Si hay algo que caracteriza a los ingleses Pet Shop Boys, es su constante exploración en todo lo que la música sintética puede ofrecer. El dúo conformado por Neil Tennant y Chris Lowe ha explorado cuanta influencia ha llegado a sus oídos desde sus inicios y esto ha resultado ser una marca registrada para ellos, nunca quedándose atrás y, a diferencia de otros referentes del synth pop inglés, se las han arreglado para sonar frescos y novedosos desde sus inicios hace tres décadas con “Please” (1986). Este año, luego de editar un par de discos muy interesantes, (“Elysium” de 2012 y “Electric” de 2013), aterrizan en el ruedo discográfico con “Super”.
De prácticamente todas las bandas que abrazaron el synth pop en los años ochenta, esas que bebieron de la vanguardia de Kraftwerk o Wendy Carlos, por sólo nombrar algunos, Pet Shop Boys encarna lo más idiosincrásico de la movida venida de la isla del tea five o’clock; sin ir más lejos, uno de sus primeros singles, “West End Girls”, cuenta con un video que estelariza un viaje por las calles de Londres. Sin embargo, nunca le han hecho el quite a nuevas influencias. Basta escuchar “Happiness”, el track que abre el álbum, para darse cuenta que hay una intención explícita de mezclar sus propias influencias con un electro-pop más actual, incluso rozando el deep house, lo mismo que en “The Pop Kids”, un trallazo, una oda a la pista de baile en poco menos de cuatro minutos.
Si bien, en el público de habla hispana hubo cierto escozor a la hora de filtrarse ciertas canciones considerando que una de ellas, “Twenty-Something”, está montada en un ritmo sincopado muy similar al reggaeton –aunque en lo objetivo está más emparentada con el raggamuffin y el dembow que vio ascender a íconos del movimiento como El General–, lo cierto es que no es primera vez que el dúo experimenta con elementos latinos. En “Domino Dancing” el guiño a la salsa es marca registrada del single y en “Se A Vida É (That’s The Way Life Is)” destaca el ritmo de batucada. “Groovy” es exactamente lo que su título promete; si el groove en su definición invita al baile y al movimiento, pues Tennant y Lowe no mienten.
“The Dictador Decides” es una especie de rendición poderosa a Kraftwerk, mucho más recursiva y detallista, pero que por donde se le mire y escuche recuerda a los alemanes, mientras que “Pazzo!” avanza cuarenta años para rememorar brevemente el EDM y el house, lo mismo que “Inner Sanctum”, aunque esta reposa más en una oscuridad que recuerda a otra variante de la música electrónica bailable: el progressive house. “Sad Robot World” e “Into Thin Air”, canción que cierra el álbum, son una especie de ensalada entre la estética noir de Gary Numan y Kraftwerk, reacondicionados y rearmados en una estética más actual, y ciertamente con más acceso a otras tecnologías y métodos de producción musical, mientras que canciones como “Say It To Me” o “Burn” literalmente se suben a bailar arriba de la mesa del dance actual, lo que da cuenta de la conexión de la banda por todas y cada una de las épocas que les ha tocado en estos más de treinta años de historia musical.
Hay varias aristas de “Super” a destacar. Primero, está la capacidad de recrear sonidos actuales, mimetizarse y atacar con tracks que sin vergüenza desean la pista de baile sin parecer ridículos o desfasados (Tennant tiene 61 años y Lowe 56), lo que nos lleva a la segunda arista: saben que, hagan lo que hagan, llamarán la atención, cualquiera sea la razón que les arguyan, algo que han disfrutado siempre. Sin Pet Shop Boys no existiría la música dance como la conocemos, y sin la música dance “Super” no existiría como le estamos conociendo. Simbiosis perfecta.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.