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Slowdive Chile 2017 Slowdive Chile 2017

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Festival Fauna Otoño 2017

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La tendencia en el mundo es a asociar los festivales de música a la primavera o el verano, estaciones de sol abundante y tenidas simpáticas, de cervezas heladas y comida fresca. Pero hay un montón de música que queda lejos de esas etiquetas y, por cierto, una mitad completa del año sin eventos de magnitud festivalera, ante lo cual se agradece la iniciativa de generar Fauna Otoño, instancia que, pese a la hermandad con Fauna Primavera, al dar a conocer su cartel demostraba tener identidad propia. Con 5 bandas cuidadosamente elegidas y complementado con un cartel electrónico de peso, Fauna Otoño generaba expectativas, llenando uno de los múltiples salones de Espacio Riesco poco a poco, desde la apertura de puertas a las 15:00 horas, aunque muchos se familiarizaban con la disposición de los escenarios, baños, barras y demases.

Todo inició a las 15:27, cuando Trementina salió al escenario ante un centenar de personas –que luego derivaría en cientos- a mostrar su sonido renovado. Aunque se hicieron conocidos por mezclar el noise con la psicodelia, generando algo único que les ganó reconocimiento incluso en Japón, la banda valdiviana no se queda estacionada en lo que les funciona, sino que avanza de acuerdo a sus intereses, y ahí surge el sonido actual, más ligado a un dream-pop con ciertos momentos de explosión shoegaze, que incluso alcanzan a sus canciones más antiguas. Sólo lucía como un contra el hecho de que no hubiera mucho público para verlos, pero cerca del final mucha más gente había llegado a escucharlos y probablemente seguirá haciéndolo porque shows como el ofrecido por Trementina, en 45 efectivos minutos, son de esos espectáculos que suman seguidores.

Por el contrario, un show que puede alejar a alguien de una banda es lo que pasó con Beach Fossils. Es claro el arrojo y la energía que son capaces de entregar, pero los breves momentos donde eso ocurre no son suficientes para sustentar un set que no logra despegarse de un relajo extraño. Aunque las canciones tienen un pulso constante, el ritmo se arrastra inequívocamente y más llamativo resulta que, pese a que en menos de un mes la banda sacará su tercer disco, “Somersault”, y que Dustin Payseur haya dicho en todas partes que es el disco que siempre quiso hacer, sólo hayan tocado un track de ese álbum (“Be Nothing”). Aunque gozan de un sonido único dentro de lo homogéneo que es a veces su escena (dígase DIIV, Wild Nothing, por ejemplo), Beach Fossils no utiliza eso que los hace especiales para brillar en el escenario, aunque Dustin crea que lo hace excelente. Un show raro, que se tomó apenas 2/3 del tiempo asignado, cerrando con “Daydream”, y que dejaba un sabor enrarecido que no mejoraría aún.

Esto porque This Will Destroy You tampoco entregaría un show con el que muchos quedarían completamente satisfechos. Sí, los estadounidenses suenan de forma casi perfecta, y su post-rock tiene una forma de operar que a estas alturas es fluida y muy impactante, pero cuánto de ello suena a influencias o a algo que cabe en un formato preestablecido. Cuánto de lo hecho por TWDY es realmente lo que quieren decir y cuánto no, es imposible de determinar, pero es inevitable el paralelismo con actos de post-rock que ya han llegado a Chile y que han dejado en claro que no todo es el obcecamiento con el instrumento propio, sino que hacer parte a la audiencia de ese estado superior de disfrute con la música, y pese a la pulcritud, TWDY no expresó mucho más que lo que su música entrega, lo que es excelente de todas formas, pero que en un contexto festivalero no resulta algo tan completo.

Aun así, es muy valorable que This Will Destroy You sea capaz de elaborar un setlist basado en todos sus discos, con el espacio protagónico para su álbum homónimo debut de 2008, pero tampoco dejando de lado los discos más recientes. Los fans de la banda se emocionaron de forma directa y sin escalas, entre secciones lentas y sigilosas, y explosiones implacables, en un show que tras diez canciones era no sólo potente, sino que también significativo para muchos. Aunque no sumarán nuevos fans con un espectáculo así de inocuo, sí que TWDY satisfizo a sus fanáticos con un debut en Chile que, con limpieza y calidad, pudo darles lo que necesitaban, aunque la pasión no haya sido atributo de ese show.

