Promocionando su ultimo álbum, “Right Thoughts, Right Words, Right Action” (2013), los escoceses de Franz Ferdinand regresaban al país a poco más de un año de su actuación en la tercera versión del festival Lollapalooza. Si en esa oportunidad armaron una fiesta monumental, ahora tocaba el turno para celebrar con los suyos en un Movistar Arena que estuvo dispuesto a la mitad de su capacidad, logrando llenar las localidades por completo en una noche que, a pesar de irse por un tubo, estuvo cargada de una batería importante de canciones, haciendo un completo repaso por la carrera de los comandados por Alex Kapranos.
El cuarteto partió echando toda la carne a la parrilla, ya que después de “Bullet”, corte perteneciente a su última placa, lanzaron sin aviso “The Dark Of The Matinée”, “The Fallen” y “Do You Want To”, poniendo a todo el mundo a bailar con tres clásicos imprescindibles de la década pasada. Con un comienzo así, sólo quedaba dejarse llevar por el entretenido show que ofrecieron los escoceses en algo más de una hora y media de actuación. La bizarrada bailable de “Erdbeer Mund”, puso a Kapranos en los teclados y a Nick McCarthy en las voces, en uno de los momentos electrónicos de la velada.
A pesar de que muchos le perdieron la pista después de la salida de “You Could Have It So Much Better” (2005), el grupo se las ha arreglado para seguir sacando temas capaces de conquistar a las masas, y sin ser tan conocidos como las canciones de su primera etapa, cortes como “No You Girls” o “Evil Eye” son capaces de mantener la fiesta en alto y convertir la planta baja del Movistar Arena en una verdadera pista de baile. Y si la gente ya echaba de menos los clásicos, ahí llegoó la romanticona “Walk Away”, y el Movistar no podía dejar de cantar.
Siempre manteniendo una amena comunicación con el público, Kapranos era el dueño de la fiesta. Lo secundaba McCarthy con su guitarra a la altura del pecho, como el segundo hombre en animar la comparsa. En la batería Paul Thomson se mantenía sólido y realizando algunas segundas voces, y el gran contraste lo marcaba Bob Hardy, quien parecía estar chato sobre el escenario, casi como una sombra del resto, incapaz de poder contagiarse de la fiesta que estaban montando sus compañeros, y de la que todos éramos parte. En fin, será su estilo, y mucho no se notó ya que la celebración seguía su curso con “Stand On The Horizon” y “Can’t Stop Feeling”.
La velada pasaba por sus pasajes más calmos con “Auf Achse” y “Brief Encounters”, luego llegó “Fresh Strawberries” respondiendo a una solicitud de los fanáticos chilenos de la banda, quienes se manifestaron por las redes sociales para solicitar el sencillo del último disco de los de Glasgow. De vuelta a los clásicos y a la fiesta total, “Tell Her Tonight” reanimaba la velada, seguida de “Take Me Out” que hizo que el Movistar Arena pareciera un verdadero pogo, en uno de los momentos cúlmines del recital. “Love Illumination” y “Michael” ponían algo más de rock a la noche, para luego llegar al encore con “Ulysses”.
“Right Action” abría el último acto, dando en el gusto a los fanáticos que han seguido al grupo incondicionalmente desde sus inicios, más aun cuando llegaba la alocada “Shopping For Blood”, del álbum debut, con la banda mostrando su faceta más rockera. El show llegaba a otro de sus momentos para el recuerdo con “Outsiders”, cuyo final estuvo marcado por el jam de batería que tocaron los cuatro músicos, con participación del público incluida. “Goodbye Lovers & Friends” era la falsa despedida, que despertó reclamos ante las ganas que quedaban de seguir bailando. Es así como “This Fire” puso al Movistar en llamas, contagiando a todo el público que saltó sin parar en los últimos minutos del quinto recital de Franz Ferdinand en nuestro país.
La ciudad quedó más prendida que nunca con la presentación de una banda que se ha resistido a quedar en el olvido, y que a pesar de llevar una carrera inconstante, y que de a poco ha perdido la fuerza que gozaba hace unos diez años, el fuego sigue más vivo que nunca, siendo capaz de encender una noche de domingo que, por lo general, suele ser sinónimo de descanso y reposo. Franz Ferdinand sigue latiendo y se mandó un show impecable, de esos que dan ganas de repetirse una y otra vez.
