La súper banda norteamericana aterrizó por primera vez en un escenario nacional, para propagar el caos en la calurosa tarde que se vivía en el Estadio Santa Laura. Un buen séquito de fanáticos se apostó frente al escenario para recibir al quinteto, mientras que la gran mayoría de los asistentes esperaban curiosos el espectáculo del grupo donde figuran nombres como Vinnie Paul, ex baterista de Pantera, y Chad Gray, ex vocalista de Mudvayne, quienes funcionaban como el gran gancho del show. Y la verdad es que los de Texas no decepcionaron, dejando satisfechos a propios y extraños.
Abriendo el set con “X”, perteneciente a su más reciente álbum, “Unden!able” (2016), el conjunto se dejó caer con todo en escena, respaldados por un sonido difuso que fue mejorando acorde avanzaba el show. El comienzo fue un gancho directo a la mandíbula, dejando claro que la cosa se venía con todo. Siguió “Demons In The Dirt” y “Sangre Por Sangre (Blood For Blood)”, donde el vocalista recibió un chorro de sangre en el rosto regurgitado por Kyle Sanders, bajista del grupo, en uno de los momentos más hilarante de la jornada. Y hablando de Chad Gray, no deja de llamar la atención su vigorosidad como frontman, además de su estilo adolescente emo –con guantes de esqueleto sin dedos incluidos– que contrasta radicalmente con las arrugas en su rostro. El hombre dio una lección de cómo animar a la audiencia, a pesar de que su canto no estuvo a la altura en muchas ocasiones, no obstante, sí logró hacer vibrar a la muchedumbre con sus descarnados gritos y energía.
En la primera pausa de su presentación, Gray aprovechó de agradecer a la concurrencia y expresar el placer de poder estar presentándose en nuestras tierras. También agradeció al metal por la oportunidad de poder unir a tanta gente alrededor del mundo, y para celebrarlo tocaron el inició de “Raining Blood”, el brutal himno de Slayer. Con los ánimos por las nubes, los músicos decidieron bajar las revoluciones con el sencillo “Moth”, una de sus canciones más populares. Aprovechando cada minuto de la hora que tenían disponible, “Cross To Bier (Cradle Of Bones)”, “Human” –otra del nuevo disco– y “War In Me” funcionaron como una contundente muestra de los principales elementos que conforman la propuesta de Hellyeah: un sonido moderno, con la agresividad del nü metal, y la vibra noventera heredada de Pantera, los grandes íconos del “metal a lo gringo”. A pesar de no innovar, Hellyeah suena poderoso en vivo y su espectáculo cumple con todas las expectativas.
El concierto llegaba a sus niveles más agresivos con la desquiciada “Say When”, para pasar por la ganchera “Drink Drank Drunk”, y seguir desordenando todo con “Startariot”. Poniendo una pausa a los mosh pits, las guitarras mantuvieron su peso, pero esta vez en un ritmo más calmo para dar vida a “I Don’t Care Anymore”, original de Phil Collins. La contienda llegaba a su fin con “You Wouldn’t Know”, y la canción que pone el nombre al conjunto, “Hellyeah!”, sin dejar espacio al encore que venían realizando durante esta gira, cuyo remate era “Cowboy Way”. También quedó afuera “Hush”, otro de sus grandes éxitos, pero, bueno, el tiempo era acotado y lo más probable es que volvamos a tenerlos por estos lares en una segunda oportunidad, después de todo, los estadounidenses lograron contentar a sus seguidores y sumar a unos cuantos al viaje, ya que los comentarios tras la presentación del quinteto fueron más que positivos.
En sus diez años de historia, Hellyeah ha demostrado que es más que una agrupación de nombres conocidos, y con sus propias credenciales ya son capaces de presentar una batería de canciones que crean un buen relato por sí solas. Extrayendo elementos del pasado, pero sin descansar en este, sino que aportándole nuevos matices, Hellyeah debutó en Chile como uno de los números más intensos de esta segunda edición de RockOut Fest.
Pasó más de una década para que The Mars Volta regresara a nuestro país, y pese a que tenían nuevo material bajo el brazo, el proyecto a cargo de Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala se presentó ante su fiel fanaticada en el Movistar Arena con una impronta distinta al típico tour de promoción, muy por el contrario, centraron sus esfuerzos en una celebración a su obra y a la carismática sinergia que elaboran en el escenario, dando espacio para que una lluvia de melodías se deslizaran como conjuros desde sus instrumentos hacia la audiencia. Todo ese ritual, evidentemente, estuvo antecedido por un acto local que esta vez corrió a cargo de Miguel Conejeros y su proyecto F600, quien amenizó la jornada con distintas mezclas y una electrónica de tintes eclécticos y mucha sustancia, recibida respetuosamente por los asistentes que llegaron más temprano.
Ya entrada la hora del plato estelar, la agrupación salió a escena con unos minutos de retraso pero con una intensidad marcada desde el primer acorde. De entrada es evidente que la banda ya no es la misma, pero no por tener una formación diferente, sino más bien por la forma en que la dupla de Cedric y Omar se desenvuelven en el escenario como dos fuerzas imparables, y en ciertas lógicas completamente opuestas. Mientras la ceremonia entra en tierra derecha con “Vicarious Atonement”, ambos músicos entran en un diálogo que es sostenido por una banda que, de manera impecable, se concentran en sacar el mayor provecho posible para hacer brillar a las dos piezas centrales de esta maquinaria sonora.
La fuerza creativa del dúo está más desatada que nunca y, aunque esos elementos comunes que se encuentran en todos sus proyectos siguen inevitablemente ahí, la mejor forma en que la banda comprueba su identidad es en demostrar su inigualable manera de interpretar. Es así como composiciones gigantes de la talla de “L’Via L’Viaquez”, “Cicatriz ESP” o “The Widow”, encuentran su espacio dentro del setlist de manera excepcional, así como también pese a ser parte de distintos discos logran desencadenar una secuencia precisa con cada movimiento.
Esa capacidad anteriormente mencionada también encuentra atisbos de modernidad con canciones como “Shore Story”, por ejemplo, que se presenta como una composición que perfectamente puede sonar en una radioemisora junto a artistas de música más alternativa. Sin mayores tapujos, es como también puede sonar una exploración más arriesgada con “Drunkship Of Lanterns”, demostrando las distintas caras de TMV en todas sus capas sonoras.
Como toda buena banda de progresivo, The Mars Volta es un espectáculo de cocción lenta y una digestión incluso más pausada, debido a que los constantes juegos de guitarras, batería y cambios de ritmo a toda velocidad se van articulando poco a poco en un show que no transita entre la calma y la tempestad, sino que entre la intensidad y la elegancia de la interpretación, dando como resultado un sonido más aterrizado y robusto, sin exponer muchas fracturas en el camino.