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Peter Murphy: Magia Negra

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La caricatura de lo gótico muchas veces hace que se subestime su relevancia en el ámbito artístico. Sea en la edad media, cuando fue el catalizador para el paso a la modernidad, o hace cuatro décadas, cuando la música no sabía cuál sería el siguiente paso en la alternatividad, lo gótico siempre opera como un espacio de transición, pero también en mérito propio, siendo la oscuridad que antecede al amanecer. Es esa magia, y ese único momento en que la oscuridad surge como respuesta y no como consecuencia, el que se celebró en la noche del sábado 13 de octubre en un Teatro Caupolicán lleno de poleras, corsés, pantalones, chaquetas y zapatos negros. Miles de personas se congregaron para ver a un Peter Murphy que sigue en su senda de aparentar lejanía para convertirse en una especie de sacerdote o líder de un culto, con movimientos ampulosos y gestos teatrales, pero que también está comenzando a denotar ciertos aspectos de la edad, muy mínimos, modificando ciertas ideas y dinámicas.

A eso de las 20:00 hrs., cuando todavía no llegaba tanta gente, se presentó la banda nacional The Fallacy, una de esas pruebas de que una estética es capaz de llegar más allá de un género musical específico. La oscuridad que queda bien con el rock alternativo, también opera en un metal controlado, pero con trazos de estilismo muy interesantes. Una presentación que, sin embargo, no tuvo tanto público debido a que la gran mayoría llegó en el último tramo de la espera por Murphy.

La celebración fue más oscura aún porque esta vez eran los 40 años de Bauhaus, y por ello que la ocasión era más especial, con David J volviendo al bajo junto a Peter, y con la promesa de “In The Flat Field” (1979) tocado por completo, justamente lo que Murphy y los suyos hicieron desde las 21:00 horas, puntualísimos, tocando el icónico disco de principio a fin, en el mismo orden. Y de inmediato al segundo track –que además nombra al álbum–, donde se nota la mano de David J y ese bajo que penetra la melodía, enterrándole un cuchillo para bailar bajo la amenaza de perder sutileza, pero no intensidad.

Al comienzo parecía que la devoción del público santiaguino no le alcanzaba a Murphy, quien al final de “God Is In The Alcove” retó al iluminador por no hacer blackout de la manera que se suponía, enojándose mucho y viéndose fastidiado por todo ese primer set de canciones, quizás demasiado lejano a un público con el que, en particular, él siempre trata de ser generoso. Quizás ese problema, y un par de acoples, retrasaron los instantes de mayor humanidad de un Peter que no escatimaría tiempo ni espacios en el setlist para celebrar el legado de Bauhaus.

Sin que el resto de los músicos bajaran del escenario, Murphy se fue y volvió para comenzar con la parte “grandes éxitos” del show, partiendo con “Burning From The Inside” y “Silent Hedges”. Pero donde el karaoke se hizo colectivo fue con el primer single, “Bela Lugosi’s Dead”, ese trance que implicaba baile, canto, y también un recuerdo, ya fuera de esos tiempos directamente, o de la adolescencia o los momentos en que se descubría a Bauhaus. Gente en los 90 descubriendo lo gótico para enfrentar al grunge o el britpop, gente en los 2000 descubriendo a Bauhaus para no quedarse con propuestas más luminosas como Franz Ferdinand o The Strokes, quienes también venían con influencias de un post-punk y ese período de transición.

She’s In Parties” también fue muy coreada por la gente que se vería sorprendida cuando irrumpió “Terror Couple Kill Colonel” o “The Passion Of The Lovers”, para terminar con “Dark Entries”. Claramente la gente estaba encendida, luego de ese inicio más rocoso, para querer más, y tal vez “Severance” –ese calmo y profundo cover de una banda tan oscura como ceremoniosa como es Dead Can Dance– no era lo que esperaba la gente que quería fiesta y celebración, pero era necesaria una pausa para comprender la extensión de Murphy como intérprete y su forma de volver canciones ajenas a lo suyo, como ocurrió con el segundo encore que partió con “Telegram Sam” de T.Rex, y culminó con la bola disco girando e iluminando el Caupolicán con el ya tradicional homenaje a David Bowie con “Ziggy Stardust”. Que Murphy use una canción protagónica de la carrera de un camaleón como Bowie también muestra parte de su naipe: no se trata de que simplemente todos se visten de negro y listo, sino que hay que lograr generar colores en medio de la oscuridad.

Luego de hora y media de concierto, quedó claro cómo es la magia de Peter Murphy, siendo capaz de evitar los tonos polares y convergiendo en una serie de matices relevantes, que con la presencia de David J y de las canciones de Bauhaus pudo convertir a la nostalgia en frescura y al recuerdo en celebración, como pocos son capaces de hacer.

