En esto de la creación musical, el paso del tiempo puede significar muchas cosas. Por un lado, podríamos interpretar que las ideas para componer y las ganas de trabajar se han agotado. Por otro, podríamos aducir que el tiempo es en esencia ese espacio vital que permite nutrirse de nuevas experiencias para así continuar. Cualquiera sea el caso, lo cierto es que el indie rock de Spoon volvió este 2014 con una nueva placa de estudio, después de una prolongada y acordada pausa de 4 años. “They Want My Soul”, octavo disco de la banda encabezada por Britt Daniel, no se aleja del patrón sonoro tan característico en la mayor parte de sus anteriores trabajos. Sin embargo, la originalidad y lo nuevo viene de la mano de la simpleza del sonido, la sobriedad de la instrumentación y la pulcritud de los arreglos.
Es este un disco fundamentalmente introspectivo, compuesto de un repertorio de tan sólo de 10 canciones. En poco más de 35 minutos y alejados de cualquier pretensión de megalomanía sonora, los temas apuestan por las melodías sencillas, coros pegadizos y efectos moderados. No hay que ir muy lejos para advertir que Spoon se desliza musicalmente por un territorio ya explorado y dominado por ellos. Ahora bien, lo valioso se halla en el reconocimiento de una propuesta que planta una esencia que refuerza una identidad y una marca registrada.
Con “Rent I Pay” el disco amanece en medio de una combinación rítmica entre una batería poderosa y profunda, adornada de unos trazos afilados de guitarra. “Inside Out” es una destacable canción, que presenta una atmósfera de relajo en medio de un coro que invita a la reflexión sobre los efectos del paso del tiempo. El disco vuelve a retornar hacia la vertiginosidad con “Rainy Taxi”, retomando el camino propuesto por el tema inaugural, pero que suma unos efectos de piano que, a ratos, asombran por su efectividad y sencillez. La intensidad del disco se mantiene con el protagonismo dado a “Do You”, una canción que lastima con unos arreglos y efectos bien medidos de guitarra, batería y sintetizadores. “Knock Knock Knock” apuesta por un atmósfera sombría y unos pinchazos de guitarras distorsionada que devuelven el disco hacia la tranquilidad rítmica.
“Outlier” se sumerge en unos efectos de sintetizadores que recuerdan los primeros años de la banda y le prepara el camino al tema que da vida al disco: “They Want My Soul”, que hace concebir a la banda como una agrupación madura con una propuesta ya definida, que plantea temáticas actuales y problemáticas. Algunos buenos momentos con pequeños toques modernos de blues se oyen en “I Just Don’t Understand”. El momento animado y casi bailable, se aproxima hacia el final de la placa con “Let Me Be Mine”, para culminar con una hermanada “New York Kiss”, que es sin lugar a dudas una de las pocas apuestas por la experimentación y la novedad que el disco propone.
Spoon en “They Want My Soul” repite una fórmula que le ha servido para mantenerse en la escena indie por prácticamente 20 años. Siendo un trabajo bien logrado y correctamente adornado, termina reproduciendo y repitiendo algo ya hecho y escuchado hace años. Se echa de menos el momento en que la banda apueste ya no por la fidelidad a sí mismos, sino por la innovación e inventiva que ciertamente ostentan.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.