Las expectativas previas al festival, en términos estrictamente musicales, posicionaban a Meshuggah como el acto más extremo de la jornada (sin olvidar a nuestros coterráneos de All Tomorrows) y, sobre todo, el de mayor vigencia y relevancia si la perspectiva utilizada se basa en considerar el lugar de privilegio que ocupan de manera habitual en los eventos en que participan, producto de la crítica a sus dos últimos trabajos, “obZen” (2008) y “Koloss” (2012), que sólo les ha entregado elogios y halagos. Sin embargo, en la práctica, eso no fue suficiente para cautivar a una audiencia que en gran medida se compuso de seguidores de Rammstein y The Offspring, headliners debido a su popularidad, por lo tanto, esta segunda visita de los suecos a Chile tuvo un gusto un poco extraño.
Proveniente del primer paso experimental del grupo, “Nothing” del año 2002, “Perpetual Black Second” es sin duda la canción ideal para abrir un concierto de Meshuggah o de metal extremo en general: su densidad es capaz de aplastar todo lo que encuentre a su paso y, a su vez, es una fiel representante de lo que hace el conjunto hoy, que por lo demás es el principal foco del repertorio que exhiben en sus giras estos días. Luego “obZen” sonó tan intensa como en el álbum mismo y entusiasmó un poco más a aquellos asistentes acérrimos que participaron de forma activa durante los noventa minutos que duró su función, quienes para el turno de “Swarm” y de la violenta “The Hurt That Finds You First” ya se encontraban sumergidos en la especie de hipnosis que inducen las composiciones de los europeos, y que da la sensación de sugerir que su música fue concebida para ser apreciada con su máximo potencial sólo si se hace un incesante headbanging en lugar de permanecer estático.
“Stengah” provocó una ovación que se extendió hasta los acordes de “Lethargica”, ambas muestras de ese estilo único que ha desarrollado Meshuggah durante sus casi tres décadas de trayectoria, pero en específico en los últimos quince años, donde predomina la parsimonia y las estructuras repetitivas no aptas para los amantes del heavy metal puritano. “Do Not Look Down” es uno de los pocos temas más convencionales dentro del catálogo y, en ese sentido, sirvió de interludio para “Bleed”, pieza que obliga a los músicos a desplegar toda su técnica y precisión, porque ejecutarlo se trata de un verdadero desafío a sus habilidades, como el mismo baterista Tomas Haake ha manifestado en más de una ocasión: fue exigido al máximo durante la creación y eso se nota, porque es la deconstrucción suprema del metal extremo y, consecuencia de aquello, Haake fue nominado en múltiples medios como el mejor baterista del mundo, elevando a Meshuggah a una categoría superlativa que muy pocos han alcanzado.
Sin duda, el bloque dedicado a “Catch Thirtythree” (2005), compuesto por “Mind’s Mirror”, “In Death – Is Life” más “In Death – Is Death”, fue uno de los puntos que agudizó la abstracción del entorno por parte de los que disfrutaban del espectáculo, en favor de la conexión entre el artista y el público, que a esas alturas se limitaba a una minoría, en contraste a lo que ocurriría después con los cabeza de cartel. Todo fue diferente al debut de Thordendal, Haake, Kidman, Hagström y Lövgren hace tres años en el Teatro Caupolicán, porque ese día se congregaron aquellos que por mucho tiempo desearon verles en vivo y también quienes recién los conocían gracias a la difusión que logró “obZen” y “Koloss” en su momento, pero el punto es que la totalidad de la concurrencia se hizo presente sólo para ser testigos de la trascendencia del material que Meshuggah ha publicado durante su carrera.
“Straws Pulled At Random” se mueve entre casi todos los ritmos que han utilizado a través del tiempo y su dinámica la transforman en uno de los mejores cortes de “Nothing”. Antes de entrar al final de su actuación, Kidman, en un tono entre molesto, decepcionado e incrédulo, le pregunta a la gente si es que están presentes o no, porque los aplausos fueron tímidos y no respondían a una performance que no supo de percance alguno en su ejecución. Lamentos aparte, llegó el clímax con “New Millennium Cyanide Christ”, lo más antiguo de la tarde y, al menos ahí, se vio más ímpetu y algarabía en quienes se ubicaron en el escenario Transistor para presenciar a la máquina sueca.
El cierre estuvo a cargo del azote furioso que significa “Demiurge” y “Dancers To A Discordant System”, pieza que avanza y progresa hasta explotar en la depuración de la fusión de estilos extremos de metal que realiza la banda. Así, los aplausos de rigor, más la emoción y gratitud de los entusiastas, despidieron a una leyenda viviente como Meshuggah, que es de esperar tengan una nueva oportunidad de exhibir su arte en nuestro país, pero en un contexto más acorde a la realidad del conjunto y a las presentaciones perfectas que entregan en cada ocasión.
