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Festival En Órbita 2018

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No hay duda de que En Órbita ya se estableció como el evento que cierra el año dentro de la temporada de festivales, pasando desde una primera edición en Espacio Broadway a una posterior en el Planetario de la USACH, y llegando ahora hasta Cúpula Multiespacio, lugar que alberga el evento en su edición 2018 de una manera mucho más distendida y cercana que otras veces, dándole principal relevancia a lo que más debería importar en un festival de este tipo: la música. No obstante, el evento supo cómo conjugar las dos aristas principales de su propuesta, dándole espacio a bandas para que presenten su propuesta ante el público y otorgando espacio a ramas como la astronomía para generar el contexto espacial que ofrece el festival, el que partió de manera algo complicada, con un retraso en la apertura de puertas de dos horas, permitiendo el ingreso a las 14:00 horas y no a las 12:00 como estaba pactado originalmente.

Para dar inicio al programa, la charla “Life On Mars” del astrónomo José Maza recibió a los primeros “tripulantes”, alrededor de una veintena de personas, quienes escucharon atentamente la lúdica e informativa intervención del destacado investigador chileno, quien luego de casi 40 minutos de charla donde habló de la posibilidad de habitar Marte, eventuales viajes a la luna, entre otros temas, se despidió con aplausos de quienes presenciaron respetuosamente el primer acto de la extensa jornada.

Dando paso a la música, fue la banda coreana NST & The Soul Sauce, quien, con su fusión de estilos, entregó una presentación amena y divertida para comenzar la jornada. Con una instrumentación en clave reggae y alrededor de ocho músicos en escena, repasaron parte de “Back When Tigers Smoked” (2017), su más reciente álbum, así como otras de las composiciones que han distribuido desde su perfil de Bandcamp, principal base de operaciones para una agrupación que resalta el espíritu de autogestión, algo absolutamente contrario a los parámetros musicales y comerciales con los que se rige Corea del Sur y su maquinaria de producción de ídolos mediante las lucrativas boy bands.

Tal parece que la intensidad de la jornada fue variando con cada artista, lo que demostró la gran variedad de sonidos que ofrecía un cartel completamente desconocido en un sesenta a setenta por ciento, pero que, como en cada edición, permite que los asistentes se vayan a casa con grandes descubrimientos. Bajo esos parámetros encontramos las presentaciones de Alexander Biggs y sus canciones completamente desnudas junto a una guitarra, así como también los encendidos riffs de los surcoreanos Dead Buttons, quienes, con un sonido agresivo y crudo, encendieron un poco los ánimos durante su show, el que no presentó mayores novedades en comparación a lo que acostumbramos a ver en esta parte del globo, pero que sí destaca cuando se analiza la importante apertura cultural que Corea del Sur está buscando en su música.

No está claro si esto será una respuesta directa de los jóvenes músicos asiáticos respecto al arrollador fenómeno del k-pop, pero sí existe la certeza de que hay una escena que se está formando en pos de llegar a occidente, siguiendo los pasos de Japón, quienes por años han sido los principales amos en materia musical frente al mundo.

Con un indie más tradicional, fue el turno de los australianos Deep Sea Arcade con un sonido muy ligado a los parámetros musicales de Tame Impala, pero no tan orquestado como la agrupación de Kevin Parker. Con la atención centrada en sus dos principales componentes, Nic McKenzie y Nick Weaver, el grupo se alzó como una de las grandes sorpresas del festival, entregando un set que repasó sus únicos dos trabajos de larga duración, “Outlands” de 2012 y “Blacklight” lanzado en octubre de este año, con gran energía y una presentación que reflejó el buen futuro que pueden afrontar dentro del circuito.

Directo desde Montreal, We Are Wolves fue la siguiente banda en tomar el escenario, con una soltura y dominio escénico que los hizo sentirse dueños del espacio, entregando sus composiciones en un set que englobó lo más destacado de sus cinco trabajos de estudio, poniendo fin a una extensa gira por el país que los tuvo presentándose en diferentes escenarios de Chile, de la cual, aparentemente, pocos se enteraron.

Otro que se paró solamente con su guitarra fue el uruguayo Juan Wauters, quien disfrutó de su presentación de manera cercana e íntima, incluso aventurándose a capella entre el público, que pese a la hora no era tan masivo como merecía. Uno de los números más esperados de la jornada era sin dudas el de Suuns, banda que sellaba su anhelado debut en nuestro país con la gira que promociona su álbum “Felt” (2018) y que se hicieron valer de una psicodélica puesta en escena para entregar su show, donde los teclados fueron protagonistas para cimentar la propuesta sonora que ofrecieron.

