Muchos dicen que el punk está muerto, argumentando la desaparición de gran parte de los exponentes y la sobre explotación de una imagen e ideología en camisetas y un montón de elementos de merchandising. Lo cierto de esto, es que existen casos como Dead Kennedys, que no dejan su impronta rebelde y contestaría de lado, manteniendo su pensamiento intacto e igual de irónico que en otros años. Ellos están llenos de contradicciones y actitudes inesperadas, y no hay nada más punk que eso. Los Kennedys tocan en grandes festivales, venden camisetas y bromean sobre lo mucho que les gusta el dinero, algo que los transforma en una especie de caricatura de ellos mismos, pero que no desmerece en ningún caso el sello característico del cuarteto californiano, que llegó a nuestro país una vez más para presentarse como una de las cartas punk más potentes del RockOut Fest 2016.
Apenas había terminado el debut de Hellyeah en el escenario Transistor, cuando en el escenario Monster hacía ingreso rápidamente Dead Kennedys, con una enérgica versión de “Forward To Death” para iniciar el mosh pit instantáneo. Animado y a ratos irónico, su vocalista Ron “Skip” Greer saltaba de un lado a otro, bailando, corriendo y alentando al público a cantar junto a él, lo que se vio como un espectáculo aparte sobre la discreta pero potente sección rítmica que interpretaban East Bay Ray, Klaus Flouride y el baterista D.H. Peligro. La banda no dio descanso alguno despachando algunas de las canciones más clásicas de su catálogo, como “Winnebago Warrior“, “Police Truck” o “Buzzbomb“, las que sonaban increíblemente punk gracias a los problemas de sonido que, a ratos, complicaron a las agrupaciones de aquel escenario. Greer saluda a la audiencia en un accidentado español, antes de que la guitarra de East Bay Ray inicie “Let’s Lynch The Landlord“, con “Skip” bajando del escenario y entregándole el micrófono al publico para que pudiera cantar junto a él.
Pese a no ser parte de la alineación original, Ron Greer se lleva el peso del espectáculo sobre sus hombros, entregándole frescura y energía a cada una de las canciones, como también una actitud desinteresada y un tanto hostil a veces con la audiencia, manteniendo viva el aura de los californianos. Es notable ver a Ray, Flouride y Peligro en tan buen estado físico, pese a que todos superan los 55 años de edad (67, en el caso de Klaus Flouride), si bien no es mucho lo que se mueven o corren por el escenario, el sólo hecho de verlos interpretar canciones tan agresivas de manera tan prolija, merece nuestro respeto por mantenerse vigentes pese al largo paso de los años. Si bien, no cuentan con nuevo material de estudio desde hace ya algunos años, siempre incorporan el jam y la alteración de canciones para darles otro giro, así fue el caso de “MP3 Get Off The Web“, versión modificada de la clásica “MTV Get Off The Air“, donde Greer habló un poco sobre la web y los nuevos fenómenos comunicacionales de manera muy hostil y contraria, incluso declarando irónicamente que, tanto ellos como el público, eran “demasiado viejos para la música punk“, generando aplausos inmediatos para un hombre que, francamente, no tiene mucho que envidiarle al ex vocalista Jello Biafra en su labor de frontman.
Con un set condensado, pero imparable, la distorsión de East Bay Ray se hizo presente en cada rincón del Estadio Santa Laura, lo que no fue impedimento para abordar temas políticos como el racismo o la candidatura de Donald Trump, algo ya recurrente en los shows internacionales que ha tenido Santiago durante el último tiempo. Previo a “Nazi Punks Fuck Off“, D.H. Peligro dedica la canción a todos los “idiotas que se creen superiores en el mundo“, para luego despachar la controversial canción sobre un mar de gente haciendo mosh y gritando “Fuck Off!” al coro de la canción. El cierre llegó de manera abrupta y potente, con “California Über Alles“, la canción popularizada por Elvis Presley, “Viva Las Vegas” y la clásica “Holiday In Cambodia“, cerrando una presentación breve, pero llena de energía.
