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Festival Fauna Otoño 2018

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Científicamente, el cambio climático probablemente afectará al otoño como a ninguna otra estación, e incluso se habla de cómo cambiará el color de las hojas al caer de los árboles o cómo podría afectar el sueño y la actividad sexual de las personas, algo que ya ocurre con normalidad cada otoño. No sólo se trata de temperaturas u horas de sol, sino que cambios mayores, y por ello es que, como en ninguna época de la historia, la definición del otoño, que había sido asociada a la melancolía o al recogimiento por tanto tiempo, está cambiando y está más abierta a diferentes colores que nunca.

Tal vez por ello es el momento para la existencia de un festival que no por ser pequeño es menos ecléctico, tal como Fauna Otoño, cuya edición 2018 se dio 364 días después de su debut en mayo de 2017, en el mismo Espacio Riesco, con la misma configuración del recinto que probó su eficiencia y buen orden una vez más en una jornada extensa, pero no por ello abrumadora, probando tener algo para cada uno de los asistentes, sea en el escenario El Club en un subterráneo que, desde la tarde-noche, mostró la extensión de la electrónica, con foco en el house, con nombres destacados como los chilenos Bruxista y Mamacita, y también figuras internacionales como el esperado debut en el país de Honey Dijon, ya en la madrugada de esta noche de un día de 25 horas.

The Holydrug Couple

En el escenario principal las cosas partieron mucho antes, en medio del caos vial provocado por la ComicCon en las cercanías al centro de convenciones de Av. El Salto, casi puntualmente, con The Holydrug Couple, el único crédito chileno en el proscenio de la superficie, que en 50 minutos con canciones como “Baby, I’m Going Away”, “If I Could Find You” o la excelente “Light Or Night” pudieron mostrar ante no mucha gente –tal vez en el embotellamiento vehicular aún– su propuesta que a veces transita entre un rock psicodélico tradicional y un pop psicodélico de sintetizadores, siempre con atención al control sobre lo que se entrega.

Quizás el mayor problema que el observador casual puede encontrar con el conjunto es lo plano que se advierte lo que muestran la mayoría del tiempo, algo notorio en los pulsos de percusión, que no tienen una variedad que permita escapar a la visión pareja sobre lo que la banda muestra. Aun así, son muy buenos en lo que hacen, y más cerca del final ya había centenares de personas viendo un show de gran categoría en sonido, algo importante al momento de descubrir o confirmar lo que se cree respecto a una banda.

Cosmo Pyke

El que fue una sorpresa y entregó otros colores inesperados, fue Cosmo Pyke. El londinense pudo haber aparecido para muchos por primera vez en el video de “Nikes” de Frank Ocean, pero su sonido va lejos del R&B y rap, y más cerca de lo experimental y lo jazzero. Aunque el artista, que no supera los 20 años de edad, canta con un sonsonete cercano al reggae y el pop, en sus canciones se pueden encontrar elementos de jazz, indie y hasta la vibra de las bases de hip hop, y el ánimo experimental de bandas que llevan décadas en el ruedo.

Cosmo no sólo es curioso, sino que en canciones como “Chronic Sunshine” o “Wish You Were Gone” de su EP “Just Cosmo” (2017) queda claro que el juego con las contramelodías y la aparente desorientación de los compases de la banda están muy controlados, como si a ratos quisieran sonar como Hiatus Kaiyote, o Unknown Mortal Orchestra, mientras Cosmo canta y entrega líneas que son mucho más políticas de lo que parece, retratando como pocos a su generación, sus intereses y lo atenta que está ante lo que pasa alrededor, aunque muchos sólo piensen que se trata de mirarse la punta de la nariz. En una hora, probablemente mucha gente pensó que Cosmo Pyke y su banda se perdieron muchas veces, pero, en vez de eso, se encontraron la mayoría del tiempo, y esa solidez en las ansias de experimentar son las que auguran futuro y calidad para un aún joven pero ya muy capaz músico.