Canciones infaltables como “Powers Of Ten”, “Translate” o “Make It Real” mantuvieron al público presente con atención a cada uno de los movimientos de la banda en el escenario, aunque igualmente la presentación sufrió algunos ripios en cuanto al ritmo, llevado siempre por el vocalista y guitarrista Ben Shemie, cuyos a ratos incomprensibles palabras le daban la forma necesaria a las hipnotizadoras melodías de la guitarra de Joseph Yarmush, su mano derecha dentro del combo sonoro que entregó Suuns en su concierto.

Curiosamente, Föllakzoid fue la única banda nacional presente en el cartel, pero lo hicieron con un estatus de headliner, siendo una de las últimas agrupaciones en subirse al escenario. Con un claro enfoque hacia la improvisación, el conjunto nacional se dedicó a generar atmósferas para ir entrando en una especie de trance con su música, marcando un punto de reflexión dentro de una jornada que, a esas alturas, había tenido prácticamente de todo en materia musical.

Eso sí, faltaba una gran sorpresa, y esa la dio el impresionante show que entregó Yonatan Gat, quien, en el centro de la Cúpula, ofreció toda una experiencia en torno a su música, transformando al público en parte de ella. El músico de origen israelí comprende muy bien la importancia de generar una expansión musical a la hora de fusionar estilos, dando espacios para la improvisación entre medio de los encendidos riffs que orquestan su música, con un fuzz demoledor y un aura característica del punk psicodélico, pasando por ritmos de percusión africana, punteos del surf rock norteamericano, así como también el espíritu libre que se encuentra en el centro del free jazz, elemento muy presente dentro de su música, quien, usando eso como la premisa sonora, se intercala con la agresividad y enérgica presencia escénica directa del punk, lo que, finalmente, no hace más que deslumbrar en un show que tuvo de todo, absolutamente de todo.

“Buenas noches, somos Oh Sees, desde Los Angeles, ¡hagamos esto!”, con esas palabras se materializaba finalmente lo que todos esperaban, el debut de la agrupación encabezada por John Dwyer en Chile, quienes se decidieron para arremeter con todo a su paso desde el primer minuto. Con la canción “Plastic Plant” como primer golpe dentro del set, la banda desplegó en todo momento una interpretación mucho más potente y sucia que sus versiones de estudio, principalmente apoyadas por el ensordecedor fuzz de Dwyer y la increíble dinámica que presentaban los bateristas Dan Rincon y Paul Quattrone, sosteniendo toda la vorágine de energía desde su posición al centro del escenario. “Tidal Wave” siguió encendiendo los ánimos y el público saltaba y cantaba en respuesta a cada riff que el siempre carismático Dwyer iba desplegando desde su rincón. Y es que es difícil catalogar a John como el típico frontman, ya que su actuar en escena se distancia mucho de eso, sirviendo más bien como un director frente a lo que hace el resto de sus compañeros, dando instrucciones, generando dinámicas, estableciendo la química necesaria entre la banda y dirigiendo en cada momento el tempo y la estructura de la canción. Sin duda, todo un líder positivo en materia musical.

Si bien, la gira iba derechamente en promoción de su trabajo “Smote Reverser” (2018), fue “Orc” (2017) quien se llevó gran parte del set, el que, por supuesto, no estuvo enfocado solamente en esos dos trabajos, ya que la vasta discografía del conjunto fue representada dentro de lo mejor posible porque es muy difícil repasar tantos discos en una cantidad de tiempo que nunca será la suficiente. El show completo, obviamente, fue una locura de principio a fin, con canciones como “The Dream”, “Animated Violence” o “Nite Expo” motivando a todos los que presenciaron la tremenda performance que Dwyer y los suyos. El punto final llegó con “Contraption/Soul Desert” y su estructura pesada y llena de energía, cerrando con el desorden necesario un show que rayó en lo caótico, de esos que pueden funcionar perfectamente en cualquier contexto, masivo o íntimo, en espacio cerrado o al aire libre, la energía siempre será suprema y las pasiones desatadas en la gente lo serán mucho más grande aún. Esperemos ver nuevamente a Oh Sees en nuestro país, arrastre tienen de sobra y tenemos claro que es una banda que gusta de pasar sus días girando. Acá, por lo menos, siempre serán bienvenidos.

