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Weezer – “Everything Will Be Alright In The End”
El viaje que empezó Rivers Cuomo tras el lanzamiento de “Pinkerton” (1996) no ha sido fácil. Luego de recibir demoledoras críticas que le hicieron cuestionar incluso la calidad de su disco debut de 1994, Cuomo decidió recluirse y alejarse de la escena musical. Cinco años tuvieron que pasar para que Weezer lanzara un nuevo álbum. “Weezer” (“The Green Album”, 2001) marcaría el inicio de una nueva etapa sumamente prolífica, donde en menos de diez años lanzaría nada más ni nada menos que seis discos. Tan extensa discografía hizo que más de uno le perdiera la pista a la banda norteamericana. Si a eso le sumamos el hecho que algunas de esas obras, como “Raditude” (2009), fueron resistidas por sus fanáticos por ser demasiado excéntricas y poco apegadas al espíritu original de la banda, entonces podemos entender por qué cada nuevo lanzamiento de Cuomo terminaba siendo recibido con algo de sospecha y escepticismo.
Y es justamente esa sensación de suspicacia a la cual el frontman de Weezer quiere atacar de lleno con “Everything Will Be Alright In The End”, un disco cuya intención primaria es, por sobre todas las cosas, recuperar aquel sonido y estética que hizo de su disco debut un fenómeno mundial. Y si la misión es rescatar aquel sonido power-pop tan característico de la banda, entonces el hombre a recurrir es justamente uno de los iconos de ese sonido: Ric Ocasek, líder de la agrupación Cars, y productor de “Weezer” (“The Blue Album”, 1994) y “Weezer” (“The Green Album”, 2001).
Todo esto pareciera indicar que las intenciones de Cuomo son bastante obvias. Y es que la sutileza nunca ha sido uno de los fuertes del músico. El single “Back In The Shack” deja bien en claro cuál es el objetivo de este disco. “Lo lamento, chicos, no me di cuenta que los necesitaba tanto / Pensé que tendría una nueva audiencia, olvidé que lo disco apestaba / Terminé con nadie y comencé a sentirme tonto / Quizás debería tocar la guitarra principal y Pat la batería”. Es justamente ese mensaje el que este álbum intenta dejar. Cuomo incluso llega a afirmar que quiere volver a rockear como si fuera 1994, y lo irónico es que, a pesar de todas las intenciones, “Back In The Shack” no suena como ninguna de las canciones de su disco debut. Esto porque dicho tema, junto a “Ain´t Got Nobody”, dan rienda suelta a esos riffs y quiebres de un sonido más bien metalero. Y es sumamente interesante que, aunque apunta por un sonido similar al de “El Álbum Azul”, Cuomo se sienta con la libertad de inyectar a sus obras de aquella estética heavy metal de la cual él es tan fanático.
La misión de recuperar aquella sensibilidad noventera recae en canciones como “Eulogy For A Rock Band”, “Lonely Girl” y “Da Vinci”. Todas ellas poseen aquella sinceridad tan característica de Cuomo, que convierten a cada uno de estos temas en verdaderas cápsulas del tiempo, transportando al oyente a un momento en el cual Weezer era, sin lugar a dudas, una de las bandas más refrescantes de la escena musical. “The British Are Coming” es por lejos uno de los momentos más importantes en “Everything Will Be Alright In The End”, con un sonido pop sumamente efectivo y preciso que, al más fiel estilo Weezer, se mueve entre la épica y la simpleza.
La introspección siempre ha sido una de las características más importantes en las obras de Cuomo. En este disco la relación que mantiene con su padre cobra particular importancia, con referencias bastante explícitas sobre cómo ha cambiado su relación en los últimos años. Incluso temas como “Cleopatra” y “Foolish Father” ahondan en dicha temática, enfatizando los desafíos y temores que conlleva el convertirse en padre.
El capítulo final de “Everything Will Be Alright In The End” es dividido en tres episodios, que perfectamente podrían ser una única canción, pero que gracias a su configuración terminan transformándose en una mini ópera rock, que viene a demostrar no sólo las habilidades shredder de Cuomo, sino que también vienen a revalidar su rol de compositor.
De esta forma, se configura una escena que debiera dejar a los fanáticos no sólo con una sensación de tranquilidad, sino que también de esperanza por el futuro musical de la banda. ¿Es, entonces, “Everything Will Be Alright In The End” el mejor disco que Weezer ha lanzado en años? Es difícil asegurarlo, pero no cabe ninguna duda de que es, por lejos, el más importante.