Sun Kil Moon

En su debut en la capital, el vocalista y guitarrista Mark Kozelek aterrizó en nuestro país con su proyecto folk indie, Sun Kil Moon, banda formada el año 2002 como una nueva encarnación del grupo Red House Painters, y que este año lanzarán un nuevo álbum. En esta corta gira que trajo al norteamericano a darse una vuelta por Chile y Brasil, existió la oportunidad de escuchar algunas de las canciones de la nueva placa y también lo más destacado de su discografía, en un espectáculo que, a ratos, parecía más un recital de poesía que un concierto musical.

Frente a un atril donde tenía una especie de cuaderno con letras escritas, Kozelek comenzó su actuación con tres canciones nuevas, destacando “This Is My Town” y “My Love For You Is Undying”, en composiciones extensas donde el estadounidense se dedicó a hablar sobre sus experiencias de vida y lanzar comentarios controversiales sobre la época en que vivimos. Con un gran sentido del humor, irónico y sarcástico, Kozelek se comunicó con la audiencia a sabiendas que su número no era de los más populares en el cartel, dando las gracias al público por la “paciencia” que tuvieron por escuchar canciones que, lo más probable, no conocían, sólo para continuar con otra canción más “desconocida” aún. La poderosa “Dogs” y la emocionante “I Can’t Live Without My Mother’s Love” pusieron fin al que, quizás, fue el show más extraño y especial de la jornada.

The Drums

El cuarteto norteamericano regresó a Chile a cuatro años de su última actuación por estas tierras, en esta oportunidad presentando su más reciente LP, “Abysmal Thoughts” (2017). La banda liderada por el carismático vocalista Jonathan Pierce se transformó en el gran número bailable del festival con su rock fresco y playero. Comenzando el recital con “What You Were” y “Me And The Moon”, The Drums no dio tregua en la hora y quince minutos que estuvieron sobre el escenario.

Echando mano a los mejores hits que han lanzado en sus cuatro discos de estudio, el set mantuvo siempre la fiesta en alto, con canciones que, de tanto en tanto, podían parecer meros clones entre sí, pero que demostraban la energía y dinamismo que han hecho de The Drums un acto tan popular alrededor del globo. Para prueba de esto, ahí aparecieron sencillos como “Let’s Go Surfing”, “Money” y “Blood Under My Belt”, que pusieron a cantar a todo el público presente en el Espacio Riesco. Hacia el final de la actuación, el cuarteto tomó la solicitud de un fan que les pidió que tocaran “Book Of Stories”, la que se convirtió en la penúltima canción del set, para rematar con “If He Likes It Let Him Do It”, cerrando un show entretenido y que dio en el gusto a todas las personas que necesitaban un momento en el festival para cantar y mover el cuerpo.

Mogwai

En su retorno a Santiago, los cabeza de cartel de esta edición de Fauna Otoño llegaron con un nuevo disco bajo el brazo, “Every Country’s Sun” (2017), sucesor del excelente “Rave Tapes” (2014). El quinteto escocés fue uno de los números que congregó más público durante la jornada. Y es que la fanaticada de Mogwai en nuestro país es devota y anoche se dejó llevar por completo durante el notable concierto de los europeos, donde la protagonista fue su nueva placa, sin dejar de lado los temas que han hecho de su nombre una verdadera institución entre los amantes del post rock.

Crossing The Road Material” puso el bote en marcha, y así comenzaba una odisea de una hora y media de duración, donde los escoceses se adueñaron del recinto instalando una atmósfera que contrastó completamente con la fiesta que había armado The Drums minutos antes, para hacer del Espacio Riesco una especie de templo donde todo el mundo se mantenía en silencio mientras los músicos sobre el proscenio hacían de las suyas. “I’m Jim Morrison, I’m Dead” y “Rano Piano” dejaban boquiabiertos a una muchedumbre extasiada.

