Como pocos lugares en el mundo, Japón cuenta con la capacidad de sostenerse sobre su propia industria cultural. Es esta gran cantidad y calidad de expresiones artísticas la que ha traspasado fronteras territoriales y de idioma, siendo hoy una región de interés global. Dentro de su escena musical, tricot se posiciona como uno de los proyectos más ambiciosos y consistentes de los últimos años. Continuando con el prolífico trabajo de “Makkuro” y “10” –ambos de 2020–, el conjunto de Kioto lanzó “Jodeki” durante diciembre de 2021, entregando una obra dinámica y fresca, situándose como uno de los álbumes más sólidos dentro de una discografía de por sí sobresaliente. Tal como sugiere el tracklist, casi en su totalidad escrito en kanji, “Jodeki” es un disco destinado en primer lugar a audiencias japonesas, sin embargo, no es necesario tener grandes nociones del idioma para disfrutarlo. Así parece entenderlo la banda, quienes incluyen una versión íntegramente instrumental del disco para las plataformas digitales. Además, a modo de un entendimiento más amigable, cada canción cuenta con un título secundario, enfocado a su público occidental.
El confeti, los intensos colores y un simpático perro llamado Wicket son los elementos que componen la portada a cargo del fotógrafo Kenta Sotobayashi, representando algunas características esenciales del sexto álbum de la banda, el que destaca por su versatilidad, energía e infaltable complejidad técnica que los define. Las armonizaciones vocales con las que abre el disco en “Talk” ya da algunas nociones del empeño en los arreglos por parte de tricot. Generando un efecto robótico, la canción se acompaña de tempos inusuales, guitarras con énfasis en el groove y la inherente influencia de math rock dentro de la banda. Pese a la potente presencia de dicho género, “Jodeki” bebe de muchos otros ritmos y técnicas, evidenciando toques de post-hardcore y un interés por el dinamismo, tal como se evidencia en canciones como “Bakuro” e “Hitoyasumi”.
Los momentos más luminosos del disco se sostienen desde los primeros minutos, siendo “Inai” uno de los puntos altos. Mediante una variación constante en la intensidad y la expresividad vocal de Ikkyu Nakajima, la composición se construye con éxito, apoyándose en las características propias del j-rock y su capacidad para integrar la estridencia en canciones primordialmente melódicas. Desde una perspectiva más reconfortante, “Tissue” también destaca dentro del tracklist, ofreciendo un lado más sutil de la banda, pero igualmente detallista.
Continuando por un camino apacible, “Kayoko” presenta un espacio de energía contenida. La suavidad en la canción es la posibilidad para apreciar el prolijo trabajo de cuerdas, tanto en las guitarras de Nakajima y Kida Motifour, como en el bajo de Hiromi Hirohiro. Más adelante, “Itsumo” es otro buen ejemplo de calidad instrumental, también reluciendo las habilidades del baterista Yusuke Yoshida. Bajo esta misma atmósfera de sutileza, “Night Monster” da un enfoque melancólico al álbum, cuyo clímax se construye en conjunto por el solo de guitarra y el desplante de la vocalista.
Atravesando otras emociones, “Jodeki” es un trabajo con un fuerte factor lúdico, siendo “Dogs And Ducks” uno de los pasajes más evidentes, donde la armonía de voces y el efecto wah wah de la guitarra intentan emular el sonido de los mencionados animales. En esta misma mirada festiva, “Walking” entrega un sonido fresco y de energía liviana, donde el groove con influencias de funk lleva gran parte de la canción. El título que da nombre y cierra el álbum es también otro momento donde tricot se torna hacia la diversión y lo bailable, acompañándose esta vez de los ladridos de Wicket.
Derribando el malentendido prejuicio de que el pop es sinónimo de vacío y poca técnica, “Jodeki” es abundante en coros pegadizos y minuciosos arreglos, siendo uno de los grandes hitos de la banda japonesa. En un viaje de altas e intensas emotividades, este trabajo plasma con firmeza el talento de tricot y su afán por crear canciones accesibles, pero complejas en su ejecución, cuya principal fortaleza recae en la fluidez que transmite.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.