“Por primera vez en mi vida / Me dejé ser cargado / Como un gran y viejo bebé”, son las líneas que inician el nuevo disco de Spoon. No son de Britt Daniel, sino que de Bill Callahan en su etapa de Smog, pero identifican el momento de la banda de Austin, Texas. “Lucifer On The Sofa” es una experiencia de renovación, renacimiento y nuevas aventuras, sin perder la identidad que ya hay en Spoon, o su calidad. Se dice que el disco es “un retorno al rock & roll”, y es verdad, pero también hay una vocación de simplemente hacer buenas canciones, más cercano al momento de explosión de la banda, entre “Kill The Moonlight” (2002) y “Ga Ga Ga Ga Ga” (2007).
Quizás el desvío vino con “Hot Thoughts” (2017), cuando el trabajo de laboratorio fue tal, que en tiempos de gira las canciones eran otras, más fáciles, más fluidas, más cercanas al deambular de la sangre en el cuerpo. Más encima vino la pandemia y su espejo, ese que nos hizo mirarnos de frente y analizarnos. Para Spoon los cambios no iban a ser en la esencia, pero sí en cómo llegar a ella, y el fragmentado trabajo de estudio derivó en un disco muy directo, con pocos artilugios de estudio, pocos instrumentos que se alejen de la configuración en vivo, y así es cómo la banda firma su mejor trabajo desde hace más de una década.
“The Hardest Cut” con su juguetona cadencia, “The Devil & Mister Jones” siendo un homenaje directamente indirecto al estatus de leyenda de David Bowie, y la onda Screamadelica del coro de “Wild” enteran casi una inmaculada primera mitad de disco, con un momentum que se frena un poco con la sencilla “My Babe”. Desde la ternura viene esta transición que ayuda a que el lado B vuelva a tener su propio arco. “Feels Alright” tiene un swag digno del funk, sin perder lo tosco que necesita ser Spoon para sonar así de natural, pero a la vuelta de la esquina viene otro de los puntos altos del disco, “On The Radio”. Aquí, literalmente Britt Daniel canta que “tal vez nací para esto”, mientras hay referencias al carácter iluminador de la radio como compañía, como comunicación y como escape.
Hablar de “Lucifer On The Sofa” va más allá de la pesadilla que llevó a Britt a llamar así al registro, o buscar un hilo conductor; esta es una gran colección de canciones, que consiguen tener un impulso que no acaba, incluso cuando en “Astral Jacket” vienen ínfulas de los Manic Street Preachers más calmos, o cuando en “Satellite” aparece un vals cósmico. Es que este es un trabajo donde su columna vertebral viene de cómo fue trabajado, y se nota.
“Lucifer On The Sofa” es un disco enfocado, coherente, donde cada canción llega a su punto cumbre y nada está forzado. Por ello, cuando el delirio de Britt aparece sigiloso y gráfico en el track homónimo que cierra el larga duración, es imposible no imaginarse en esas salas de ensayo, con Spoon rejuveneciendo 15 años en el camino, dejándose cargar por las canciones y entregando uno de los primeros grandes discos del año.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.