Hay que destacar las versiones en vivo de las nuevas canciones de la banda, sobre todo la de la explosiva “Old Poisons”, que tuvo la tarea de llevarnos al bis, dejándonos con los pelos de punta en uno de los pasajes más pesados de la velada. Para terminar su actuación, los europeos regresaron para tocar el tema que pone el nombre a su último disco, “Every Country’s Sun”, para cerrar definitivamente con “We’re No Here”, donde de nuevo las guitarras estridentes fueron las protagonistas en el fin de la odisea por la música de Mogwai. La sensación final, a pesar de haber sido testigos de un espectáculo impecable, siempre es de insatisfacción cuando se está frente a una banda capaz de transmitir sendas sensaciones, pero Mogwai cumplió y nos entregó una experiencia que perseverará durante mucho tiempo en la memoria de los asistentes.

Future Islands

El plato fuerte de la jornada era un debut muy esperado, y también un show que tenía esas sensaciones que le atribuimos al otoño, porque puede ser tan animado como nostálgico y tan colorido como oscuro. Future Islands no cae en clichés de intentar inventar una rueda, sino que son motores de Fórmula 1 que hacen girar la rueda como pocos. No vinieron con su disco “Singles” (2014), pero sí con su muy buen “The Far Field” (2017), donde pudieron exhibir precisamente las capacidades de escribir canciones pop bailables y muy magnéticas que luego se trasladan al escenario.

La gente hizo de este el show de audiencia más numerosa del festival, y también uno de los más aplaudidos, lo que redundaba en la energía dispuesta por Samuel T. Herring, la figura del festival, el hombre al que todos querían ver, ese que es capaz de hacer rendir un metro cuadrado como nadie, y también cómo su actitud pasaba a un uso eficiente y privilegiado de sus cuerdas vocales, esas que en “Ran”, partiendo el show, primero mostraban el costado más cuidadoso, en tanto que “Beauty Of The Road” inmediatamente podía recrear un gutural completamente emotivo. Seguirían muchas canciones más, casi siempre generando baile y aplausos, con la fórmula infalible de un pulso rítmico implacable en la batería de Michael Lowry, el bajo penetrante de William Cashion y los teclados que cómodamente se mueven por décadas de sintetizadores de Gerrit Welmers.

Cave”, “Time On Her Side” o “A Dream Of You And Me” colmaban la atención de la gente, pero fue cuando el show superó la hora de duración que la explosión mayor llegó con el hit planetario “Seasons (Waiting On You)”, esa canción que expresa la espera por alguien que haga completos los días, tal como Future Islands se volvía la banda que hacía completa la jornada. “Tin Man” y “Spirit” cerraban el show descrito en el setlist, que se extendería con algo fuera del programa, con “Vireo’s Eye”, uno de los tracks más puntillosos e intensos del catálogo de la banda de Carolina del Norte, un estado que puede ser tabacalero y de campos amplios, pero que cuando se trata de lo musical son capaces de moverse muy bien en espacios cortos, compactos, precisos, como el jugador haciendo la finta para seguir corriendo y haciendo el gol de la victoria.

Aunque en nuestro país los festivales han sido demasiado influenciados por lo que es Lollapalooza o el Festival de Viña, instancia como el Fauna Otoño son importantes no sólo por las bandas que traen, sino por la posibilidad de conjugar ante un público no tan numeroso a muchas propuestas. Si hay una estación complicada de definir en estos tiempos, es el otoño, pero la cantidad de colores dispuestos musicalmente en la jornada sin duda que son el mejor reflejo de los tiempos y de estas estaciones, esperando por ese gol que mantenga viva la llama de la energía de los conciertos y con casos felices como Mogwai o Future Islands encontrando una goleada deliciosa.

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Ghost: Un ritual necesario

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El fervor por Ghost es algo casi indescriptible, por lo que resulta un éxito total la forma en que los suecos regresaron a nuestro país con su su shows en solitario más multitudinario a la fecha. Tras su última presentación hace siete años, la banda agotó el Movistar Arena presentando “IMPERA” de 2022. Más allá de su nueva era, mucho más transversal y popular, la banda supo cómo entregarse por completo y fijar un espectáculo de primer nivel en las pupilas y tímpanos del fiel público chileno.

