El concepto raíz del metal progresivo siempre ha sido uno: experimentar. En realidad es para todo lo relacionado con lo progresivo y la música en general, pero en este caso, se suman unas ideas que no siempre han sido bien recibidas, ya que los más conservadores sólo quieren ese sonido vintage de los setentas, mientras que otros prefieren el sonido moderno tipo Dream Theater. Bajo esta dicotomía clásica del progresivo es cómo, bajo una brutal mezcla de las ideas setenteras, mezcladas con tonalidades modernas y ritmos influenciados por nuevas corrientes de la música, nace Periphery. La agrupación liderada por el guitarrista Misha Mansoor nos hace entrega de un exquisito álbum nacido desde la rigurosidad del trabajo como también del amor por la música y la experimentación.
Con toques math e incluso death metal, los juegos de las afinaciones y el uso de acordes, fuera del standard reinante, mantienen la tensión de la obra durante más de 40 minutos, ordenado con una matemática perfecta, es decir, sin nada al azar, narrando una historia con toques épicos e incluso incidentales. Viajando por pasajes oscuros y melancólicos, como otros llenos de optimismo, ya que la ambientación lograda es percibida fácilmente, hacen que, a pesar de ser un disco bastante denso y pesado, no caiga en la monotonía. Oscuridad, tensiones varias y mezclas exquisitas de ritmos y afinaciones, logran llevarnos por un sendero limpio, pero mostrando una galería completa de ilustraciones de una historia que se torna a cada momento más palpable.
No hay que ahondar mucho para darnos cuenta que el inicio del relato es una mutación que va desde lo más simple y básico, hasta llegar a unos riffs densos, con baterías insaciables y bajos demoledores; una mezcla progresiva de elementos que, en vez de sobrecargar, potencian la obra convirtiéndola en un lujo. Esto queda claro con los temas “The Scourge” y “22 Faces”, los cuales tienen esa oscuridad mencionada, casi como pensamientos propios del hablante, es decir, