Cuando uno ve una imagen de Jake Bugg, lo primero que se imagina es a una estrella de pop, o por lo menos a un chico que luce como una versión mesurada y sin aspavientos de los ídolos de moda. También, su mirada aparece como displicente, medio volado, medio como que nada le importara mucho. Pero al escuchar sus discos, irrumpe una madurez extraña, llena de frescura, con un toque demasiado cercano al pasado, como si Bugg fuera un enviado de los tiempos de antaño para devolverle la juventud al folk. Muchos lo comparan con Dylan, pero esa es harina de otro costal, muy lejano. Lo que es cierto es que, lo que se vio en el PlayStation Stage de Lollapalooza, fue una muestra de esta juventud con aroma a naftalina que logra mucho más de lo que pinta en el papel. Contra toda expectativa, Jake Bugg, de veinte años de edad, logra plantarse en el escenario con el aplomo de un veterano a mostrar lo suyo, sin mayor aspaviento que hacerse acompañar de un baterista y un bajista, y nada más.
Esa seguridad en lo propio también lo hace tomar riesgos que no muchas veces resultan. Al show de Bugg le llora una segunda guitarra que permita notar la profundidad del trabajo que el propio Jake logra con su instrumento. Como no hay una base, el cantante debe tratar de hacer sonar todo, perdiendo varias veces la oportunidad de ahondar en armonías o contrapuntos en la melodía, haciendo que para el oyente despistado las canciones suenen más planas de lo que realmente son, perdiéndose parte de la atención al show por culpa de esta percepción primaria y lejana de que lo que se está escuchando no sorprende.
Todo partió con “There’s A Beast And We All Feed It”, track que abre su segundo álbum “Shangri La” (2013), producido por Rick Rubin y que lo acercó más al rock y menos al folk, aunque al final todas las canciones del muchacho de Clifton se basan en su guitarra y voz, en especial en esa voz característica. Pero “There’s A Beast…” fue un gran comienzo, seguido de “Trouble Town”, ambas canciones llenas de energía. Luego con “Seen It All” demostraría que no todo es hacer música rápida, sino también que te permita corear y balancearte. En este intertanto el público llenaba en parte el espacio del Playstation Stage, en un símbolo de que no era un show muy masivo, aunque la gente que estaba fue muy entusiasta, sacándole algunos “gracias” al muy británico Jake.
La tarde soleada pero no tanto sobre el Parque O’Higgins le sentó perfecto a la propuesta de Jake Bugg, en ese cóctel de nostalgia del ayer y añoranza del mañana; todo tan al alcance de la mano y a la vez tan dramático. Esa cercanía de lo trascedente es lo que logra transmitir Jake en tracks como los imbatibles “Simple Pleasures” o “Two Fingers”. No obstante se siente que Bugg tiene camino por avanzar, pese a lo mucho que ya consigue amarrar con dos discos bajo el brazo. Por ejemplo, resolver por qué el show agarra un vuelo mayor cuando él está solo con la guitarra. Esto pasó en “Broken”, fácilmente identificable como el mejor momento de la presentación.
El show termina con “Lightning Bolt”, la canción que lo inició todo y que refleja de forma perfecta ambos mundos de Bugg: el ídolo pop-folk, y el viejo chico que parece saber dónde está con la suerte de alguien que lleva décadas en el negocio. También esta canción es el símbolo perfecto de los extremos en un show como el de Jake. Él puede ser un viejo chico, un alma con experiencia innata, un cantautor como los de antes, lo que quieras, pero su banda no lo acompaña en esta tarea. Mientras Bugg parte con un tempo acelerado el final de su show, el baterista, con su ingreso en un pulso más bajo, retrasa al cantante y lo hace tocar más lento, perdiendo buena parte de la explosión que asegura “Lightning Bolt”.
Observando un poco más allá, lo que hace Jake Bugg tiene un grado de compromiso con lo que se siente que es lo correcto, que al final la simpleza –que le juega en contra- también se advierte como un acto de honestidad, y también como una necesidad para el cantautor. A ratos se sintió como que su guitarra fuera el reducto donde sus manos mejor se mueven, y que quizás sin ella, sin esa confianza en tener que tocar arpegios, acordes y riffs, quizás este buen viejo chico se nos transforma en un cabro chico, aunque nos inspire de cualquier forma la necesidad de querer que le vaya bien y que lo logre. Al menos va por un gran camino. Quizás cuando vuelva tendrá una segunda guitarra y una mejor banda. Ojalá. Se lo merece.
Si bien no lo vi en el Lolla, si lo hice en el sideshow y aunque en cuanto a energía y magia creo que ha sido el mejor concierto de mi vida, sí me di cuenta que a ratos suena muy precario. Aunque a decir verdad realmente siento que su gracia en vivo está en la simpleza y la guitarra, y si bien una segunda guitarra y una mejor banda ayudaría bastante a mejorar el sonido y a hacerlo lucir más, me costaría acostumbrarme a esos cambios porque así me empezó a gustar y precisamente por esa onda media underground que tiene es que se ha convertido en uno de mis músicos favoritos y por quien apuesto todas mis cartas de los próximos 10 años.
¿Alguien podría decirme el significado del término chileno “viejo chico”, que tanto usa Eduardo Bonvallet para referirse a Jorge Sampaoli? Muchas gracias.
Era el debut más que esperado para una de las bandas más interesantes que surgieron durante los dosmil gracias a “Old World Underground, Where Are You Now?” (2003), que casualmente cumple 20 años desde su lanzamiento. En ese contexto, la banda venía presentando pinceladas de su época debut y mezclando aquello con parte de su último disco “Formentera II” (2023), en una gira que los tuvo por México y Perú antes de aterrizar en nuestro país.
Parece extraño que después de tantos años de popularidad la banda canadiense no haya pisado suelo chileno sino hasta muchísimo tiempo después, saldando así un plazo y una deuda de larga data. Con una carrera en extenso y sólida, el grupo al fin debutaba frente a un buen marco de público en Teatro Coliseo, que se convirtió en una fiesta de principio a fin.
Emily Haines, de brillante atuendo, salía a escena más animada y sorprendida que de costumbre, sintiendo a cada una de las personas del teatro, que hicieron del show un espacio más íntimo que de costumbre. Tras un breve retraso, el grupo no perdió el tiempo con “Cascades”, “Doomscroller” y “Gold Gun Girls”. Con una ejecución más que nítida del resto de la banda, la energía y la onda que emana Haines fluyó y acompañó su voz en un muy buen estado.
Le siguieron el hit “Gimme Sympathy” que hizo bailar a toda la cancha y significó un punto alto del show, con Haines visiblemente sorprendida del recibimiento del público chileno, que la acompañó bailando y coreando cada tema. Con el mismo entusiasmo pasaron “Formentera” y la divertida “Synthetica” para dar paso a “Help I’m Alive”, uno de los tesoros de su época anterior y uno de sus mejores temas. Al cierre, “Combat Baby” desató la locura con sus mezclas de electrónica y guitarras.
Lamentablemente, la espera y la expectativa por tributar su primer álbum era alta en parte del público, que esperaba más canciones de su debut -extrañando, por ejemplo, una interpretación de “IOU”- sin embargo, la banda reapareció en escena para regalar en formato acústico “Calculation Theme”, seguida de “Monster Hospital” y “Black Sheep”, otra de las esperadas por el público y que fue popularizada en la banda sonora de la película “Scott Pilgrim vs. The World”. Al final, la sentida y emotiva interpretación de “Breathing Underwater” fue el cierre perfecto con su atmósfera y cadencia que dejó los ánimos más que calmos para coronar una más que correcta primera visita de la banda a nuestro país.
verota02
02-Abr-2014 at 2:59 am
Si bien no lo vi en el Lolla, si lo hice en el sideshow y aunque en cuanto a energía y magia creo que ha sido el mejor concierto de mi vida, sí me di cuenta que a ratos suena muy precario. Aunque a decir verdad realmente siento que su gracia en vivo está en la simpleza y la guitarra, y si bien una segunda guitarra y una mejor banda ayudaría bastante a mejorar el sonido y a hacerlo lucir más, me costaría acostumbrarme a esos cambios porque así me empezó a gustar y precisamente por esa onda media underground que tiene es que se ha convertido en uno de mis músicos favoritos y por quien apuesto todas mis cartas de los próximos 10 años.
Julián Restrepo Henao
21-Jun-2015 at 4:02 pm
¿Alguien podría decirme el significado del término chileno “viejo chico”, que tanto usa Eduardo Bonvallet para referirse a Jorge Sampaoli? Muchas gracias.