Para muchos, Richie Kotzen es un artista que logra refrescar la escena musical de tanto en tanto. Su trabajo en “The Winery Dogs” como en su carrera solista, demuestra que posee una gran flexibilidad en su sonoridad individual, y “Cannibals” es una muestra de aquello, permitiendo generar atmósferas eclécticas en base a sonoridades R&B, funk y soul. Cabe destacar que, así como en sus discos anteriores, Kotzen es el único músico en la performance instrumental. Además, el trabajo en letras denota una cercanía a tópicos tales como el desamor, la lujuria, la conquista de la pareja y la sensualidad.
El title track del disco, “Cannibals”, entrega el primer golpe con un rasgueo potente y un trabajo en baterías impecable. El trabajo de Kotzen en el bajo manifiesta su cercanía a sonidos llenos de cadencia setentera, lo cual es posible reconocer en “In An Instant”. “The Enemy” corresponde a una balada reposada, cuyas letras reflejan esa añoranza a las canciones de los años setenta, con un sonido cercano a Bruce Springsteen, lo cual se potencia en el trabajo de voces gospel.
“Shake It Off” y “Come On free” sorprenden, mostrando a un Kotzen calmado, y sus habilidades en los teclados Hammond, junto con un potencial vocal, generan escalofríos. Las guitarras retornan en “I’m All In”, en el cual podemos encontrar la esencia de este disco: una canción que entrega los tiempos para solos de guitarras, junto con un trabajo en voces evidente. “Stand Tall” es otra muestra del virtuosismo del hombre proveniente de Pennsylvania, Estados Unidos, en una mixtura rock/funk exquisita, y un groove que levanta del asiento a cualquier oyente. “Up (You Turn Me)” es una balada de carácter melódico, con un fuerte trabajo en coros y una delicadeza única en el manejo de los tempos.
Sin embargo, “You”, el siguiente track, arrastra la emocionalidad completa, con un trabajo en teclados y voces definitivos. Acá se puede apreciar el rango vocal de Kotzen, con una voz dulce y cálida, demostrando su trabajo en agudos de manera soberbia. Esta emocionalidad llega a su cumbre con “Time For The Payment”, una balada con arreglos en guitarra clásica, y con ribetes de flamenco, que ayudan a construir una canción llena de misticismo y pasión.
Así es que “Cannibals” transita desde canciones rock y funk hacia un sonido íntimo, lleno de matices, y con un Richie Kotzen en su mejor nivel. Si bien no es usual a su carrera solista y a lo que le conocemos en The Winery Dogs, es un disco que se puede escuchar sin sobrecargas emocionales. Siendo una de las primeras publicaciones del presente año, “Cannibals” deja con una grata sensación sonora a sus oyentes.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.