Cuando en 1965 The Beatles lanzaba su sexto álbum de estudio, “Rubber Soul”, paralelamente a lo que bandas como The Byrds o cantautores como Donovan ya estaban haciendo, se empieza a gestar de manera concreta lo que hoy conocemos como rock psicodélico. Los sonidos y la estética que rodeaba a la música de mayor consumo entre los más jóvenes comienzan a cambiar, y las referencias abiertas al uso de drogas lisérgicas, junto a la revolución hippie de las flores, ya eran una realidad. Un género de corta vida que en su estado puro tuvo su apogeo en 1967, para terminar diluyéndose en los 70 con el progresivo de la escena de Canterbury, en los 80 con el synth y dreampop, y en los 90 con el stoner rock. En la actualidad, al alero de nombres como Tame Impala, Unknown Mortal Orchestra, o Pond, el estilo original parece tener su revitalización definitiva.
Los australianos de Pond, en su sexto disco de estudio, replican nuevamente la fórmula que les otorgó reconocimiento, desmarcándose de la monotonía exhibida en su entrega anterior, “Hobo Rocket” (2013), para volver a incorporar más elementos sonoros, reconocible virtud de sus primeras placas. En “Man It Feels Like Space Again” las cosas parten gentiles, lo suficientemente asimilables para enganchar a partir de un sonido mucho más emparejado con la psicodelia del pop más enérgico, trayendo al recuerdo lo propuesto por MGMT en todos sus trabajos. Bajo ese prisma, “Waiting Around For Grace” y “Elvis’ Flaming Star”, se funden para dar paso a “Holding Out For You”, un conmovedor tema, riquísimo en matices instrumentales, capaz de llevar a la sincera evocación a través de un epílogo que, enmarcado en un crescendo brillante, se desearía que fuera más extenso todavía y emulara la estructura del post-rock.
“Zond” es una inyección pura de intensidad, que raya en la locura opioide y que desprende la incertidumbre respecto a cuál es el verdadero concepto del álbum. El vaivén rítmico de “Man It Feels Like Space Again” lo confirma “Heroin Start”, una canción oscurecida, que aprovecha de buena manera las tonalidades graves, aunque pueda representar un cambio demasiado brusco en relación a lo mostrado en “Zond”. De aquí en adelante, con poco más de la mitad de la placa recorrida, la disociación es absoluta, sea natural o planeada, la combinación de armonías lleva al disco por un ecléctico camino; “Sitting Up On Our Crane” y “Outside Is The Right Side” vuelven a restituir el ímpetu extraviado apenas un track atrás, predominando en sus respectivos diseños las atmósferas espaciales y las guitarras en efectos flanger – wah más contundentes del álbum. Es en este punto también donde se nota con mayor sentido la inclusión de márgenes sonoros ambiguos, puestos como introductores o focos conclusivos en el grueso de las melodías.
Para terminar de consumar lo planteado por la banda, aparece el penúltimo título, “Medicine Hat”, un sentido country en plan tradicional que se va transformando en una pieza de folk eléctrico contemporáneo, como si de manera casi imperceptible se tratara de Band Of Horses o Fleet Foxes sonando; la transición menos esperada, pero más certera para hacer lugar al remate de “Man It Feels Like Space Again”, homónimo del disco y último single del mismo. Toda la escuela de la psicodelia y neo psicodelia parece quedar sintetizada en una pista que, en sus enormes 8:22 de duración, va repasando a través de distintos pasajes la esencia del género primigenio y sus derivados, como si el cimiento fuese un amplio y complejo concepto compuesto por diferentes suites, un recurso muy utilizado también en el rock progresivo. Punto aparte es el video que acompaña a la canción; quizás, en la disciplina musical, el trabajo más inquietante del último tiempo.
Pond nos ofrece una placa llena de colores, tal vez demasiados para quienes asumen que en la variedad está el desorden. Para otros, de gustos misceláneos, puede ser un material en extremo disfrutable. Hay que recordar que Pond está fundada por integrantes de sus coterráneos Tame Impala, quedando a día de hoy sólo Jay Watson como miembro fijo de ambas agrupaciones. Los australianos engrosan una lista de excelentes bandas como Temples o Syd Arthur, reivindicadores de un género que se sabe con la facultad de incorporar justificadamente una variedad inacabable de sonidos, ya sea a través del talento inherente de sus actores o de estimulantes de la perspicacia; puesto de otra forma y en palabras de Bill Hicks, el ácido comediante norteamericano: “Si no creen que las drogas han hecho cosas buenas por nosotros, háganme un favor y quemen todos sus discos, porque ¿saben qué?, los músicos que crearon la gran música que enriqueció sus vidas… ¡estaban realmente drogados!”.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.
Felipe León
13-Mar-2015 at 2:42 pm
Cam Avery también está en ambas bandas!
Claudio Tapia
13-Mar-2015 at 3:10 pm
No, Cam Avery no es miembro de Pond hace rato.