El presente de Tom Morello, actualmente en un intervalo tras la cancelada reunión de Rage Against The Machine en 2022, pareciera ser inquieto pero incierto a la vez. Enfocado en trabajar en nueva música junto a su hijo y colaborar con diversos proyectos que lo buscan, el guitarrista emprende un nuevo viaje solista, esta vez como un recorrido-homenaje a su extensa y vital carrera, sin dar demasiadas luces sobre el futuro de su proyecto principal pero entregando pequeños bocados de lo que podría ser.
Con un Teatro Caupolicán repleto pero a media capacidad, la expectativa era más que alta para ver en nuestro país, una vez más, al legendario músico. Luego de la intensa presentación de Cler Canifrú quien abrió los fuegos, Morello saltó a escena con “Manifiesto” de Víctor Jara de entrada, una imagen del Negro Matapacos en pantalla gigante y los acordes de “One Man Revolution”, de su proyecto The Nightwatchman como primer track. De ahí y sin descanso, el músico despachó, acompañado de su guitarrista en voz, “Let’s Get the Party Started” (colaboración junto a Bring Me The Horizon) y “Hold The Line”.
Con el público ya prendido sólo faltaba un discurso inicial antes de desatar la locura y exponer sus pergaminos musicales. En tan sólo un par de minutos, Morello se paseó por riffs (y nada más que las intros) de “Bombtrack”, “Know Your Enemy”, “Guerrilla Radio” y “Sleep Now In The Fire” de Rage Against The Machine, dando sólo una pincelada de hits en un particular medley, que además incluyó un homenaje a Chris Cornell con “Like A Stone”, la única canción interpretada de inicio a fin. De allí en adelante, Morello y su banda recorrieron covers y reversiones e incluso una tibia interpretación de “Gossip”, el último hit de los italianos Manëskin que cuenta, justamente, con Morello como invitado.
¿Qué es lo que hace diferente a Tom Morello? Más allá de su inconfundible sonido e impronta o haber formado parte de importantes bandas y ser portavoz de himnos, el músico tiene una personalidad propia que bien se ve más allá de esas luces, sin embargo, pareciera ser que la música y los fans siempre lo arrastra a su personaje. Ejemplo de ello la lectura de porciones del público en donde cada acorde inicial era potencialmente un hit de RATM. En ese sentido, la presentación de Morello se vuelve a ratos inentendible, fuera de contexto, indescifrable. Tom Morello podría más que una tonelada de wah, octavador y un recorrido de hits en formato karaoke. Es su carisma, talento y visión, además, lo que lo posiciona como un músico querido y respetado, pero que cuesta sacar del pasado.
Por ello, la decisión de un repaso más que un show completo y preparado en clave solista no le hace justicia al guitarrista, quien tiene argumentos mucho más interesantes para presentar como su acercamiento al folk con The Nightwatchman. Allí, el músico prueba y arriesga tomando guitarras acústicas y explorando en fondo y forma (“World Wide Rebel Songs” y “Keep Goin’”). El show, divertido y con una ejecución correcta, vuelve a un estado de mixtura con nuevos covers y reversiones de pequeños saldos de diferentes etapas, para coronar la jornada con “Killing In The Name”, cantada a pulso con todo el teatro y “Power To The People” de John Lennon como punto final. Tom Morello sella un nuevo paso por uno de sus países favoritos con un público fiel y cómplice, apañador y motivado, que da solidez a un show que a ratos puede parecer sólo un singular ejercicio de nostalgia.
Setlist
One Man Revolution (original de Tom Morello: The Nightwatchman)
Let’s Get The Party Started
Hold The Line
Bombtrack / Know Your Enemy / Bulls On Parade / Guerilla Radio / Sleep Now In The Fire / Cochise (originales de Rage Against The Machine y Audioslave)
Like A Stone (original de Audioslave)
Voodoo Child (original de Jimi Hendrix)
GOSSIP (original de Manëskin)
Lightning Over Mexico
Secretariat
Cato Stedman & Neptune Frost
Rat Race / Battle Sirens / Where It’s At Ain’t What It Is / Prophets Of Rage / Harlem Hellfighter / Can’t Stop The Bleeding / Bullet In The Head (Tom Morello/Prophets Of Rage)
Keep Goin’
World Wide Rebel Songs (original de Tom Morello: The Nightwatchman)
Testify / Ghetto Blaster / Half Man Half Beast / Born of A Broken Man / Freedom / Snake-charmer (originales de Rage Against The Machine)
Vigilante Nocturno
The Ghost Of Tom Joad (original de Bruce Springsteen)
Killing In The Name (original de Rage Against The Machine)