Nunca hay que pasar por alto el valor de las guitarras pesadas en Lollapalooza, sobre todo si estas gozan de tanto estilo y potencia como es el caso de Volbeat. La pluralidad del evento permite que actos como estos no se vean fuera de lugar; y es que los daneses manejan al pie de la letra el manual de estilo para crear canciones gancheras, lo que puede ser perfecto para ganar adeptos entre los más curiosos que pululan por los distintos escenarios del festival. En ese contexto, la propuesta de Volbeat se ajusta perfectamente al espíritu: metal para las masas.
La polvareda que se desató apenas empezó “TheDevil’s Bleeding Crown” ya prometía que esto iba a ser de alto octanaje. Sin importar el calor abrazante de la jornada, los asistentes no decayeron en ningún momento y se entregaron a la tríada compuesta por “Heaven Nor Hell”, “A Warrior’s Call” y “I Only Wanna Be With You” cantando a todo pulmón y poniendo los puños en alto, como si se tratara del ejército más poderoso del mundo.
La emoción de “Lola Montez”, vitoreada a rabiar por el público, sumada al vértigo de “16 Dollars”, en la que el vocalista Michael Poulsen invitó a las damas presentes a subirse a los hombros de sus acompañantes, y a la dualidad country–punk de “Sad Man’s Tongue”, con el guiño respectivo al hombre de negro, hablaron de una banda que manejó su catálogo pensando en un público de festival, mostrando sus distintas facetas y explicitando una clara visión de lo que tienen para entregarle al público, con referentes que saltan a la vista claramente, pero que no opacan el resultado de una propuesta por momentos bastante ecléctica, ya que pasa sin problemas desde el country y el rockabilly hasta el metal de corte más extremo, como se pudo apreciar en los riffs machacadores de “Slaytan”.
“Dead But Rising”, “Seal The Deal” y “For Evigt” sumaron más potencia a una actuación que no decayó en ningún momento y que evidenció la pasión que los propios Michael Poulsen, Jon Larsen, Kaspar Boye Larsen y Rob Caggiano sienten por el género, con una ejecución perfecta de cada uno de sus instrumentos recorriendo el escenario en todo momento y cambiándose de micrófono para cantar en distintas partes de este, lo que no sólo es una muestra de dominio escénico, sino que también es una señal de confianza entre compañeros de ruta, sinergia que también se hizo tangible cuando Boye Larsen, Caggiano y Poulsen cantaron a coro. Se nota que sus canciones están hechas para pasarlo bien y esa chispa no se perdió en ningún momento.
El final con “Black Rose” y “Still Counting” cerró una hora de concierto en que los daneses lo dieron todo sobre la tarima del Acer Stage, gesto que sus fanáticos supieron reconocer entregándose de lleno a la experiencia proporcionada por una banda que, a final de cuentas, logra mezclar elementos que la hacen ser transversal por donde se le mire, lejos de ser una propuesta de nicho, como muchas veces se le acusa a agrupaciones de esta índole. Por el contrario, Volbeat es tan versátil, que logra caer de pie tanto en Lollapalooza como en cualquier festival de metal del mundo, lo que prueba que nunca hay que perder de vista las sorpresas que pueden dejar los sonidos más afilados. De hecho, la historia de las bandas de ese corte en el festival siempre ha dejado una buena sensación y esta vez no fue la excepción.
Era el debut más que esperado para una de las bandas más interesantes que surgieron durante los dosmil gracias a “Old World Underground, Where Are You Now?” (2003), que casualmente cumple 20 años desde su lanzamiento. En ese contexto, la banda venía presentando pinceladas de su época debut y mezclando aquello con parte de su último disco “Formentera II” (2023), en una gira que los tuvo por México y Perú antes de aterrizar en nuestro país.
Parece extraño que después de tantos años de popularidad la banda canadiense no haya pisado suelo chileno sino hasta muchísimo tiempo después, saldando así un plazo y una deuda de larga data. Con una carrera en extenso y sólida, el grupo al fin debutaba frente a un buen marco de público en Teatro Coliseo, que se convirtió en una fiesta de principio a fin.
Emily Haines, de brillante atuendo, salía a escena más animada y sorprendida que de costumbre, sintiendo a cada una de las personas del teatro, que hicieron del show un espacio más íntimo que de costumbre. Tras un breve retraso, el grupo no perdió el tiempo con “Cascades”, “Doomscroller” y “Gold Gun Girls”. Con una ejecución más que nítida del resto de la banda, la energía y la onda que emana Haines fluyó y acompañó su voz en un muy buen estado.
Le siguieron el hit “Gimme Sympathy” que hizo bailar a toda la cancha y significó un punto alto del show, con Haines visiblemente sorprendida del recibimiento del público chileno, que la acompañó bailando y coreando cada tema. Con el mismo entusiasmo pasaron “Formentera” y la divertida “Synthetica” para dar paso a “Help I’m Alive”, uno de los tesoros de su época anterior y uno de sus mejores temas. Al cierre, “Combat Baby” desató la locura con sus mezclas de electrónica y guitarras.
Lamentablemente, la espera y la expectativa por tributar su primer álbum era alta en parte del público, que esperaba más canciones de su debut -extrañando, por ejemplo, una interpretación de “IOU”- sin embargo, la banda reapareció en escena para regalar en formato acústico “Calculation Theme”, seguida de “Monster Hospital” y “Black Sheep”, otra de las esperadas por el público y que fue popularizada en la banda sonora de la película “Scott Pilgrim vs. The World”. Al final, la sentida y emotiva interpretación de “Breathing Underwater” fue el cierre perfecto con su atmósfera y cadencia que dejó los ánimos más que calmos para coronar una más que correcta primera visita de la banda a nuestro país.