The Radio Dept. no necesita de demostraciones cálidas para dejar en claro que les importa lo que hacen, incluso cuando su escandinava personalidad no les permite salir del “muchas gracias” entre canción y canción, porque la música que hacen ofrece algo diferente en cada momento. Aunque haya existido una idea de que ellos hacen un synth-pop cercano a lo onírico, su show en Fauna Otoño debe ser el más bailable de los que revisamos en este review, porque su sonido ha mutado hacia un house-pop con ganchos más parecidos a los hits del también sueco Max Martin que a lo que haría Beach House, por ejemplo. Este cambio se materializó en “Running Out Of Love”, su disco de 2016, que se llevó la mitad del set que tocaron en el festival y que logra capturar oídos que tal vez no tenían familiaridad con la banda.

Martin y Johann son apoyados por un tecladista en el escenario (Daniel Tjäder), y así las secuencias logran ser complementadas de excelente forma sin caer en excesos, pero sin duda que metiéndose en las profundidades de sintetizadores y loops que perforaban oídos cuando fuera necesario. Y, pese a los problemas con su compañía discográfica (Labrador) que los ha alejado de sus primeros discos, igualmente la recepción a “The Worst Taste In Music” y “Why Won’t You Talk About It?” es muy buena, incluso en sus reversiones. Un show redondo, sin aspavientos, sin palabras de sobra, pero que ante miles de personas dejó en claro la especie de culto que hay sobre los suecos.

Pero el plato fuerte del festival, ese por el que muchos esperaban, era Slowdive. La banda inglesa venía no sólo a recordar sus éxitos pasados, sino que con “Slowdive”, su nuevo disco homónimo bajo el brazo, el primero en 22 años, y lo hacía con la certeza que entrega tener material así de reconocido por fans antiguos, nuevos y futuros. La sensación de estar escuchando algo fresco era innegable. Aunque Slowdive tuvo sus discos más recordados en el primer lustro de los 90, es recién ahora que se nota el impacto que su sonido tuvo. Sin los quiebres en sus temas, quizás no habría post-rock como lo conocemos. Es así de claro: Slowdive es fundamental para entender el sonido alternativo de hoy y, lo mejor de todo, es que tras su reunión había una actualización en la frescura de su entrega en vivo que permitía avizorar que todo andaría bien.

Unos cinco minutos más tarde de lo anunciado, Slowdive se subía al escenario con “Deep Blue Day” de Brian Eno de fondo. La presencia etérea de Rachel Goswell, que se movía con gracia aterciopelada ante los riffs de Christian Savill y Neil Halstead, mientras sonaba “Slowdive” del EP “Slowdive” de 1990, y luego “Avalyn” del mismo EP. Adelante, en la reja, probablemente la gran mayoría ni siquiera nacía cuando ese EP salió, y he ahí su valor máximo: es música que traspasó generaciones, como saben hacer los grandes, así como también hacer felices a todos con clásicos como “Catch The Breeze” o “Souvlaki Space Station”. Entre medio, canciones del nuevo disco, que tuvo un lugar secundario porque -se entiende- era el esperado debut de la banda en Chile y era necesario poner las cosas en orden con clásicos y rarezas por doquier. Aun así, la potencia de “Star Roving” y la explosión post-rockera de la segunda mitad de “No Longer Making Time” se acoplan como guante en mano en un repertorio que suena tan potente como delicado.

Un detalle importante es que, pese a que en el último disco la voz de Neil está protegida, en vivo es Rachel la que tiene más protagonismo y las letras se escuchan con mucha más claridad. Una sorpresa que hace que “Star Roving” haya tenido otro color. Pero por supuesto que los momentos más emotivos fueron con los clásicos. “Alison” y “When The Sun Hits” fueron coreadas, lloradas, vividas con toda el alma, la misma que puso el cuarteto en la rendición de “Golden Hair”, el cover de Syd Barrett que se ha hecho clásico en sus presentaciones, las que tienen una primera mitad con Rachel protagonista para luego pasar a ser un show aparte -algo que haría MONO o Explosions In The Sky-, tremendo, de plano lejano al shoegaze para ir más lejos. Slowdive es muchas bandas, desde elementos pop hasta este rock inescrutable, y así es como evita el agotamiento de sus fórmulas, y así, cuando suena “40 Days”, pareciera que el tiempo hubiera volado cuando ya iba hora y media de show. He ahí el mayor símbolo de la excelencia: cuando dos décadas después los clásicos suenan mil veces mejor, y Slowdive dio clase de cómo mejorar día a día. Tremendo debut.

La parte de bandas de Fauna Otoño gozó de calidades dispares, aunque sin duda que todo aportó en la generación de un carácter distintivo: si Fauna Primavera tiene actos más para bailar y gozar bajo el sol tímido primaveral, en Fauna Otoño la invitación era a escuchar, fuerte y claro, con amplificadores a full, porque el espacio era protagónico para las bandas, sin elementos distractores, sin stands, sin VIPs, sin nada más que la música en un galpón y el resto afuera. Ahí el festival se enfrentó a la forma imperante en otros espacios y salió airoso. Incluso, con soluciones de sonido muy bien pensadas, evitaron el efecto “rebote” que siempre afecta los shows en Espacio Riesco. Si estas experiencias se replican será positivo sin dudas, porque el cuidado puesto en la curatoría de un cartel y en la disposición inteligente de un layout, dan cuenta de que sí se puede hacer algo así de pulcro sin caer en excesivos gastos o mercantilización del escenario en sí, y eso en estos tiempos es mucho decir.

