Desde el anuncio de su llegada a la región, la apoteósica gira de Mötley Crüe y Def Leppard prometía ser uno de los espectáculos más esperados de la temporada, sobre todo luego de exitosas fechas en Estados Unidos que fueron creciendo el hype de cara al regreso de ambas agrupaciones a nuestro país, ya que tanto los liderados por Joe Elliott como los de Vince Neil cumplirían su segundo concierto en Santiago. La gira que los trajo en conjunto aterrizó hasta el Estadio Bicentenario de La Florida congregando a miles de fanáticos, quienes desde temprano llenaron el recinto para ser recibidos en primera instancia por la banda nacional Whisky Blood, que tuvo gran repercusión mediática en su cruzada para transformarse en los teloneros de esta cita.
Lo de Def Leppard solamente se puede describir de una forma: impecable. Existe una serie de factores que determinan esa afirmación, pero principalmente la banda demuestra un sólido oficio en el escenario al cuidar cada uno de los detalles que debería tener un grupo de rockstars como los británicos. Puesta en escena, excelente sonido y un carismático frontman como Joe Elliott definieron a una banda que se caracterizó no solo por demostrar el mejor estado físico y sonoro que se ha visto a alguna de las bandas de los 80 que siguen girando a estas alturas, sino que también por la frescura propia de venir con material nuevo bajo el brazo, algo que un nombre con esta trayectoria no siempre necesite. Fue con el álbum “Diamond Star Halos” (2022) que el quinteto aterrizó por segunda vez en Santiago, aprovechando de promocionar esta placa en el inicio con “Take What You Want”, además de “Kick” y “This Guitar”, esta última añadiendo el toque de versatilidad tan presente en el décimo segundo larga duración de los británicos.
El carisma de cada uno de sus integrantes hace que el conjunto se tome el escenario con una soltura y naturalidad que se destaca, principalmente con Elliott paseándose por toda la pasarela y la dupla de guitarristas Phil Collen y Vivian Campbell desplegando sus solos en insignes tracks como “Animal”, “Love Bites”, “Rocket”, entre otros hits que sonaron durante el set de la banda. Cuando en un punto de la noche, el frontman presentó al baterista Rick Allen como “el beat del rock and roll”, no pudo estar más acertado, ya que el músico se empeña en remarcar su presencia desde arriba con un ritmo constante, directo y que da los cimientos suficientes para sostener cada una de las composiciones que el grupo despliega en su setlist. Pese a que fueron los encargados de abrir la noche, la banda británica hizo su show completo, no olvidando otros gigantes éxitos como “Hysteria” o “Pour Some Sugar On Me”, que fueron coreadas prácticamente por la totalidad del estadio.
Hacia el final, los fans recibieron la clásica despedida de la banda con el dúo “Rock Of Ages” y “Photograph”, siendo interpretadas de una manera cohesiva por cada uno de sus integrantes, siempre bajo el ritmo de Allen y el pulso del bajista Rick Savage, el integrante más antiguo de la banda y quien ayudó como artífice de las estructuras sonoras que cada hit desplegado por los británicos deslumbraría a los presentes. Elliott pidió perdón por tardar tanto en volver, pero prometió que esta no sería la última vez. Con el oficio y la dedicación que Def Leppard entrega en el escenario, perfectamente podríamos estar ad portas del anhelado concierto en solitario del quinteto en nuestro país, arrastre y energías hay de sobra para eso, solo falta que se dé nuevamente la oportunidad de tenerlos en Chile.
Con un espacio de 20 minutos después de la hora anunciada, prácticamente igual que sus compañeros, a las 22:20 llegaría el turno de los oriundos de Los Angeles, quienes desde el primer minuto demostraron que este sería un show como nunca antes habían presenciado los fanáticos locales. Esto, porque desde el inicio con “Wild Side” se vio en escena a unos Mötley Crüe diferentes, ciertamente renovados con la adición de John 5 como guitarrista en reemplazo de Mick Mars, algo que se aseguró solamente sería para los escenarios, pero que tiene toda la pinta de transformarse en una alineación permanente. Esto se sustenta no solo en la facilidad con la que el también guitarrista de Rob Zombie se acopló a la banda, debido a que impregna una energía a sus compañeros para refrescar el show que el cuarteto entregó a 12 años de su debut en Santiago, ahora con toda la parafernalia y una puesta en escena que gritaba “extravaganza” por todos lados.
Los excesos a los que Mötley Crüe recurre no son solamente literales (otro espacio habrá para hablar de los problemas de drogas y escándalos de sus integrantes), sino que además se trasladan a lo que representan en el escenario con pantallas, trajes, escenografía, coristas, y cuanto cliché más se puede esperar del glam metal. La banda está consciente de eso y lo aprovecha al máximo, utilizando cada artilugio para que el show sea de la mejor manera posible, tal como el papel crucial de John en la guitarra, el rol de hype man que usa el bajista Nikki Sixx (a ratos el verdadero frontman y líder), e incluso el delay que Vince Neil tuvo toda la noche en su micrófono, gran parte para opacar los problemas de voz que ha enfrentado y salir airoso con toda la actitud de un rockstar en el escenario.