Disco: Everything Will Be Alright In The End
Duración: 42:24
Año: 2014
Sello: Republic
Discos
Weyes Blood – “And In The Darkness, Hearts Aglow”

Tres años pasaron desde que Natalie Mering estrenara el cuarto trabajo de estudio de su proyecto Weyes Blood, llevándose el reconocimiento general y un sinfín de aplausos con una obra tan completa como “Titanic Rising” (2019). Aunque la artista se acostumbraba a las buenas críticas, las expectativas serían aún mayor al momento de enfrentarse a un próximo larga duración, misión que tiene pendiente con la llegada de “And In The Darkness, Hearts Aglow”, un trabajo donde la premisa de oscuridad absorbe gran parte de la trama, pero que la interpretación desde el corazón la transforma en una obra con una belleza e intensidad por partes iguales, haciéndole justicia a su título, más allá de las palabras. Todo esto se debe a la manera en que el disco se desarrolla, así como las capas que resisten el análisis o de cualquier prejuicio a la profundidad y efectividad de dichas composiciones.
Desde las distintas aristas que podamos darle a este disco, el principal factor que resalta es la capacidad de Natalie Mering a la hora no sólo de componer canciones, sino que también de la impronta que aplica en la producción, con una serie de colaboradores cooperando en aquella misión. Y es que desde la apertura con “It’s Not Just Me, It’s Everybody” demuestra cómo las cosas siguen su curso desde donde quedaron la última vez y, así, poder identificar de entrada los elementos que hacen de esta obra una sucesora de “Titanic Rising”, ya que es la propia intérprete quien describe este LP como el segundo en una trilogía que comenzó con su lanzamiento anterior. Si bien, prácticamente todas las canciones tienen la intervención de un arreglista externo, todo esto debido al trabajo que los músicos Ben Babbitt y Drew Erickson aplican en gran parte de los tracks, el componente personal se siente no sólo desde la interpretación, sino también desde donde Mering estructura su obra.
De esa forma de estructurar es cómo podemos ver el funcionamiento secuencial de inmensas composiciones, como “Children Of The Empire” o “Grapevine”, en las que Weyes Blood se luce en una interpretación muy rica en detalles, donde su voz logra tomar primer plano incluso con una sección instrumental tan cuidadosa y robusta como la que implementan en la guitarra y batería los hermanos Brian y Michael D’Addario, ampliamente reconocidos como el dúo The Lemon Twigs. Entre el sinfín de influencias y comparaciones que recibe la artista, los nombres de Brian Wilson y Karen Carpenter siempre estarán presentes en la manera compositiva e interpretativa, respectivamente, pero lo cierto es que Natalie ha sabido nutrirse de esos elementos para entregar un enfoque fresco y de manera más directa, evitando plagios o reminiscencias tan explicitas en su música. Un ejemplo de ello es la melancólica “God Turn Me Into A Flower”, donde la hipnótica presencia vocal de Mering se toma cada espacio con una delicadeza e intensidad que ha transformado en sello propio.
“Hearts Aglow”, por otra parte, encierra un poco los tópicos y componentes sonoros de esta quinta obra de estudio de Weyes Blood, aplicando correctamente términos líricos y musicales de la melancolía y contemplación personal, pero a la vez dejando entrever esas fisuras que permiten entrar a un plano más luminoso y optimista. Los arreglos siguen tan impecables como en cualquiera de las canciones de este disco, pero su desarrollo inminente hacia el interludio “And In The Darkness” le dan una cara única, con el carácter más ligado al pop barroco, poniendo énfasis en la experimentación, sobre todo considerando la presencia de una canción como “Twin Flame” que, contraria a la mayoría, carece de arreglistas externos y se centra en las propias ideas de la intérprete. Luego del tormentoso paso de “In Holy Flux”, el disco cierra con “The Worst Is Done” y “A Given Thing”, sumando 10 minutos donde tenemos desde el lado más juguetón hasta el más apasionado, aristas opuestas en el amplio rango interpretativo de Mering.
Siempre es complejo analizar una obra cuando se pueden tomar tantas referencias a la hora de desmantelar su estructura, pero lo cierto es que es en ese ejercicio donde verdaderamente podemos notar cuánto hay de inspiración y de reinterpretación, o si, en el peor de los casos, existe algún atisbo de plagio. Los artistas más nuevos enfrentan el gran problema de un panorama musical a veces desgastado, donde todo fue inventado y nadie puede ser el primero a la hora de querer aplicar sus ideas o entregar una versión más fresca de algo que ya esté arraigado en el oído colectivo. Lo de Weyes Blood no es por ninguna parte algo novedoso o diferente a muchos discos que podamos oír previamente, pero su principal gracia se encuentra en cómo esos elementos se presentan e interpretan, y ahí es donde la artista se desmarca de sus pares y logra salir adelante como una compositora que tiene mucho que ofrecer con su arte. Cinco discos y sólo aciertos es algo que pocos pueden contar, sobre todo a una edad tan temprana, donde el legado musical no puede hacer otra cosa que reforzarse de aquí en adelante.
Disco: And In The Darkness, Hearts Aglow
Duración: 46:22
Año: 2022
Sello: Sub Pop
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