En apenas cinco años de existencia, los nacionales de All Tomorrows se han posicionado en la cima de la escena extrema de nuestro país, y es un hecho que esto no sorprende en absoluto, debido a que su propuesta no sabe de fronteras ni de limitaciones de ningún tipo a la hora de configurarse y que, además, tiene la posibilidad de ejecutarse a través de la pericia de músicos bien enfocados y, por sobre todo, profesionales.
Tras una actuación sólida de Valium, el otro participante nacional presente en el festival, los autores de “Opilion” (2011) y “Sol Agnates” (2015) se ubicaron en el escenario Transistor y abrieron su presentación con “Kismet”, que de forma lamentable sufrió problemas técnicos y, durante varios segundos, sólo se oían los golpes precisos e implacables de la batería de Pablo Martínez. Para el momento del coro, el incidente ya era parte del pasado y desde ahí en adelante ejecutaron sus treinta minutos con exactitud, y con la prestancia del nombre y la fama que les precede.
La intensidad de “Sol Agnates”, homónima y corte promocional de su último disco, inundó el ambiente, entusiasmando a una concurrencia que encendió sus motores algunos minutos atrás y formando un mosh pit de proporciones, alimentando aún más la actitud de los intérpretes. Es una pieza llena de intensidad y de una dinámica tal, que explican con claridad por qué fue elegida como uno de los cortes promocionales de su trabajo reciente, al igual que la siguiente, “Undying Seasons”, una de las mejor logradas de su catálogo.
Más adelante, “Eidien” y “Union” exhibieron lo mejor de las habilidades ampliamente reconocidas de All Tomorrows y lograron la conexión con el público, que en ese momento de la jornada recién llegaba al estadio Santa Laura, demostrando que su inclusión en el cartel fue, una vez más, una decisión acertada.
Dado lo escueto del espacio dispuesto para las agrupaciones chilenas, no hubo mucho intercambio de palabras entre Lastarria, Pasternak o Arenas y los asistentes, por lo tanto, el lenguaje sólo estuvo a cargo de las canciones y de la puesta en escena, que en este caso tuvo precisión y, sobre todo, pasión, tal como demostraron cuando llegó el turno de “Immanence” casi en el epílogo: le gente fue seducida por el groove y saltó con entusiasmo, mientras la onda expansiva de la composición llegaba con fuerza a cada rincón del recinto. “Dajjal” fue la última en aparecer y, como tal, tenía la intención de cerrar el repertorio de la mejor manera posible y así ocurrió, porque se armó un círculo danzante enorme, mientras que el resto de la audiencia hacía lo suyo alzando las manos en forma de cuernos al ritmo de la música.
Superaron con facilidad y profesionalismo el obstáculo que supuso la partida en falso de su actuación. Una vez más All Tomorrows ratificó sus credenciales y justificó con creces no sólo su inclusión en la segunda versión de RockOut Fest, sino que además su próxima intervención en el evento alemán Euroblast en su edición 2016. Como queda claro, entonces, son el presente del metal nacional y pareciera que los grandes escenarios son el hábitat natural en el que seguirán con el desarrollo de su carrera.
Pasó más de una década para que The Mars Volta regresara a nuestro país, y pese a que tenían nuevo material bajo el brazo, el proyecto a cargo de Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala se presentó ante su fiel fanaticada en el Movistar Arena con una impronta distinta al típico tour de promoción, muy por el contrario, centraron sus esfuerzos en una celebración a su obra y a la carismática sinergia que elaboran en el escenario, dando espacio para que una lluvia de melodías se deslizaran como conjuros desde sus instrumentos hacia la audiencia. Todo ese ritual, evidentemente, estuvo antecedido por un acto local que esta vez corrió a cargo de Miguel Conejeros y su proyecto F600, quien amenizó la jornada con distintas mezclas y una electrónica de tintes eclécticos y mucha sustancia, recibida respetuosamente por los asistentes que llegaron más temprano.
Ya entrada la hora del plato estelar, la agrupación salió a escena con unos minutos de retraso pero con una intensidad marcada desde el primer acorde. De entrada es evidente que la banda ya no es la misma, pero no por tener una formación diferente, sino más bien por la forma en que la dupla de Cedric y Omar se desenvuelven en el escenario como dos fuerzas imparables, y en ciertas lógicas completamente opuestas. Mientras la ceremonia entra en tierra derecha con “Vicarious Atonement”, ambos músicos entran en un diálogo que es sostenido por una banda que, de manera impecable, se concentran en sacar el mayor provecho posible para hacer brillar a las dos piezas centrales de esta maquinaria sonora.
La fuerza creativa del dúo está más desatada que nunca y, aunque esos elementos comunes que se encuentran en todos sus proyectos siguen inevitablemente ahí, la mejor forma en que la banda comprueba su identidad es en demostrar su inigualable manera de interpretar. Es así como composiciones gigantes de la talla de “L’Via L’Viaquez”, “Cicatriz ESP” o “The Widow”, encuentran su espacio dentro del setlist de manera excepcional, así como también pese a ser parte de distintos discos logran desencadenar una secuencia precisa con cada movimiento.
Esa capacidad anteriormente mencionada también encuentra atisbos de modernidad con canciones como “Shore Story”, por ejemplo, que se presenta como una composición que perfectamente puede sonar en una radioemisora junto a artistas de música más alternativa. Sin mayores tapujos, es como también puede sonar una exploración más arriesgada con “Drunkship Of Lanterns”, demostrando las distintas caras de TMV en todas sus capas sonoras.
Como toda buena banda de progresivo, The Mars Volta es un espectáculo de cocción lenta y una digestión incluso más pausada, debido a que los constantes juegos de guitarras, batería y cambios de ritmo a toda velocidad se van articulando poco a poco en un show que no transita entre la calma y la tempestad, sino que entre la intensidad y la elegancia de la interpretación, dando como resultado un sonido más aterrizado y robusto, sin exponer muchas fracturas en el camino.