Algo incómodo fue el segundo show de Fantômas en Chile, esta vez en el escenario Monster de RockOut Fest, frente a una de las convocatorias más grandes de la jornada. Mike Patton y compañía volvían a ponerse a punto para interpretar de manera íntegra el disco de reversiones de temas emblemáticos de la historia del cine de terror y suspenso, “The Director’s Cut” (2001), y si en su debut en el Teatro Cariola pudimos presenciar un show que estuvo al borde de la perfección, su participación en el festival estuvo marcada por numerosos errores que mermaron la experiencia de escuchar a Fantômas en vivo.
Puntuales –como todas las bandas del cartel, hecho que hay que aplaudir-, el cuarteto tomó sus posiciones en sus instrumentos, mientras la melódica tocada por Patton anunciaba que “The Godfather” se nos venía encima, y lo que nunca falló fue la entrega del público, cantando aún más fuerte que en el concierto anterior, creando un coro perfecto que acompañó cada uno de los cortes presentados por el grupo.
Pero de a poco comenzaron a surgir los problemas: el espacio dedicado a las bandas chilenas estaba ubicado a un extremo del recinto, y su sonido se coló durante toda la presentación, ayudado por la dirección y potencia del viento, al igual que pasara con pasajes del show de Blind Melon. Incluso si se estaba justo en frente del escenario, era imposible captar sólo lo que estaba haciendo Fantômas. Un gran error y que no sólo afectó al público, sino que al propio desempeño de la banda, con un Mike Patton que se detuvo varias veces para putear a la agrupación “invasora”, preguntado cuál era su nombre, y llamándola “The Putos”. Claro que la culpa nunca fue de Hielo Negro, que era la banda que estaba tocando en el escenario nacional a esa hora. A este obstáculo, se sumó un micrófono que nunca pudo funcionar de manera óptima, y la luz del sol que daba justo en el rostro del frontman, hecho que, más tarde nos informaron, entorpeció su manejo con las máquinas, terminando por sacar de sus casillas al norteamericano, quien a pesar de todo, sacó el show adelante y cumplió con el público.
“Night Of The Hunter” fue una de las víctimas de los problemas antes mencionados, perdiendo esa atmósfera que tan bien se pudo recrear en el sideshow. En cambio, “Cape Fear” ganó puntos por la participación del respetable, al que no le importó ingerir cantidades insanas de tierra, pasando por alto cualquier defecto, disfrutando del concierto con la pasión como principal bandera de batalla.
“Experiment In Terror” fue coreada por todo el mundo, al igual que la siniestra “Rosemary’s Baby”, con una banda que se sobrepuso a los incomodos accidentes, como el presentado en “Spider Baby”, donde Patton se perdió totalmente en la parte final de la canción, y la más notoria de todas en “Vendetta”, que tuvo que ser tocada dos veces por una confusión en su sección final. “Fuck it!” declaró Mike Patton, que ocultaba su malestar con bromas y comentarios de agradecimiento a un público que se mantuvo firme al pie del cañón.
Por fortuna, hacía el final del show los errores fueron mínimos y todo parecía marchar viento en popa desde la excelente “Twin Peaks: Fire Walk With Me” y la violenta “Der Golem”, una de las más disfrutada por los adeptos a la agresión, que vivieron su cenit minutos antes con la locura de “The Omen (Ave Satani)”. El final del disco llegó con “Charade”, y un pequeño encore que trajo de vuelta a la banda al escenario, pero algo raro se respiraba en el aire. Quedando aún veinte minutos de concierto, según lo señalado en el programa, era de esperar que repitieran los dos covers que interpretaron la noche anterior. Sin embargo, la aparición de un presuroso Patton con su mochila, dejaba claro que el hombre quería abandonar luego el lugar. “Simply Beautiful” quedó fuera y “Chariot Choogle” cerró una presentación que dejó conforme a la gran mayoría de los presentes, pero que pudo haber sido mucho mejor.
Lo siento por todos los que se perdieron el sideshow, pero hay que decir que ese era el show donde pudimos ver a Fantômas con todas sus letras. Este concierto en RockOut Fest fue correcto, pero la sumatoria de los obstáculos que se presentaron en transcurso de la presentación, le quitaron puntos a una de las citas más esperadas de la jornada. Las comparaciones son odiosas, y puede que si sólo se fue testigo del recital de ayer la satisfacción sea absoluta, pero habiendo vivido ambos conciertos, hay que admitir que lo mostrado en el RockOut se lleva sólo medalla de plata.
Pasó más de una década para que The Mars Volta regresara a nuestro país, y pese a que tenían nuevo material bajo el brazo, el proyecto a cargo de Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala se presentó ante su fiel fanaticada en el Movistar Arena con una impronta distinta al típico tour de promoción, muy por el contrario, centraron sus esfuerzos en una celebración a su obra y a la carismática sinergia que elaboran en el escenario, dando espacio para que una lluvia de melodías se deslizaran como conjuros desde sus instrumentos hacia la audiencia. Todo ese ritual, evidentemente, estuvo antecedido por un acto local que esta vez corrió a cargo de Miguel Conejeros y su proyecto F600, quien amenizó la jornada con distintas mezclas y una electrónica de tintes eclécticos y mucha sustancia, recibida respetuosamente por los asistentes que llegaron más temprano.
Ya entrada la hora del plato estelar, la agrupación salió a escena con unos minutos de retraso pero con una intensidad marcada desde el primer acorde. De entrada es evidente que la banda ya no es la misma, pero no por tener una formación diferente, sino más bien por la forma en que la dupla de Cedric y Omar se desenvuelven en el escenario como dos fuerzas imparables, y en ciertas lógicas completamente opuestas. Mientras la ceremonia entra en tierra derecha con “Vicarious Atonement”, ambos músicos entran en un diálogo que es sostenido por una banda que, de manera impecable, se concentran en sacar el mayor provecho posible para hacer brillar a las dos piezas centrales de esta maquinaria sonora.
La fuerza creativa del dúo está más desatada que nunca y, aunque esos elementos comunes que se encuentran en todos sus proyectos siguen inevitablemente ahí, la mejor forma en que la banda comprueba su identidad es en demostrar su inigualable manera de interpretar. Es así como composiciones gigantes de la talla de “L’Via L’Viaquez”, “Cicatriz ESP” o “The Widow”, encuentran su espacio dentro del setlist de manera excepcional, así como también pese a ser parte de distintos discos logran desencadenar una secuencia precisa con cada movimiento.
Esa capacidad anteriormente mencionada también encuentra atisbos de modernidad con canciones como “Shore Story”, por ejemplo, que se presenta como una composición que perfectamente puede sonar en una radioemisora junto a artistas de música más alternativa. Sin mayores tapujos, es como también puede sonar una exploración más arriesgada con “Drunkship Of Lanterns”, demostrando las distintas caras de TMV en todas sus capas sonoras.
Como toda buena banda de progresivo, The Mars Volta es un espectáculo de cocción lenta y una digestión incluso más pausada, debido a que los constantes juegos de guitarras, batería y cambios de ritmo a toda velocidad se van articulando poco a poco en un show que no transita entre la calma y la tempestad, sino que entre la intensidad y la elegancia de la interpretación, dando como resultado un sonido más aterrizado y robusto, sin exponer muchas fracturas en el camino.
maldito ruc
10-Dic-2014 at 4:01 am
si, como nunca the goodfather, con la intro en la melódica equivocándose al final.. dejando 3 notas vacias… no seas mamon,… patton estaba curao