Puntuales y secundados por los nacionales de Pentagram, que casi echan abajo el recinto, Ghost se subía al escenario con los primeros y agudos acordes de “Kaisarion”, parte de la nueva etapa de la banda donde los riffs se acercan más al hard rock, los sintetizadores aparecen como destellos y combinan con el look de un Papa Emeritus de traje brillante. El sentido del espectáculo que tiene el grupo, su teatralidad y desplante, han sido parte importante de la carrera de Ghost, que ha transitado entre lo oscuro y lo luminoso. En todas sus encarnaciones, Tobias Forge, ungido como Papa y compañía, añaden elementos que tensionan aún más esa relación de explícita blasfemia y la cautivadora propuesta de rock al estilo King Diamond conoce a Abba. Es ese cruce generacional y de sonido que convierten al grupo en un interesante “hay que ver” en vivo, donde la entrega es total.

Rats” y éxitos como “From the Pinnacle to the Pit” o “Cirice” continuaron dando vida al setlist que iba y venía entre cambios de vestuario, colores y jugueteos de los Nameless Ghouls, que también entendían de qué iba el espectáculo: una muestra completa de un show que no sólo se queda en la buena ejecución de sonido ni en el virtuosismo. La experiencia completa del ritual local se vio fortalecida por la gran cantidad de niños, niñas y jóvenes que veían, algunos por primera vez, un espectáculo de estas características y que convierte a Ghost en su banda favorita, principalmente motivados por los éxitos virales del grupo como “Mary On a Cross” o “Call Me Little Sunshine”, también interpretadas en vivo y que fueron los puntos altos de la noche. Esa transversalidad saludable y tremendamente interesante de unión musical sólo podía ser opacada por quienes no entendieran que el público hoy en día es así de diverso. La presencia de niños y niñas, además del fervor de quienes pasaron horas esperando entrar, obligó que durante minutos el show se detuviera para ordenar al público, dar un paso atrás y asegurarse que todos disfrutaran a salvo.

Sin mayores inconvenientes, la banda oscurecía el ambiente y el Papa, de traje negro y brillos dorados finalmente aparecería para una nueva etapa del show, liderando la liturgia portando un turíbulo o incensario, un elemento colgante usado por los sacerdotes que expulsa vapor. “Con Clavi Con Dio” y “Year Zero” desataron a la mayoría de los asistentes que al ritmo de los contagiosos versos “Lucifer, we are here / For your praise, Evil One” y el correcto y profundo riff de una de las mejores canciones del grupo. Si incluso la propuesta visual y de luces se adaptó al momento más oscuro de la noche, demostrando el rango de la banda y sus cambiantes intenciones. Y es que la banda cuenta con un relato propio y una propuesta difícil de igualar, dejando a Tobias Forge como un líder y un frontman de verdad, tomándose el show con actitud y una voz de primer nivel.

Es impresionante cómo la banda, que más allá de apropiarse de la estética, el sonido y otros elementos de parte de la familia del metal pero no ser considerados por los puristas del género como pares, convoca, gusta y atrae, al mismo tiempo que se despliegan con total propiedad e insolencia en un explosivo y pirotécnico espectáculo.

Setlist

  1. Kaisarion
  2. Rats
  3. From the Pinnacle to the Pit
  4. Spillways
  5. Cirice
  6. Absolution
  7. Ritual
  8. Call Me Little Sunshine
  9. Con Clavi Con Dio
  10. Watcher in the Sky
  11. Year Zero
  12. He Is
  13. Miasma
  14. Mary on a Cross
  15. Mummy Dust
  16. Respite on the Spitalfields
  17. Kiss the Go-Goat
  18. Dance Macabre
  19. Square Hammer

*Fotos por Ramón eMe Gómez (@el.eme) para Lotus

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