¡Ahora sí que sí! Si ayer nos quejábamos de que el debut de Melvins estuvo levemente opacado por las deficiencias del sonido, en su presentación en RockOut fue todo lo opuesto. Melvins sonó demoledor en su hora de actuación, conectando de inmediato con un público totalmente dispuesto a entrar en el juego de Buzz Osborne y compañía. El trío se presentó en el escenario Monster para mostrar el mismo show que presentaron la noche anterior en el Teatro Cariola, mucho más concentrado; dos cucharadas y a la papa. No había mucho más que hacer que dejarse llevar por la deformidad musical de Melvins.
“Eye Flys” volvió para abrir los fuegos, con las maromas de Dale Crover en la batería, despertando las pasiones de la multitud que estaba lista para empezar a levantar el polvo del suelo. Por eso es que “Captain Pungent” y “Berthas” fueron muy bien recibidas por la masa que, debajo del sol y las ráfagas de viento y tierra, vibraba con los clásicos de “Stag” (1996). Y he aquí la gran diferencia con el show del día viernes: el espacio que –uno podría pensar por sus magnitudes- no superaría la atmósfera íntima del recinto de la calle San Diego, dio un valor agregado a las arrolladoras composiciones del grupo, haciéndolas sonar grandilocuentes y con más peso, cortesía de un sonido que rozó la perfección.
El libreto ya estaba escrito, e incluso si uno se iba a repetir el plato, valía la pena hacerlo. De hecho, este redactor puede aseverar sin mayores dudas, que este segundo show fue muy superior al primero. Así, siguieron cayendo temas como “Let Me Roll It”, la particular reversión del original de Paul McCartney & Wings, pegada con la tripleta compuesta por “Set Me Straight”, “DHC” y “Skypup”. El grupo se mostró en todo momento en su mejor forma, pudiendo hacer gala de sus virtudes y manteniendo cautivos incluso a los curiosos que pasaban a ver a esta banda que muchos dicen respetar, pero pocos la conocen en su totalidad.
Volvimos a escuchar la obra de Melvins Lite con las canciones rescatadas de “Freak Puke” (2012), “Mr Rip Off” y “A Growing Disgust”, para bajar un poco las revoluciones y aprovechar hasta el último concho de la presentación de una banda que se demoró demasiado en visitarnos.
Y para satisfacer las ansias del público que los ha seguido durante décadas, ahí estaba “Honey Bucket”, que se convirtió definitivamente en uno de los puntos álgidos de la tarde –y del mismo festival-, con un tierral elevándose por los aires y la energía indiscriminada de los presentes, formando un cuadro increíble y difícil de olvidar. Para el final llegó “Night Goat” y el cover de Pop-o-pies, “Fascists Eat Donuts”, en una versión más corta pero igual de efectiva, y que dio por terminado el remarcable paso de Melvins por nuestro país.
La espera valió la pena, y los devotos de King Buzzo y compañía tuvieron la oportunidad de estar frente a frente con una de las bandas más únicas que ha parido el rock en los últimos treinta años. Un verdadero lujo que esperamos se repita en un futuro, quizás con un show completamente a solas, donde podamos escuchar algo más de esa veintena de discos, aunque necesitemos toda una noche para hacerlo. Este fin de semana vivimos dos jornadas de culto, y ahora sólo nos queda esperar a que el melenudo y su guitarra decidan volver a darse una vuelta por nuestras tierras. Aquí los estaremos esperando con las ganas y los brazos abiertos.
Setlist
Eye Flys
Captain Pungent
Berthas
National Hamster
Joan Of Arc
Let Me Roll It (original de Paul McCartney & Wings)
Pasó más de una década para que The Mars Volta regresara a nuestro país, y pese a que tenían nuevo material bajo el brazo, el proyecto a cargo de Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala se presentó ante su fiel fanaticada en el Movistar Arena con una impronta distinta al típico tour de promoción, muy por el contrario, centraron sus esfuerzos en una celebración a su obra y a la carismática sinergia que elaboran en el escenario, dando espacio para que una lluvia de melodías se deslizaran como conjuros desde sus instrumentos hacia la audiencia. Todo ese ritual, evidentemente, estuvo antecedido por un acto local que esta vez corrió a cargo de Miguel Conejeros y su proyecto F600, quien amenizó la jornada con distintas mezclas y una electrónica de tintes eclécticos y mucha sustancia, recibida respetuosamente por los asistentes que llegaron más temprano.
Ya entrada la hora del plato estelar, la agrupación salió a escena con unos minutos de retraso pero con una intensidad marcada desde el primer acorde. De entrada es evidente que la banda ya no es la misma, pero no por tener una formación diferente, sino más bien por la forma en que la dupla de Cedric y Omar se desenvuelven en el escenario como dos fuerzas imparables, y en ciertas lógicas completamente opuestas. Mientras la ceremonia entra en tierra derecha con “Vicarious Atonement”, ambos músicos entran en un diálogo que es sostenido por una banda que, de manera impecable, se concentran en sacar el mayor provecho posible para hacer brillar a las dos piezas centrales de esta maquinaria sonora.
La fuerza creativa del dúo está más desatada que nunca y, aunque esos elementos comunes que se encuentran en todos sus proyectos siguen inevitablemente ahí, la mejor forma en que la banda comprueba su identidad es en demostrar su inigualable manera de interpretar. Es así como composiciones gigantes de la talla de “L’Via L’Viaquez”, “Cicatriz ESP” o “The Widow”, encuentran su espacio dentro del setlist de manera excepcional, así como también pese a ser parte de distintos discos logran desencadenar una secuencia precisa con cada movimiento.
Esa capacidad anteriormente mencionada también encuentra atisbos de modernidad con canciones como “Shore Story”, por ejemplo, que se presenta como una composición que perfectamente puede sonar en una radioemisora junto a artistas de música más alternativa. Sin mayores tapujos, es como también puede sonar una exploración más arriesgada con “Drunkship Of Lanterns”, demostrando las distintas caras de TMV en todas sus capas sonoras.
Como toda buena banda de progresivo, The Mars Volta es un espectáculo de cocción lenta y una digestión incluso más pausada, debido a que los constantes juegos de guitarras, batería y cambios de ritmo a toda velocidad se van articulando poco a poco en un show que no transita entre la calma y la tempestad, sino que entre la intensidad y la elegancia de la interpretación, dando como resultado un sonido más aterrizado y robusto, sin exponer muchas fracturas en el camino.
Ozma
08-Dic-2014 at 5:23 pm
11. Honey Bucket
12. Hooch
13. Night Goat
Puta que se echó de menos Youth of America….y sí el sonido de la banda fue demoledor!
Blast
08-Dic-2014 at 11:42 pm
Se le olvido mencionar al tremendo Trevor Dunn en el bass.