Era el esperado y anticipado debut de los norteamericanos en nuestro país. Tras una serie de tentativas, Nothing por fin pisaba Sudamérica para descargar toda su potencia en México, Costa Rica, Brasil, Perú y Chile. Así, el cuarteto responsable del tremendo “Tired Of Tomorrow” (2016) se presentaba sobre el escenario de un repleto Club Chocolate, que ya en su estreno local aparentemente les quedó chico.
Y es que al iniciar con el doblete de “Say Less” y la demoledora batería de “April Ha Ha” de su último disco “The Great Dismal” (2020), la banda dejó en claro su principal objetivo de esta gira: reventar tímpanos. El paseo entre distorsiones y texturas que salían de sendos Twin Reverb de DomenicPalermo y DoyleMartin en guitarras y el preciso y saturado bajo de Christina Michelle complementaban y fatigaban el ambiente que sólo se rompía con los golpes secos de bombo y caja de KyleKimball en batería. El lugar resistió y resintió bien el poderío de Nothing, que sin mayores problemas técnicos sonó de lujo.
En extremo sencillos y sin pretensiones, los liderados por Palermo parecieran pasar inadvertidos para el grueso de la escena, sin embargo administran con claridad y propiedad una receta única donde el shoegaze se cruza con el hardcore y otros argumentos. Nothing en esencia representa lo más crudo del shoegaze que deja sensibles los oídos de todos, pero también cuentan con la especial destreza de sonar como quieren. Así, la banda no necesita parecerse a lo que ya conocemos del género, no buscan la estridencia incomprensible de my bloody valentine ni recurren a las técnicas que otros ya buscan para su sonido. Nothing son originales y a su manera han reconfigurado los límites del shoegaze moderno.
El show, acompañado de visuales y una iluminación siempre tenue, dio paso a un breve espacio donde las melodías más atmosféricas se tomaron el local. “Fever Queen” y “The Dead Are Dumb” de “Tired Of Tomorrow” sirvieron de descanso a las cabezas y oídos. Así, la banda con soltura repasó tracks de discos más lejanos y se dio el tiempo de compartir y tomar breves interludios entre visuales. Hacia el final, Club Chocolate estallaría con “Vertigo Flowers” y culminaría con “(HOPE) Is Just Another With A Hole In It“.
Locura, pit y crowdsurfing mediante, Nothing selló su primer paso por nuestro país con gusto a poco y un compromiso de regresar. Considerando lo complejo para que ciertas bandas puedan recorrer Sudamérica, la entrega, hospitalidad y humildad de Nothing con su fiel y masivo público chileno demuestra que acercamientos con estas bandas sí funcionan y sí mantienen viva una escena que no puede morir. Nothing se lleva el recuerdo de una producción y un público serio y correcto.
Pasó más de una década para que The Mars Volta regresara a nuestro país, y pese a que tenían nuevo material bajo el brazo, el proyecto a cargo de Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala se presentó ante su fiel fanaticada en el Movistar Arena con una impronta distinta al típico tour de promoción, muy por el contrario, centraron sus esfuerzos en una celebración a su obra y a la carismática sinergia que elaboran en el escenario, dando espacio para que una lluvia de melodías se deslizaran como conjuros desde sus instrumentos hacia la audiencia. Todo ese ritual, evidentemente, estuvo antecedido por un acto local que esta vez corrió a cargo de Miguel Conejeros y su proyecto F600, quien amenizó la jornada con distintas mezclas y una electrónica de tintes eclécticos y mucha sustancia, recibida respetuosamente por los asistentes que llegaron más temprano.
Ya entrada la hora del plato estelar, la agrupación salió a escena con unos minutos de retraso pero con una intensidad marcada desde el primer acorde. De entrada es evidente que la banda ya no es la misma, pero no por tener una formación diferente, sino más bien por la forma en que la dupla de Cedric y Omar se desenvuelven en el escenario como dos fuerzas imparables, y en ciertas lógicas completamente opuestas. Mientras la ceremonia entra en tierra derecha con “Vicarious Atonement”, ambos músicos entran en un diálogo que es sostenido por una banda que, de manera impecable, se concentran en sacar el mayor provecho posible para hacer brillar a las dos piezas centrales de esta maquinaria sonora.
La fuerza creativa del dúo está más desatada que nunca y, aunque esos elementos comunes que se encuentran en todos sus proyectos siguen inevitablemente ahí, la mejor forma en que la banda comprueba su identidad es en demostrar su inigualable manera de interpretar. Es así como composiciones gigantes de la talla de “L’Via L’Viaquez”, “Cicatriz ESP” o “The Widow”, encuentran su espacio dentro del setlist de manera excepcional, así como también pese a ser parte de distintos discos logran desencadenar una secuencia precisa con cada movimiento.
Esa capacidad anteriormente mencionada también encuentra atisbos de modernidad con canciones como “Shore Story”, por ejemplo, que se presenta como una composición que perfectamente puede sonar en una radioemisora junto a artistas de música más alternativa. Sin mayores tapujos, es como también puede sonar una exploración más arriesgada con “Drunkship Of Lanterns”, demostrando las distintas caras de TMV en todas sus capas sonoras.
Como toda buena banda de progresivo, The Mars Volta es un espectáculo de cocción lenta y una digestión incluso más pausada, debido a que los constantes juegos de guitarras, batería y cambios de ritmo a toda velocidad se van articulando poco a poco en un show que no transita entre la calma y la tempestad, sino que entre la intensidad y la elegancia de la interpretación, dando como resultado un sonido más aterrizado y robusto, sin exponer muchas fracturas en el camino.