Con ese gran show, En Órbita puso fin a su versión 2018, la menos concurrida a la fecha, pero con uno de los carteles más consistentes que ha tenido dentro de su historia. Es lamentable la poca visibilidad que el festival tuvo durante los meses previos a su realización, algo que finalmente mermó en la cantidad de asistentes que acudieron para ver un cartel que no gozaba de mucha popularidad en su mayoría, pero que sí tenía una calidad impresionante en cada una de las propuestas. Instancias como estas, que a simple vista parecen pan de cada día, todavía no encuentran una regularidad constante en la agenda local, por lo que será interesante ver cómo a futuro puede ir evolucionando el festival, ya que sólo es necesario un ejercicio de ensayo y error para ir puliendo todo lo que esté al debe. Musicalmente, no hay nada que envidiar a cualquier festival internacional, con un cartel siempre estará a la altura con nombres que la gente espera, pero que tienen claro lo difícil que será verlos en otros contextos. La expansión siempre es buena, así que no queda más que esperar a la evolución que En Órbita tendrá en su siguiente edición, si es que tenemos la suerte de volver a contar con ella.

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The Mars Volta: Melodías en movimiento

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Pasó más de una década para que The Mars Volta regresara a nuestro país, y pese a que tenían nuevo material bajo el brazo, el proyecto a cargo de Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala se presentó ante su fiel fanaticada en el Movistar Arena con una impronta distinta al típico tour de promoción, muy por el contrario, centraron sus esfuerzos en una celebración a su obra y a la carismática sinergia que elaboran en el escenario, dando espacio para que una lluvia de melodías se deslizaran como conjuros desde sus instrumentos hacia la audiencia. Todo ese ritual, evidentemente, estuvo antecedido por un acto local que esta vez corrió a cargo de Miguel Conejeros y su proyecto F600, quien amenizó la jornada con distintas mezclas y una electrónica de tintes eclécticos y mucha sustancia, recibida respetuosamente por los asistentes que llegaron más temprano.

Ya entrada la hora del plato estelar, la agrupación salió a escena con unos minutos de retraso pero con una intensidad marcada desde el primer acorde. De entrada es evidente que la banda ya no es la misma, pero no por tener una formación diferente, sino más bien por la forma en que la dupla de Cedric y Omar se desenvuelven en el escenario como dos fuerzas imparables, y en ciertas lógicas completamente opuestas. Mientras la ceremonia entra en tierra derecha con “Vicarious Atonement”, ambos músicos entran en un diálogo que es sostenido por una banda que, de manera impecable, se concentran en sacar el mayor provecho posible para hacer brillar a las dos piezas centrales de esta maquinaria sonora.

La fuerza creativa del dúo está más desatada que nunca y, aunque esos elementos comunes que se encuentran en todos sus proyectos siguen inevitablemente ahí, la mejor forma en que la banda comprueba su identidad es en demostrar su inigualable manera de interpretar. Es así como composiciones gigantes de la talla de “L’Via L’Viaquez”, “Cicatriz ESP” o “The Widow”, encuentran su espacio dentro del setlist de manera excepcional, así como también pese a ser parte de distintos discos logran desencadenar una secuencia precisa con cada movimiento.

Esa capacidad anteriormente mencionada también encuentra atisbos de modernidad con canciones como “Shore Story”, por ejemplo, que se presenta como una composición que perfectamente puede sonar en una radioemisora junto a artistas de música más alternativa. Sin mayores tapujos, es como también puede sonar una exploración más arriesgada con “Drunkship Of Lanterns”, demostrando las distintas caras de TMV en todas sus capas sonoras.

Como toda buena banda de progresivo, The Mars Volta es un espectáculo de cocción lenta y una digestión incluso más pausada, debido a que los constantes juegos de guitarras, batería y cambios de ritmo a toda velocidad se van articulando poco a poco en un show que no transita entre la calma y la tempestad, sino que entre la intensidad y la elegancia de la interpretación, dando como resultado un sonido más aterrizado y robusto, sin exponer muchas fracturas en el camino.

Setlist

  1. Vicarious Atonement
  2. Roulette Dares (The Haunt Of)
  3. L’Via L’Viaquez
  4. Graveyard Love
  5. Cygnus….Vismund Cygnus
  6. Shore Story
  7. Cicatriz ESP
  8. Televators
  9. Drunkship Of Lanterns
  10. The Widow
  11. Son Et Lumiere
  12. Inertiatic ESP

*Fotos por Jaime Valenzuela para DG Medios

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