

Discos
Peter Murphy – Lion
Incombustible. Trabajando bajo las tinieblas, Peter Murphy no se da tiempo para grandes descansos, y a sus 56 años de edad sigue sorprendiendo con música de calidad. Mientras las giras alrededor del mundo no se han detenido, ya era hora de recibir material inédito del inglés, quien se unió a Martin Glover, bajista de los legendarios Killing Joke, para encerrarse en el estudio por unos cuantos días y tocar hasta que el disco estuviera listo. Así es cómo nació “Lion” (2014), un grupo de canciones donde entró a jugar la improvisación y las vísceras de un hombre que parece no tener límites. En un viaje bastante más espeso que el que nos propuso en “Ninth” (2011), el británico apuesta por la introspección absoluta, en casi una hora de música que nos conduce por pasajes luminosos y oscuros, como si Murphy diseccionara su propia alma y la imprimiera en el disco.
“Hang Up” es la encargada de abrir el álbum, con un Murphy dándolo todo en el canto, tanto así, que en entrevistas el hombre ha reconocido que no sabe cómo enfrentará estas canciones en vivo, ya que pocas veces se había visto alcanzando un registro tan alto. Nosotros podremos comprobarlo in situ el próximo 18 de julio, pero lo cierto es que en la grabación de estudio sorprende escuchar los desgarradores gritos del británico, que no se cansa de poner su garganta a prueba en la excelente “I Am My Own Name”, uno de los cortes “gancheros” de la placa y con la marca registrada de Peter Murphy. “Low Tar Stars” sigue por la misma senda, esta vez apostando por la electrónica, en una canción que fácilmente podría haber formado parte de un catálogo de lo mejor del new wave de los años ochenta. Por lejos, el tema más pop de todo el disco, y también uno de los más destacados del conjunto; para escucharlo una y otra vez.
Para comenzar a bajar las revoluciones y entrar en las partes más existencialistas de “Lion”, “I’m On Your Side” sigue jugando con las sonoridades electrónicas de la mano de un coro desgarrador y un crescendo que nos deja listos para enfrentar el resto de las canciones, aunque comenzamos a encontrarnos con algunos ripios. “Compression” es una de las más largas, un corte que no entra a la primera y cuyo coro, inspirado y todo, es demasiado similar al escuchado en “I’m On Your Side”, y así también lo es en su estructura, por lo que queda una sensación de déjà vu, que se acrecienta con sus más de seis minutos de duración. Para levantar las cosas llega la emocionante “Holy Clown”, donde vuelven a entrar las guitarras y el Peter Murphy más directo y a la vena.
A pesar de ser reconocido por su gusto por la oscuridad y el culto que se ha creado en base a su trabajo y figura, las sombras suenan más luminosas que nunca en “Lion”, donde parece existir una melancolía mucho más inspiradora, como las que presentan “The Rose” y “The Ghost Of Shokan Lake”, contrastando con la faceta más reconocida del músico y anotándose como dos claros ejemplos del camino que busca labrar con su décimo trabajo de estudio. Quizás es por esto que “Lion” no se digiere con tan sólo un par de escuchas. Lo cierto es que estamos ante un Peter Murphy que está intentando cosas nuevas, jugando con el canto operático, que funciona muy bien en algunos cortes, pero repetitivo en otros. Sin llegar a jugar en contra de su trabajo, hay que reconocer que la fórmula termina por cansar en algunos instantes, que vienen a ser el gran “pero” de este nuevo disco. La energía vuelve a subir hacia el final de este trabajo con “Eliza”, otro de los momentos más light del LP y que se cuela inteligentemente antes de “Loctaine”, quizás la más bella y sentimental del conjunto, pero que adolece de los defectos señalados anteriormente. Para terminar, “Lion” es la encargada de cerrar el disco, manteniéndose en la misma tónica del resto de los temas, pero sacando a relucir lo mejor del conjunto.
Peter Murphy se anota otro gran disco en su longeva trayectoria. Puede que no sea fácil digerir en primera estancia lo mostrado en “Lion”, pero sólo hacen falta un par de escuchas para que el disco enganche y se pueda disfrutar de cada una de las capas sonoras que el inglés ha plasmado en un trabajo interesante, que da un vuelco a la oscuridad que creíamos conocer para mostrarnos el lado más luminoso e inspirado de las tinieblas.
