Fuerte y claro fue el mensaje que Slipknot entregó con “We Are Not Your Kind” (2019), una obra que vio a la banda expandirse sonoramente para abordar otros conceptos e incorporar nuevos elementos en su música. Pese a que el cambio no fue extremadamente radical, de igual manera existió un cuestionamiento y entusiasmo por partes iguales de lo que podría hacer el colectivo en su obra posterior. Ahora, nos encontramos en ese momento con la llegada de “The End, So Far”, álbum que muestra a Slipknot continuando con su expansión desde un enfoque mucho más aterrizado y seguro, todo producto de la confidencia en una agrupación que ya dejó atrás el nicho lleno de etiquetas y reglas que muchas veces se da en el metal y sus subgéneros. Hoy por hoy, Corey Taylor y compañía viven un momento donde la música es el enfoque principal, sin arroparse en estilos particulares, y eso, en una banda con tanta fuerza como esta, es algo que no puede fallar por dónde se le mire.
Con todo lo experimentado en su trabajo anterior, es comprensible que decidan continuar con esa búsqueda de nuevos sonidos y texturas de una forma tan dedicada, debido a que “Adderall”, primer track del álbum, entrega muestras inmediatas de la conceptualidad sonora que la banda impone, sin caer en paralelismos o elementos de arrastre durante la obra, sino más bien en su propia teatralidad. Y es que este cambio sonoro, tan cuestionado por cierta sección de su fanaticada, no es algo permanente ni mucho menos, sino que viene directamente del deseo de expandirse artísticamente sin perder esa agresividad que de entrada escuchamos en canciones como “The Dying Song (Time To Sing)”, “The Chapeltown Rag” o “Yen”, donde la banda continúa sonando tan densa como siempre, pero con una ejecución digna de los años de experiencia que han acumulado.
Es evidente que un trabajo colaborativo como la fórmula que profesa Slipknot da poco espacio para brillar individualmente, siempre funcionando como un colectivo de fuerzas imparables en pos de ese sonido estridente, directo y rabioso, pero sin duda que la voz de Corey Taylor está especialmente dominante en este trabajo, agregando también la excelente ejecución entre Mick Thomson y James Root en las guitarras, elemento principal del sonido lúgubre que ha caracterizado al conjunto desde sus inicios. Son esos constantes guiños al pasado lo que permite que puedan enfocarse en el futuro, entregando una obra que funciona cohesionadamente como un disco más allá de una selección de canciones. Sí, los tracks pueden separarse perfectamente como singles o incorporaciones en el setlist de la banda, pero siempre estará ese hilo conductor que los une como una obra con sólido desarrollo.
Aun cuando líricamente las temáticas no parecen salir de lo mismo dentro de la banda, de todas formas este disco es una demostración del nivel actual en que Taylor y compañía se encuentran, permitiendo sonar como una versión de ellos mismos en esteroides, con tracks como “Hive Mind” o “Warranty”, pero también de una manera mucho más aventurada en composiciones como “Medicine For The Dead” o “De Sade”, donde elementos puntuales de la agrupación convergen con una constante impronta de empujar los sonidos más allá. Pese a que la duración de casi una hora le juegue en contra a ratos, el único punto cuestionable es la literalidad de “Finale”, último track del disco, que no hace mucho más que poner el punto final, algo que merma un poco la experiencia después de un viaje tan dedicado en la composición e interpretación de cada una de sus canciones.
Puestos todos esos elementos, Slipknot nuevamente comprueba que no es necesario hacer lo mismo cuando se está recurriendo a las fórmulas habituales, demostrando que siempre habrá espacio para la reinterpretación y una mejor disposición de los elementos. Si su álbum anterior fue unánimemente catalogado como su obra más aventurada, es cierto que en “The End, So Far” la banda baja un poco los cambios a la experimentación, pero lo hace no porque echen pie atrás, sino porque ya están más seguros y determinados en lo que quieren lograr. El nicho del metal le quedó muy pequeño a Slipknot hace bastante rato, por lo que no es de extrañar que sigan en el constante camino de convertirse en un acto masivo a niveles desorbitantes. La actitud ya está, la calidad interpretativa también, y tanto este como su trabajo anterior demuestran que su música va encaminada hacia el mismo destino, despojándose de etiquetas y reglamentos sobre cómo deben sonar sus canciones.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.