

Discos
Sigur Rós – Kveikur
Published
10 años agoon
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Javier GodoyDescribir la música de Sigur Rós siempre es un trabajo arduo. Sus canciones van desde pianos con poquísimas notas acompañado sólo por un chelo, hasta paredes de sonidos catárquicos en que percusión, guitarra y gritos crean una verdadera explosión de decibeles. En sus seis discos de estudio han recorrido decenas de instrumentos, emociones, falsettos, idiomas y “fórmulas” en sus canciones.
Dos noticias han marcado al grupo en el último tiempo. La primera, la partida del tecladista Kjartan Svensson en enero de este año porque “había pasado quince años en la banda y sentía que quería hacer algo diferente”. La segunda fue a pocas semanas de la publicación de su disco “Valtari” (2012), confirmaron que el año 2013 vendría un disco “distinto a las cosas que han hecho antes” y que “sería más electrónico que Valtari”. La espera acabó hace un par de días con “Kveikur”, el nuevísimo último disco del ahora trío islandés. Y sí, las expectativas que ellos generaron se cumplieron: es un álbum caótico, cacofónico, lleno de sonidos electrónicos de fondo y una batería muy, pero muy potente. El baterista Orri Dýrason estuvo casi ausente en “Valtari” y ahora está a la carga con una energía desbordante.
Los trabajos de la banda suelen usar los primeros minutos en crear una íntima atmósfera para preparar el ambiente de lo que vendrá, como pasa en los temas que abren, pero “Kveikur” no advierte, sólo ataca. Los primeros segundos de “Brennisteinn” comienzan sin aviso ni anestesia; un rasgueo agresivo de guitarra y un azote (no un golpe, un azote) al bombo de la batería. Al aparecer la inconfundible voz de Jónsi Birgisson y el sonido de su guitarra con arco, lo último que hace “Brennisteinn” es perder energía. A eso de la mitad de la canción, ocurre un cambio en el ritmo y Jónsi da rienda suelta a su falsetto; los fans de “( )” (2002) se sentirán en el paraíso.
Los instrumentos se tranquilizan un poco en el segundo tema donde si bien no existe la paz, el eco que generan las percusiones y la voz dan una idea de mucho espacio alrededor, como si estuvieran tocando con la ventana abierta y parte del sonido se fuera. Mención especial a los segundos finales, donde un par de bronces son los responsables de relajar al oyente. Todo era un engaño porque “Ísjaki” (Iceberg) llega con todo. Los mismos metalófonos que hace pocos instantes dieron sensación de tranquilidad, ahora se unen con Jónsi en cacofonía. Resulta curioso que la batería sea el único sonido grave en gran parte de la canción. Igual que un iceberg, la parte aguda y visible del tema se muestra en gloria mientras hay una porción grave y poco perceptible allí, debajo del agua.
Entre canciones que rugieron con un ímpetu pocas veces visto, aparecen delicadezas como “Yfirborð” y “Stormur”. Nunca perdiendo el tinte adquirido en sus temas anteriores, la música se torna más esperanzadora; aun hay partes que atacan, pero surge una bondad en los sonidos de la canción. Sigur Rós es enfático en mostrar que siguen siendo los mismos que desgarraron el alma en “Brennisteinn”, pero ahora convertidos en una calidez y benevolencia que recuerda a pasajes del “Takk…” (2005) o el propio “Valtari”.
Nuevamente hay un cambio de ánimo. En un disco bipolar y siempre agresivo aparece “Kveikur”, contraparte idónea de “Ískaji”. Ahora todos los instrumentos son graves salvo la voz de Jónsi. Llegando a la mitad del tema los músicos se apartan y dejan a Orri golpeando las cajas y bombos con una furia que no se oía desde hace más de una década; se suman luego algunos sonidos, pero la batería se roba toda la película. Si Orri quiere hacer retumbar las paredes, lo hará.
“Rafstraumur” merece una mención especial. Las canciones pop siguen una fórmula preestablecida: estrofa, coro, estrofa, coro, puente, instrumental, coro. Así funciona esta canción también, pero no es banal, superficial, descartable, ni de relleno. Al contrario, es una de las mejores canciones en todo el álbum; toman una estructura ya conocida y con ella crean la balada más hermosa desde la aclamada “Hoppípolla”. Alegre, enérgica y tremendamente cálida, “Rafstraumur” está para mostrarles a las personas que no conocen Sigur Rós por qué a lo largo de sus seis trabajos anteriores se ha formado una base de fans tan acérrima.
El epílogo del disco es una canción muy distinta a las anteriores. Un piano amparado en un íntimo drone de fondo, y con esa exquisita y delicada despedida se acaba un trabajo salvajemente enérgico. “Kveikur” está hecho con pasión, melancolía, rabia, amor e, incluso, fragilidad. Crearon algo nuevo y fresco sin perder nunca la esencia que ha caracterizado a Sigur Rós; los momentos de descontrol y agresión se equilibran con los calmos y amables. No se fueron a ninguno de los extremos, pero aún así no se restringieron en nada. Plasmaron todo en este disco y eso se nota de principio a fin.
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“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.
Artista: GEL
Disco: Only Constant
Duración: 16:25
Año: 2023
Sello: Convulse Records
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Pæblo Towers (@imnotasigurboy)
22-Jun-2013 at 11:40 am
Oye pero y Bláþráður que ondi que volá ? Yo, así como opinión random, creo que es LA canción del cd que sí o sí debiesen tocar en vivo, los “nonono” de Jónsi son espectaculares.
Buen analisis en todo caso, se nota que el analista (?) escucho ene veces el cd.
PD: es Yfirborð ps, machucao !