Contra toda su naturaleza monótona, la tarde del pasado domingo fue escenario de múltiples jornadas musicales, donde el ska se hizo presente para recibir a uno de los grandes números hispanoparlantes de dicho sonido jamaicano. Juantxo Skalari, quien otrora ofició como frontman de los ibéricos Skalariak, volvía a encontrarse con su público luego de varias visitas, tanto en solitario como con su antigua banda. Una nueva presentación que hizo bailar a sus fanáticos, destacando la complicidad y estrecha cercanía entre ambas partes.
El preámbulo de la jornada estuvo a cargo de tres bandas: los locales Kaña Eterna y Rojo Vivo, junto a los invitados desde Perú, Psicosis. En un tramo de tres horas, las agrupaciones mostraron sus propuestas, todas ligadas de alguna u otra manera con el sonido ska. Lamentablemente, los reiterados problemas en el sonido, junto a la ausencia de una performance atractiva por parte de los teloneros, no lograron encender los ánimos previos, ofreciendo presentaciones más bien tibias y que sólo lograron cumplir, arrastrándole toda la responsabilidad de brindar una jornada memorable a los anfitriones.
Afortunadamente, Juantxo y compañía tienen la experiencia suficiente para ofrecer un show enérgico. La banda hacía su obertura con el tema que introduce su última placa, “Rudi Records” (2018), elevando los ánimos de un Teatro Cariola que hasta ese entonces permanecía demasiado quieto. A continuación de “Sarrera VIII”, la banda le hacía frente a la adversidad de los tiempos con “Puedo Olvidar”. Juantxo es consciente que el grueso de sus fanáticos lo siguen desde tiempos de Skalariak, por lo tanto, esperan una presentación que recuerde a su anterior conjunto. Sin decepcionar a las expectativas, el conjunto retomó la carga con “A Buen Ritmo”, transformando al teatro en un coro multitudinario, repitiendo estos guiños a lo largo de todo el show e intercalando, en partes iguales, canciones tanto de su repertorio presente como de su banda anterior.
Luego de “Contigo Estaré Bien”, las referencias a Skalariak no se hicieron esperar con “Estoy De Revuelta”, ofreciendo un intenso baile y canto por parte de los fanáticos, mientras que “Emakume Askea …Lur Askea” entregaba un respiro al ritmo del reggae. Ocasión pertinente para invitar en las voces a una amiga de la banda, que también interpretó “Fuego Negro”. El ska de corte más tradicional se hizo presente con la “Makina Ska” y el homenaje a un clásico jamaiquino, “Phoenix City”, original de Ronald Alphonso, cuya versión más famosa es la interpretada por la banda skinhead-reggae, Symarip. La Skalari Rude Band interpretaba el cover mientras su frontman alzaba una bandera con cuadros blancos y negros por un lado, y la bandera de Trojan Records por el otro. Ambos símbolos de la conciencia anti racista de la cultura skinhead. Luego de un breve interludio, la banda retomó la segunda porción del show con “Sarrera VII”, de su anterior disco “Rude Station” (2014).
A lo largo de su carrera, Juantxo se ha caracterizado por darle un acento político a sus letras, ya sea reivindicando procesos sociales de la historia o denunciando problemáticas actuales. “Nuevo Octubre” y “Vodka Revolution” hacían referencia a la épica soviética, mientras que “Partisana” recibió la dedicatoria “a todas las luchadoras de ayer y de hoy”, según las palabras del vocalista.
Acercándose al cierre de la jornada, la mayor parte de las canciones se enfocaron en el repertorio de su ex banda. “Skalari Rude Klub” y “Despídeme” hacían bailar y cantar al teatro completo, cuando Juantxo dedicó un momento para recordar a aquellos refugiados españoles que llegaron a Chile luego de la Guerra Civil con “Winnipeg Navega”, en homenaje al barco que arribó a las costas de Valparaíso en 1939. Los clásicos de Skalariak retornaron con “Puto Alcohol”, “Jaia”, “José República” y “Sólo Vivir”, para luego dar el cierre definitivo con “Rudi Not Dead”, concluyendo de forma alegórica el trabajo incesante dentro de la escena ska en sus más de veinte años de carrera.
Al terminar la presentación de La Rude Band, la sensación que deja es la de reencontrarse con un viejo conocido. Un amigo lejano que cada cierto tiempo vuelve para ponerse al día y nutrir la complicidad con su público luego de cada show. Uno de varios encuentros y que, sin duda, no será el último. Todo de la mano de Juantxo Skalari, que, tal como dicta su canción, es un rude boy incansable que aún no está dispuesto a bajar los brazos, no mientras el público siga dispuesto a bailar sus canciones y hacer carne cada una de sus letras.
Pasó más de una década para que The Mars Volta regresara a nuestro país, y pese a que tenían nuevo material bajo el brazo, el proyecto a cargo de Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala se presentó ante su fiel fanaticada en el Movistar Arena con una impronta distinta al típico tour de promoción, muy por el contrario, centraron sus esfuerzos en una celebración a su obra y a la carismática sinergia que elaboran en el escenario, dando espacio para que una lluvia de melodías se deslizaran como conjuros desde sus instrumentos hacia la audiencia. Todo ese ritual, evidentemente, estuvo antecedido por un acto local que esta vez corrió a cargo de Miguel Conejeros y su proyecto F600, quien amenizó la jornada con distintas mezclas y una electrónica de tintes eclécticos y mucha sustancia, recibida respetuosamente por los asistentes que llegaron más temprano.
Ya entrada la hora del plato estelar, la agrupación salió a escena con unos minutos de retraso pero con una intensidad marcada desde el primer acorde. De entrada es evidente que la banda ya no es la misma, pero no por tener una formación diferente, sino más bien por la forma en que la dupla de Cedric y Omar se desenvuelven en el escenario como dos fuerzas imparables, y en ciertas lógicas completamente opuestas. Mientras la ceremonia entra en tierra derecha con “Vicarious Atonement”, ambos músicos entran en un diálogo que es sostenido por una banda que, de manera impecable, se concentran en sacar el mayor provecho posible para hacer brillar a las dos piezas centrales de esta maquinaria sonora.
La fuerza creativa del dúo está más desatada que nunca y, aunque esos elementos comunes que se encuentran en todos sus proyectos siguen inevitablemente ahí, la mejor forma en que la banda comprueba su identidad es en demostrar su inigualable manera de interpretar. Es así como composiciones gigantes de la talla de “L’Via L’Viaquez”, “Cicatriz ESP” o “The Widow”, encuentran su espacio dentro del setlist de manera excepcional, así como también pese a ser parte de distintos discos logran desencadenar una secuencia precisa con cada movimiento.
Esa capacidad anteriormente mencionada también encuentra atisbos de modernidad con canciones como “Shore Story”, por ejemplo, que se presenta como una composición que perfectamente puede sonar en una radioemisora junto a artistas de música más alternativa. Sin mayores tapujos, es como también puede sonar una exploración más arriesgada con “Drunkship Of Lanterns”, demostrando las distintas caras de TMV en todas sus capas sonoras.
Como toda buena banda de progresivo, The Mars Volta es un espectáculo de cocción lenta y una digestión incluso más pausada, debido a que los constantes juegos de guitarras, batería y cambios de ritmo a toda velocidad se van articulando poco a poco en un show que no transita entre la calma y la tempestad, sino que entre la intensidad y la elegancia de la interpretación, dando como resultado un sonido más aterrizado y robusto, sin exponer muchas fracturas en el camino.