Crucial también sería el apoyo de las “Nasty Habits”, muchas veces bailando alrededor de Tommy Lee mientras hacía lo suyo en la batería, o también paseándose por el escenario para apoyar a Neil en canciones como “Looks That Kill”, “Girls, Girls, Girls”, entre otros clásicos que sonaron en la jornada. Hannah Sutton y Ariana Rosado no necesariamente opacaron al cantante durante estas interpretaciones, por el contrario, lograron ayudarlo en hacer que la experiencia fuera la de todo un show de rock salido de Los Angeles, con todo lo que eso implica, desde el medley donde desfilaron himnos como “Rock And Roll, Part 2”, “Smokin’ In The Boys Room”, “Helter Skelter”, “Anarchy In The U.K.” y “Blitzkrieg Bop”, hasta la emotiva interpretación en la pasarela de “Home Sweet Home”, con Tommy Lee sentado al piano y acercándose un poco más a los fanáticos de la cancha, quienes eufóricos corearon cada canción hasta el cierre con la infaltable “Kickstart My Heart”, momento en que el cuarteto llegó a la cúspide de su renacer como banda de rock histórica.
Tanto Mötley Crüe como Def Leppard supieron encantar a la audiencia a su manera, utilizando cada uno su principal atributo con el fin de entretener a los presentes. Tanto el oficio como la actitud son características muy importantes a la hora de mantener la vigencia en los escenarios con tantas décadas a cuestas. Ciertamente es notorio que ambas bandas tienen mucha energía y varios años por delante, y contrario a lo que cualquiera pensaría, están encaminadas a no ser ese acto de “leyendas” que sube al escenario con la mitad de las ganas y talento de antaño. La edad pasa y el legado se hace cada vez más importante para defenderlo en vivo, de esta forma y con este rumbo, no es tarea compleja cuando la decisión de hacer las cosas bien te mantiene enfocado en lo tuyo.
Setlist Def Leppard
Take What You Want
Let’s Get Rocked
Animal
Foolin’
Armageddon It
My Kick
Love Bites
Promises
This Guitar
When Love and Hate Collide
Rocket
Bringin’ On the Heartbreak
Switch 625
Hysteria
Pour Some Sugar On Me
Rock Of Ages
Photograph
Setlist Mötley Crüe
Wild Side
Shout At The Devil
Too Fast For Love
Don’t Go Away Mad (Just Go Away)
Saints Of Los Angeles
Live Wire
Looks That Kill
The Dirt (Est. 1981)
Rock And Roll, Part 2 / Smokin’ In The Boys Room / Helter Skelter / Anarchy In The U.K. / Blitzkrieg Bop
Pasó más de una década para que The Mars Volta regresara a nuestro país, y pese a que tenían nuevo material bajo el brazo, el proyecto a cargo de Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala se presentó ante su fiel fanaticada en el Movistar Arena con una impronta distinta al típico tour de promoción, muy por el contrario, centraron sus esfuerzos en una celebración a su obra y a la carismática sinergia que elaboran en el escenario, dando espacio para que una lluvia de melodías se deslizaran como conjuros desde sus instrumentos hacia la audiencia. Todo ese ritual, evidentemente, estuvo antecedido por un acto local que esta vez corrió a cargo de Miguel Conejeros y su proyecto F600, quien amenizó la jornada con distintas mezclas y una electrónica de tintes eclécticos y mucha sustancia, recibida respetuosamente por los asistentes que llegaron más temprano.
Ya entrada la hora del plato estelar, la agrupación salió a escena con unos minutos de retraso pero con una intensidad marcada desde el primer acorde. De entrada es evidente que la banda ya no es la misma, pero no por tener una formación diferente, sino más bien por la forma en que la dupla de Cedric y Omar se desenvuelven en el escenario como dos fuerzas imparables, y en ciertas lógicas completamente opuestas. Mientras la ceremonia entra en tierra derecha con “Vicarious Atonement”, ambos músicos entran en un diálogo que es sostenido por una banda que, de manera impecable, se concentran en sacar el mayor provecho posible para hacer brillar a las dos piezas centrales de esta maquinaria sonora.
La fuerza creativa del dúo está más desatada que nunca y, aunque esos elementos comunes que se encuentran en todos sus proyectos siguen inevitablemente ahí, la mejor forma en que la banda comprueba su identidad es en demostrar su inigualable manera de interpretar. Es así como composiciones gigantes de la talla de “L’Via L’Viaquez”, “Cicatriz ESP” o “The Widow”, encuentran su espacio dentro del setlist de manera excepcional, así como también pese a ser parte de distintos discos logran desencadenar una secuencia precisa con cada movimiento.
Esa capacidad anteriormente mencionada también encuentra atisbos de modernidad con canciones como “Shore Story”, por ejemplo, que se presenta como una composición que perfectamente puede sonar en una radioemisora junto a artistas de música más alternativa. Sin mayores tapujos, es como también puede sonar una exploración más arriesgada con “Drunkship Of Lanterns”, demostrando las distintas caras de TMV en todas sus capas sonoras.
Como toda buena banda de progresivo, The Mars Volta es un espectáculo de cocción lenta y una digestión incluso más pausada, debido a que los constantes juegos de guitarras, batería y cambios de ritmo a toda velocidad se van articulando poco a poco en un show que no transita entre la calma y la tempestad, sino que entre la intensidad y la elegancia de la interpretación, dando como resultado un sonido más aterrizado y robusto, sin exponer muchas fracturas en el camino.