestad, sino que entre la intensidad y la elegancia de la interpretación, dando como resultado un sonido más aterrizado y robusto, sin exponer muchas fracturas en el camino.