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Ghost: Un ritual necesario

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El fervor por Ghost es algo casi indescriptible, por lo que resulta un éxito total la forma en que los suecos regresaron a nuestro país con su su shows en solitario más multitudinario a la fecha. Tras su última presentación hace siete años, la banda agotó el Movistar Arena presentando “IMPERA” de 2022. Más allá de su nueva era, mucho más transversal y popular, la banda supo cómo entregarse por completo y fijar un espectáculo de primer nivel en las pupilas y tímpanos del fiel público chileno.

Puntuales y secundados por los nacionales de Pentagram, que casi echan abajo el recinto, Ghost se subía al escenario con los primeros y agudos acordes de “Kaisarion”, parte de la nueva etapa de la banda donde los riffs se acercan más al hard rock, los sintetizadores aparecen como destellos y combinan con el look de un Papa Emeritus de traje brillante. El sentido del espectáculo que tiene el grupo, su teatralidad y desplante, han sido parte importante de la carrera de Ghost, que ha transitado entre lo oscuro y lo luminoso. En todas sus encarnaciones, Tobias Forge, ungido como Papa y compañía, añaden elementos que tensionan aún más esa relación de explícita blasfemia y la cautivadora propuesta de rock al estilo King Diamond conoce a Abba. Es ese cruce generacional y de sonido que convierten al grupo en un interesante “hay que ver” en vivo, donde la entrega es total.

Rats” y éxitos como “From the Pinnacle to the Pit” o “Cirice” continuaron dando vida al setlist que iba y venía entre cambios de vestuario, colores y jugueteos de los Nameless Ghouls, que también entendían de qué iba el espectáculo: una muestra completa de un show que no sólo se queda en la buena ejecución de sonido ni en el virtuosismo. La experiencia completa del ritual local se vio fortalecida por la gran cantidad de niños, niñas y jóvenes que veían, algunos por primera vez, un espectáculo de estas características y que convierte a Ghost en su banda favorita, principalmente motivados por los éxitos virales del grupo como “Mary On a Cross” o “Call Me Little Sunshine”, también interpretadas en vivo y que fueron los puntos altos de la noche. Esa transversalidad saludable y tremendamente interesante de unión musical sólo podía ser opacada por quienes no entendieran que el público hoy en día es así de diverso. La presencia de niños y niñas, además del fervor de quienes pasaron horas esperando entrar, obligó que durante minutos el show se detuviera para ordenar al público, dar un paso atrás y asegurarse que todos disfrutaran a salvo.

Sin mayores inconvenientes, la banda oscurecía el ambiente y el Papa, de traje negro y brillos dorados finalmente aparecería para una nueva etapa del show, liderando la liturgia portando un turíbulo o incensario, un elemento colgante usado por los sacerdotes que expulsa vapor. “Con Clavi Con Dio” y “Year Zero” desataron a la mayoría de los asistentes que al ritmo de los contagiosos versos “Lucifer, we are here / For your praise, Evil One” y el correcto y profundo riff de una de las mejores canciones del grupo. Si incluso la propuesta visual y de luces se adaptó al momento más oscuro de la noche, demostrando el rango de la banda y sus cambiantes intenciones. Y es que la banda cuenta con un relato propio y una propuesta difícil de igualar, dejando a Tobias Forge como un líder y un frontman de verdad, tomándose el show con actitud y una voz de primer nivel.

Es impresionante cómo la banda, que más allá de apropiarse de la estética, el sonido y otros elementos de parte de la familia del metal pero no ser considerados por los puristas del género como pares, convoca, gusta y atrae, al mismo tiempo que se despliegan con total propiedad e insolencia en un explosivo y pirotécnico espectáculo.

Setlist

  1. Kaisarion
  2. Rats
  3. From the Pinnacle to the Pit
  4. Spillways
  5. Cirice
  6. Absolution
  7. Ritual
  8. Call Me Little Sunshine
  9. Con Clavi Con Dio
  10. Watcher in the Sky
  11. Year Zero
  12. He Is
  13. Miasma
  14. Mary on a Cross
  15. Mummy Dust
  16. Respite on the Spitalfields
  17. Kiss the Go-Goat
  18. Dance Macabre
  19. Square Hammer

*Fotos por Ramón eMe Gómez (@el.eme) para Lotus

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