Discos
Weyes Blood – “And In The Darkness, Hearts Aglow”

Tres años pasaron desde que Natalie Mering estrenara el cuarto trabajo de estudio de su proyecto Weyes Blood, llevándose el reconocimiento general y un sinfín de aplausos con una obra tan completa como “Titanic Rising” (2019). Aunque la artista se acostumbraba a las buenas críticas, las expectativas serían aún mayor al momento de enfrentarse a un próximo larga duración, misión que tiene pendiente con la llegada de “And In The Darkness, Hearts Aglow”, un trabajo donde la premisa de oscuridad absorbe gran parte de la trama, pero que la interpretación desde el corazón la transforma en una obra con una belleza e intensidad por partes iguales, haciéndole justicia a su título, más allá de las palabras. Todo esto se debe a la manera en que el disco se desarrolla, así como las capas que resisten el análisis o de cualquier prejuicio a la profundidad y efectividad de dichas composiciones.
Desde las distintas aristas que podamos darle a este disco, el principal factor que resalta es la capacidad de Natalie Mering a la hora no sólo de componer canciones, sino que también de la impronta que aplica en la producción, con una serie de colaboradores cooperando en aquella misión. Y es que desde la apertura con “It’s Not Just Me, It’s Everybody” demuestra cómo las cosas siguen su curso desde donde quedaron la última vez y, así, poder identificar de entrada los elementos que hacen de esta obra una sucesora de “Titanic Rising”, ya que es la propia intérprete quien describe este LP como el segundo en una trilogía que comenzó con su lanzamiento anterior. Si bien, prácticamente todas las canciones tienen la intervención de un arreglista externo, todo esto debido al trabajo que los músicos Ben Babbitt y Drew Erickson aplican en gran parte de los tracks, el componente personal se siente no sólo desde la interpretación, sino también desde donde Mering estructura su obra.
De esa forma de estructurar es cómo podemos ver el funcionamiento secuencial de inmensas composiciones, como “Children Of The Empire” o “Grapevine”, en las que Weyes Blood se luce en una interpretación muy rica en detalles, donde su voz logra tomar primer plano incluso con una sección instrumental tan cuidadosa y robusta como la que implementan en la guitarra y batería los hermanos Brian y Michael D’Addario, ampliamente reconocidos como el dúo The Lemon Twigs. Entre el sinfín de influencias y comparaciones que recibe la artista, los nombres de Brian Wilson y Karen Carpenter siempre estarán presentes en la manera compositiva e interpretativa, respectivamente, pero lo cierto es que Natalie ha sabido nutrirse de esos elementos para entregar un enfoque fresco y de manera más directa, evitando plagios o reminiscencias tan explicitas en su música. Un ejemplo de ello es la melancólica “God Turn Me Into A Flower”, donde la hipnótica presencia vocal de Mering se toma cada espacio con una delicadeza e intensidad que ha transformado en sello propio.
“Hearts Aglow”, por otra parte, encierra un poco los tópicos y componentes sonoros de esta quinta obra de estudio de Weyes Blood, aplicando correctamente términos líricos y musicales de la melancolía y contemplación personal, pero a la vez dejando entrever esas fisuras que permiten entrar a un plano más luminoso y optimista. Los arreglos siguen tan impecables como en cualquiera de las canciones de este disco, pero su desarrollo inminente hacia el interludio “And In The Darkness” le dan una cara única, con el carácter más ligado al pop barroco, poniendo énfasis en la experimentación, sobre todo considerando la presencia de una canción como “Twin Flame” que, contraria a la mayoría, carece de arreglistas externos y se centra en las propias ideas de la intérprete. Luego del tormentoso paso de “In Holy Flux”, el disco cierra con “The Worst Is Done” y “A Given Thing”, sumando 10 minutos donde tenemos desde el lado más juguetón hasta el más apasionado, aristas opuestas en el amplio rango interpretativo de Mering.
Siempre es complejo analizar una obra cuando se pueden tomar tantas referencias a la hora de desmantelar su estructura, pero lo cierto es que es en ese ejercicio donde verdaderamente podemos notar cuánto hay de inspiración y de reinterpretación, o si, en el peor de los casos, existe algún atisbo de plagio. Los artistas más nuevos enfrentan el gran problema de un panorama musical a veces desgastado, donde todo fue inventado y nadie puede ser el primero a la hora de querer aplicar sus ideas o entregar una versión más fresca de algo que ya esté arraigado en el oído colectivo. Lo de Weyes Blood no es por ninguna parte algo novedoso o diferente a muchos discos que podamos oír previamente, pero su principal gracia se encuentra en cómo esos elementos se presentan e interpretan, y ahí es donde la artista se desmarca de sus pares y logra salir adelante como una compositora que tiene mucho que ofrecer con su arte. Cinco discos y sólo aciertos es algo que pocos pueden contar, sobre todo a una edad tan temprana, donde el legado musical no puede hacer otra cosa que reforzarse de aquí en adelante.
Disco: And In The Darkness, Hearts Aglow
Duración: 46:22
Año: 2022
Sello: Sub Pop