Setlist

  1. Double Dare
  2. In The Flat Field
  3. God Is In The Alcove
  4. Dive
  5. The Spy In The Cab
  6. Small Talk Stinks
  7. St. Vitus Dance
  8. Stigmata Martyr
  9. Nerves
  10. Burning From The Inside
  11. Silent Hedges
  12. Bela Lugosi’s Dead
  13. She’s In Parties
  14. Terror Couple Kill Colonel
  15. The Passion Of The Lovers
  16. Dark Entries
  17. Severance (original de Dead Can Dance)
  18. Telegram San (original de T.Rex)
  19. Ziggy Stardust (original de David Bowie)

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Virus: De generación en generación

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En momentos donde la memoria emerge como acto reflejo tras un oscuro día sábado lluvioso, pareciese que la música se vuelve un viaje en el tiempo, donde nuestra historia se hace vívida en un recuerdo. Sin planificarlo ni intencionarlo, este sería el contexto en donde se llevaría a cabo una nueva visita de Virus, una de las banda trasandinas más queridas en territorio nacional.

Entre sobrios abrigos, chaquetas y paraguas, el Teatro Coliseo comienza a tomar forma. Los primeros asistentes no dudan en tomar los puestos privilegiados para esta jornada de recuerdo, baile y clásicos del rock latino. Mientras sigue ingresando el público, se hace evidente que la música es un legado que también se puede transmitir de generación en generación, ya que las y los asistentes que se convocan a este espacio, también son jóvenes, hijas e hijos.

Zebra 93 fueron los encargados de iniciar esta jornada. La banda que se compone de dos chilenos y una argentina, logran capturar la atención de la decena de responsables asistentes que llegan al recinto de Nataniel Cox pese al frío, la lluvia y tenue neblina; por lo mismo, es que buscan entrar en calor en tiernos y tímidos pasos de baile al ritmo de un carismático electropop, por este motivo, tracks como “Veleros”, “Otros” y “Las Olas” se vuelven la previa de una dichosa y feliz noche, como metáfora y acción.

Tras finalizar una cándida presentación, Zebra 93 se despide con “Corazonada”, el recinto con más de la mitad de su capacidad, cede ante la delicadeza de este afectuoso track. Entre buenos deseos, la banda deja el escenario y comienza la cuenta regresiva para la visita de Virus en Chile, por lo mismo, el staff de la banda raudamente sale por los costados del escenario, acomodando y probando instrumentos bajo el alero y liderazgo de una roadie mujer, quien con impoluta seguridad, se destaca con proeza en el momento más íntimo de los shows en vivo.

Sin vacilaciones, la banda sale al escenario en coordinada elegancia. Evitando las aletargadas introducciones, Virus comienza su presentación con “Sin Disfraz”, dejando en claro que sus propios éxitos son la mejor manera de romper el hielo. Continuamos con “Tomo Lo Que Encuentro”, “Lugares Comunes” y “Pecados Para Dos”, sentenciando que “Locura” (1985) es uno de los discos más importantes de su carrera, pero también es un disco esencial en la música latina, apostando por sonidos y acordes llamativos para apropiarse de la retórica de la sexualidad, como un campo de democratización del placer y no un secreto a voces.

El público rendido ante coros colectivos y bailes de cargada energía, dan cuenta que la primera resistencia es reapropiarse de la música y el baile, aunque el contexto jamás lo permita, una premisa que se plasma en la historia de la banda que también se encarna en el legado de Federico Moura, quién hoy se hace presente en este show por su capacidad propositiva, pero también en las gráficas que dibujan su rostro en “Dicha Feliz”, logrando que la decena de asistentes se refugien en esta interpretación colectiva, que guarda memorias que se guardan en lo más profundo de nuestro silencio.

Virus deja el escenario con todos los éxitos de su carrera a disposición de un público que los siguió desde juventud y que hoy vuelven con más años, algunos vuelven de la mano con sus hijas e hijos, mientras que otras y otros asistentes se hacen presentes por el legado histórico que esta banda significa en lo musical y lo personal. “Wadu-Wadu”, “Una Luna de Miel en la Mano” y “Carolina”, son los tracks que cierran esta potente velada que ni el frío, pudo cesar el fulgor de este público que se declara en dicha feliz. Caras de asombro, alegría y satisfacción dejan el recinto que se transformó en un viaje en el tiempo. Volvemos al 2023 con frío y hambre, pero siempre reflexionando en las palabras de Federico Moura que se toman la presentación, porque sí, es verdad: “Hay que salir del agujero interior”.

Setlist

  1. Sin disfraz
  2. Tomo lo que encuentro
  3. Lugares comunes
  4. Pecados para dos
  5. Dame una señal
  6. Superficies de placer
  7. Imágenes paganas
  8. Destino circular
  9. Ausencia
  10. ¿Qué hago en Manila?
  11. Desesperado secuencia uno
  12. Dicha feliz
  13. Despedida nocturna
  14. Transeúnte sin identidad
  15. Los sueños de Drácula
  16. Amor descartable
  17. El probador
  18. Densa realidad
  19. Pronta entrega
  20. Hay que salir del agujero interior (Federico Moura en las Gráficas)
  21. Wadu-Wadu
  22. Mirada Speed
  23. Una luna de miel en la mano
  24. Carolina

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