El conjunto estadounidense The Linda Lindas se convirtió en fenómeno viral en 2021 gracias a una presentación en vivo de la canción “Racist, Sexist Boy”, que acumula más de un millón de visitas en YouTube. Tras esto, el grupo firmó con la importante casa discográfica Epitaph Records, con la que ahora lanzan “Growing Up”. Esta historia podría llevar a la creencia que en The Linda Lindas no hay nada más que una estrategia de marketing o de promoción, pero la banda de adolescentes se saca ese posible estigma de encima con un disco auténtico, donde no podemos olvidar que sus integrantes tienen entre los 11 y los 17 años.
“Growing Up” abre con la adolescente “Oh!”, que conlleva la idea de no tener la razón nunca y la imposibilidad de cambiar las cosas, y que sirve de muestra general de lo que nos traerá el disco: pop punk adolescente bien hecho. Sin embargo, aquí vislumbramos uno de los problemas de la placa: la energía de la banda parece verse demasiado contenida por una producción excesiva. Un ejemplo de esto es el sonido de la batería, que por momentos no tiene la suficiente fuerza, responsabilidad que no compete a la baterista Mila de la Garza en base a sus actuaciones en vivo, sino a la producción del disco mismo.
El track homónimo es una canción un poco más melódica y pausada que su antecesora, adoleciendo el mismo problema en los momentos que debieran ser más crudos, por ello, “Talking To Myself” funciona mejor al ser más contenida e intimista que los dos tracks iniciales. Por su parte, “Fine” sirve como un punto de inflexión en el álbum, donde el sonido del grupo se suelta y la rabia punk empieza a florecer, con los riffs de guitarra y bajo adquiriendo un protagonismo necesario, a la vez que la batería tiene un sonido más acorde a la propuesta de la banda. A su vez, la canción escapa de la estructura clásica que veníamos escuchando y abre camino a la mejor parte de la placa. “Nino” nos muestra a la agrupación abrazando su lado más infantil con una composición dedicada a un gato. Este, sin mayores pretensiones, se convierte en uno de los puntos altos, dejando al oyente con una sonrisa, recordando que no todo tiene que ser tan serio y que se puede hacer buena música y buen punk sin la necesidad de dejar de divertirse.
“Why” vuelve a los temas clásicos de la adolescencia en clave pop punk. Con una fuerza importante, un coro pegajoso y las voces sonando perfectas, la sexta canción se convierte en otro de los mejores cortes del disco. “Cuántas Veces” es una rareza dentro de “Growing Up”, ya que cuenta con un ritmo más pausado, con ciertas reminiscencias de bossanova y cantada en español. Es por esta razón que la letra se siente (quizás con justa razón recordando las edades de las integrantes) demasiado infantil e ingenua: “Todos somos perfectos, en todas formas y hechos”, dice el coro. “Remember” y “Magic” nos traen de vuelta al terreno conocido de The Linda Lindas, con ambas funcionando gracias a los puntos fuertes que se repiten a lo largo del disco: un gran trabajo vocal, los riffs de guitarra y bajo, y el sonido de la batería cuando la producción lo permite. El disco cierra con la canción que las llevó a la notoriedad, “Racist, Sexist Boy”, condensando lo mejor de su propuesta. Mientras más cercanas al punk rock se mueven, la banda parece sentirse más cómoda, y aquí la voz suena cargada de rabia, al igual que todos los instrumentos, que nos sumergen en la ira hacia este chico machista y racista. Punto aparte para lo orgánico que suena el track, que parece haber sido grabada en condiciones distintas que el resto del disco.
Con “Growing Up”, The Linda Lindas logra sacudirse la posible imagen de ser únicamente un fenómeno viral para demostrar que son una banda con un buen presente, pero, sobre todo, con un futuro importante. Esto, claro está, sólo si logran escapar de la influencia de la gran industria musical, la que probablemente más que ayudarlas, las convierta en una de las tantas bandas que funcionan más como un producto de marketing que como una agrupación musical. Mientras más fieles sean a su sonido, influenciado por Bikini Kill y The Go Go’s, mejor será lo que venga.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.