Una de las bandas más transgresoras de nuestro país es Cómo Asesinar A Felipes, y es desde la rebeldía sonora que su evolución ha sido tan bien mirada, como también poco digerida. El de CAF es un sonido desafiante, y no de esos retos fáciles de tomar, no uno que puedas ganar y que sepas que puedes superar de forma sencilla. La operación que lleva a cabo el combo nacional es violenta, escinde fronteras entre los estilos, y la narrativa de “Koala” Contreras son lo que perdura en medio de canciones que intentan no seguir caminos preconcebidos.
En un festival como RockOut, que en su muy buena primera versión se perfiló de inmediato como un nuevo escenario para el rock, que abriera una banda como CAF es algo destacable. La apuesta por una agrupación que no usa guitarras para abrir un festival de estas características pudo parecer extraña, pero permite pensar en las posibilidades del género y en cuán relevante es la innovación. La mezcla de jazz con hip hop que han cultivado desde hace alrededor de una década se ha pulido de gran forma, ganando en complejidad, y teniendo en las líricas de “Koala” un elemento amenazante, pero con grados de inteligencia excelsa.
El show de Cómo Asesinar A Felipes partió exactamente a las dos de la tarde, con la puntualidad que se extendería a lo largo de todo el día, y tocaron de corrido “V”, su nuevo EP, con canciones llamadas “I”, “II”, “III”, “IV” y “V”. Al escuchar estos temas era evidente que cualquier nombre sería inútil, dado que más que canciones cada track parece un capítulo de una historia macro, de esas que vale la pena contar. En las canciones hay una vocación de generar la rebelión y de invitar a pensar el mundo en el que se vive, con todo lo oscuro que este tiene. Referencias a los abusos contra los pueblos originarios o a la necesidad de una consciencia colectiva que haga frente al poder, hacen del sonido de los Felipes un son peligroso, incómodo para quienes son conservadores en toda la extensión de la palabra, pero como ellos dicen en “La Puerta No Se Abre Sola”: “Tu música dolorosa que nos obliga a pensar en cosas / nos obliga a pensar en cosas que pensar no queremos”.
La consciencia sobre los conceptos a explorar, hace de CAF una de las bandas de propuesta más coherente del medio, y en vivo esta línea de pensamiento se corresponde con una puesta en escena que no escatima en recursos, desde los sampleos hasta el teclado y sintetizador análogo de Gabriel Paillao, el miembro más nuevo, pero el que en vivo logra más relevancia instrumental de la banda. Destacamos que sea sintetizador análogo, porque lo que produce y lo que sale a través de los parlantes es más profundo que los equipos más plásticos o simples. También, le da un componente orgánico a una banda que no evita tener sangre y sudor en el proscenio.
El doblete de canciones finales, provenientes del cuarto disco de CAF, “Comenzará de Nuevo” (2012), demuestra todas las posibilidades que tiene la banda, desde lo más complejo hasta lo más directo, sin transar en ningún momento. Otras agrupaciones siguen adelante dando concesiones, siendo negociantes con el oyente para que las escuchen, pero los Felipes no subestiman a su audiencia, y no lo harán nunca de acuerdo al sólido trayecto que han seguido. El inicio y el final del show comparten aquello, y en un medio que a veces se encarga de destacar lo masivo como algo inmediatamente bueno, es aún mejor ver que existan bandas que sacan lo mejor de sí para echarle para adelante en sus propios términos.
En una hora de show, Cómo Asesinar A Felipes desafió la convención y lo obvio en un festival que se perfila mucho más allá del concepto “rock”. Aquí, se trata de música, y se trata de la potencia que sea capaz de llevar la propuesta, y cuando esta porta a la rebeldía y la identidad como estandartes, la calidad tiene un espacio mejor para irrumpir directo a los oídos. CAF logró eso ante centenares de personas que escucharon fuerte y claro el mensaje. Nada más. Nada menos.
Pasó más de una década para que The Mars Volta regresara a nuestro país, y pese a que tenían nuevo material bajo el brazo, el proyecto a cargo de Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala se presentó ante su fiel fanaticada en el Movistar Arena con una impronta distinta al típico tour de promoción, muy por el contrario, centraron sus esfuerzos en una celebración a su obra y a la carismática sinergia que elaboran en el escenario, dando espacio para que una lluvia de melodías se deslizaran como conjuros desde sus instrumentos hacia la audiencia. Todo ese ritual, evidentemente, estuvo antecedido por un acto local que esta vez corrió a cargo de Miguel Conejeros y su proyecto F600, quien amenizó la jornada con distintas mezclas y una electrónica de tintes eclécticos y mucha sustancia, recibida respetuosamente por los asistentes que llegaron más temprano.
Ya entrada la hora del plato estelar, la agrupación salió a escena con unos minutos de retraso pero con una intensidad marcada desde el primer acorde. De entrada es evidente que la banda ya no es la misma, pero no por tener una formación diferente, sino más bien por la forma en que la dupla de Cedric y Omar se desenvuelven en el escenario como dos fuerzas imparables, y en ciertas lógicas completamente opuestas. Mientras la ceremonia entra en tierra derecha con “Vicarious Atonement”, ambos músicos entran en un diálogo que es sostenido por una banda que, de manera impecable, se concentran en sacar el mayor provecho posible para hacer brillar a las dos piezas centrales de esta maquinaria sonora.
La fuerza creativa del dúo está más desatada que nunca y, aunque esos elementos comunes que se encuentran en todos sus proyectos siguen inevitablemente ahí, la mejor forma en que la banda comprueba su identidad es en demostrar su inigualable manera de interpretar. Es así como composiciones gigantes de la talla de “L’Via L’Viaquez”, “Cicatriz ESP” o “The Widow”, encuentran su espacio dentro del setlist de manera excepcional, así como también pese a ser parte de distintos discos logran desencadenar una secuencia precisa con cada movimiento.
Esa capacidad anteriormente mencionada también encuentra atisbos de modernidad con canciones como “Shore Story”, por ejemplo, que se presenta como una composición que perfectamente puede sonar en una radioemisora junto a artistas de música más alternativa. Sin mayores tapujos, es como también puede sonar una exploración más arriesgada con “Drunkship Of Lanterns”, demostrando las distintas caras de TMV en todas sus capas sonoras.
Como toda buena banda de progresivo, The Mars Volta es un espectáculo de cocción lenta y una digestión incluso más pausada, debido a que los constantes juegos de guitarras, batería y cambios de ritmo a toda velocidad se van articulando poco a poco en un show que no transita entre la calma y la tempestad, sino que entre la intensidad y la elegancia de la interpretación, dando como resultado un sonido más aterrizado y robusto, sin exponer muchas fracturas en el camino.