Durante el penúltimo viernes de mayo se llevó a cabo uno de los acontecimientos metaleros más esperados de la temporada: el regreso de Deicide a seis años de su último paso por el país. El entusiasmo fue tal, que se vendieron la totalidad de las entradas dispuestas en las dependencias del Teatro Cariola, augurando una cita de ensueño para cientos de fanáticos del death metal. Y así fue, pese a que el plato principal no estuvo a la altura de su legado, este viernes vivimos una letal maratón de riffs aplastantes y rugidos del inframundo.
Debemos partir por destacar la participación de las dos bandas chilenas que fueron convocadas para abrir la jornada. Tanto Anima Inmortalis como Bonebreaker se despacharon unos sets impecables, con un sonido claro a la vez que demoledor. Lo de los nacionales no debería ser una sorpresa para nadie que haya seguido sus carreras a lo largo de los años, pero no deja de ser motivo de admiración el profesionalismo que han alcanzado. Es feo decirlo, pero es probable que, de tratarse de bandas internacionales, más específicamente, de Europa o Norteamérica, los compatriotas serían nombres relevantes y con un poder de convocatoria e influencia mucho mayor al que poseen en la actualidad como una banda chilena. Pero bueno, es lo que hay, y lo que hay es para aplaudir, porque más allá del apoyo que siempre se profesa para “el producto nacional”, lo que hace Anima Inmortalis y Bonebreaker brilla por méritos propios y anoche se mandaron dos actuaciones implacables.
Tocaba el turno del primer plato fuerte de la velada, los canadienses de Kataklysm, quienes también habían realizado su último recital en la capital hace seis años. En promoción de su más reciente larga duración, “Unconquered” (2020), el cuarteto se tomó el escenario del teatro de la calle San Diego, para presentar un set elegido con pinzas que dejó satisfechos a todos los presentes. “Push The Venom” abrió los fuegos, mostrando a una banda enérgica dispuesta a poner de su parte a todo el recinto. A sabiendas de que no eran los protagonistas del evento, los canadienses se limitaron a hacer bien su trabajo, echando mano a las frases justas para motivar a la audiencia y tocando los cortes precisos para mantener la fiesta en alto. “Crippled & Broken”, “In Shadows & Dust” y “The Black Sheep”, fueron las canciones destacadas hacia el final de la actuación de los norteamericanos, quienes se retiraron del escenario llevándose la ovación de la fanaticada, que a esa hora ya había repletado el teatro y se encontraba sedienta de sangre y metal.
La promesa del retorno de Deicide a suelo nacional, era la de tocar por completo el disco “Legion” (1992), el segundo de su carrera y que marcó a la historia del estilo, convirtiendo a los estadounidenses en referentes absolutos del death metal, juntos a nombres como Cannibal Corpse o Morbid Angel. El año pasado el LP cumplió treinta años de historia, por lo que era apropiado realizar una gira mundial de celebración, y anoche le tocó el turno a Santiago, ya que el día anterior, tanto Deicide como Kataklysm, hicieron lo propio en Talcahuano. Lamentablemente, el cuarteto, por lo menos al inicio del show, no estuvo a la altura de las circunstancias, no solo restándole épica a su entrada, apareciendo como si nada en el escenario para probar y afinar sus instrumentos antes de comenzar a tocar, sino que también con un sonido que estuvo muy por debajo de lo esperado, logrando incluso sacar reclamos de miembros de la audiencia.
Incluso si el caos reinaba tras la barricada, era netamente por el fervor de la audiencia y el poder que las canciones de por sí ya cargaban, porque sobre el escenario, Deicide entregaba una experiencia opaca y mediocre. Las canciones del legendario disco pasaban una tras otra sin matices ni puntos álgidos, solo sirviendo como motor para el alboroto que se desató entre los seguidores del grupo, donde abundaron los rescates sobre la barricada y las narices sangrantes. “Revocate The Agitator” dio por terminada la revisión de “Legion”, para pasar a los clásicos seleccionados para rematar la noche, donde, como si se tratara de un milagro, el sonido mejoró y pudimos tener una experiencia como debió haberse dado desde la primera nota.
“Once Upon The Cross”, “Scars Of The Crucifix”, “Homage For Satan” y “Dead By Dawn”, remataron la maratón de death metal que vivimos en el Teatro Cariola. Sin espacio para un bis, el grupo liderado por Glen Benton se apegó al libreto y abandonó el escenario con el mismo desdén con el que ingresaron. Es sabido que, para el bajista y vocalista, la música es exclusivamente un negocio, pero algo de cariño o dedicación a su arte, sería algo muy bienvenido. Deicide retornó a Chile y cumplió con lo mínimo, y eso fue suficiente para que cientos de metaleros se dieran un festín, en una noche donde el talento nacional brilló bajo la sombra de los nombres estelares.