Con ocho discos a su haber, Russian Circles sigue proponiendo argumentos cada vez más densos en su tejido sonoro. Si bien, su cercanía al sludge y al post metal los posiciona de antemano en esa línea, la banda instrumental ha sabido agregar de a poco una serie de detalles que compactan esa idea sin transar en su formato trío. Así, e ininterrumpidamente desde “Guidance” (2016), el conjunto vuelve a trabajar con Kurt Ballou (Converge) para desarrollar esa matriz. ¿El resultado? “Gnosis”, un trabajo breve pero intenso, que avanza sin sobresaltos evidenciando un giro en la idea original del grupo fabricando más capas de contenido.
El término gnosis proviene del griego Γνωσις, que significa “conocimiento” en su interpretación más absoluta. El concepto juega con la idea de la búsqueda de la verdad o del conocimiento con un propósito divino. Más allá de la interpretación literal, pareciera ser que esa búsqueda es difícil de alcanzar con una tonelada de distorsión y overdrive de fondo. “Gnosis” introduce capas de contenido saturado de manera más orgánica y, a diferencia de sus trabajos anteriores, la idea de usar loops de guitarra ha quedado atrás para cultivar un aspecto vivo más rústico y crudo.
Sin rodeos, Brian Cook toma el protagonismo desde el inicio con un penetrante y metálico bajo en “Tupilak”, un corte que no da tregua en la idea del grupo de cumplir con las expectativas tras los intensos singles “Conduit” y “Betrayal”. El trabajo en la batería es otro punto a destacar, contribuyendo a generar una atmósfera más melódica gracias a su correcto registro, que no es para nada opacado por los bajos y guitarras. Así, “Gnosis” avanza hacia un terreno más conocido con el track que da nombre al álbum, una canción llena de texturas, cuyo relato es simple y reflexivo hasta el quiebre del riff final.
A estas alturas, Russian Circles abraza mucho más el metal que en otros trabajos y lo adhiere a este capítulo del álbum, sincerando así sus más profundas influencias. Prueba de ello, es la antecesora “Vlastimil” y su intro que se acerca al heavy, la antesala perfecta para “Betrayal”. En sus más de cinco minutos, Mike Sullivan y compañía tocan la oreja del black metal con los recursos clásicos del género, en lo que es su canción más pesada hasta el momento. Si bien, la banda ha jugado históricamente con los recursos tradicionales del post metal, corre el cerco haciendo de su sonido una masa difícil de digerir, mas no incómoda. La carencia de atmósferas monótonas, salvo un interludio para aflojar (“Ó Braonáin”), hace que la producción directa y descarnada de Ballou se aprecie a merced. Al igual que en “Blood Year” (2019), el protagonismo de las baterías y el bajo se mantiene, agregando esta vez unas guitarras menos texturales y de riffs más pegajosos.
“Gnosis” aparece como uno de los trabajos más pesados Russian Circles, donde el recurso metalero es a ratos sorpresivo y en otros esperable. La banda no transa en aligerar su propuesta, sino más bien la intensifica y, en vez de buscar puntos de encuentro, se atrinchera con éxito en sus referentes. No obstante, “Bloom” al cierre, pareciera sacada de sus primeros discos, manteniendo la forma donde se aprecian delays y una composición mucho más relajada, demostrando un particular rango que se funde con la etiqueta de post rock que se les colgó en sus inicios. Russian Circles regresa con actitud y solidez, gracias a una búsqueda que da sus frutos y, sobre todo, con identidad. Todo eso los mantiene en alza y como una de las bandas más interesantes del catálogo de Sargent House, el ejemplar sello de Los Ángeles liderado por Cathy Pellow.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.