Dead Kennedys trajo el punk a los tiempos modernos; atrás quedaron los clubes de Estados Unidos y los conciertos repletos de gente drogada o ebria destruyendo todo a su paso. Vivimos una época donde la industria musical ha cambiado de muchas maneras, y los Kennedys siguen luchando para estar vigentes en un mundo donde internet y los festivales de música reemplazan poco a poco a los discos y las giras. Un estilo que se creyó enterrado sigue presente de manera potente en la actualidad; la edad puede pesar, pero no la determinación de entregar ese mensaje que tanta polémica causó en sus inicios. Luego de presenciar el show de Dead Kennedys, queda sólo una certeza: el punk no está muerto.
Pasó más de una década para que The Mars Volta regresara a nuestro país, y pese a que tenían nuevo material bajo el brazo, el proyecto a cargo de Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala se presentó ante su fiel fanaticada en el Movistar Arena con una impronta distinta al típico tour de promoción, muy por el contrario, centraron sus esfuerzos en una celebración a su obra y a la carismática sinergia que elaboran en el escenario, dando espacio para que una lluvia de melodías se deslizaran como conjuros desde sus instrumentos hacia la audiencia. Todo ese ritual, evidentemente, estuvo antecedido por un acto local que esta vez corrió a cargo de Miguel Conejeros y su proyecto F600, quien amenizó la jornada con distintas mezclas y una electrónica de tintes eclécticos y mucha sustancia, recibida respetuosamente por los asistentes que llegaron más temprano.
Ya entrada la hora del plato estelar, la agrupación salió a escena con unos minutos de retraso pero con una intensidad marcada desde el primer acorde. De entrada es evidente que la banda ya no es la misma, pero no por tener una formación diferente, sino más bien por la forma en que la dupla de Cedric y Omar se desenvuelven en el escenario como dos fuerzas imparables, y en ciertas lógicas completamente opuestas. Mientras la ceremonia entra en tierra derecha con “Vicarious Atonement”, ambos músicos entran en un diálogo que es sostenido por una banda que, de manera impecable, se concentran en sacar el mayor provecho posible para hacer brillar a las dos piezas centrales de esta maquinaria sonora.
La fuerza creativa del dúo está más desatada que nunca y, aunque esos elementos comunes que se encuentran en todos sus proyectos siguen inevitablemente ahí, la mejor forma en que la banda comprueba su identidad es en demostrar su inigualable manera de interpretar. Es así como composiciones gigantes de la talla de “L’Via L’Viaquez”, “Cicatriz ESP” o “The Widow”, encuentran su espacio dentro del setlist de manera excepcional, así como también pese a ser parte de distintos discos logran desencadenar una secuencia precisa con cada movimiento.
Esa capacidad anteriormente mencionada también encuentra atisbos de modernidad con canciones como “Shore Story”, por ejemplo, que se presenta como una composición que perfectamente puede sonar en una radioemisora junto a artistas de música más alternativa. Sin mayores tapujos, es como también puede sonar una exploración más arriesgada con “Drunkship Of Lanterns”, demostrando las distintas caras de TMV en todas sus capas sonoras.
Como toda buena banda de progresivo, The Mars Volta es un espectáculo de cocción lenta y una digestión incluso más pausada, debido a que los constantes juegos de guitarras, batería y cambios de ritmo a toda velocidad se van articulando poco a poco en un show que no transita entre la calma y la tempestad, sino que entre la intensidad y la elegancia de la interpretación, dando como resultado un sonido más aterrizado y robusto, sin exponer muchas fracturas en el camino.
Toño
04-Sep-2016 at 8:00 pm
Buena reseña, estuve ahí, claro que en galería, no como antes. Que envidia ver a Klaus con casi 70 años haciéndola toda.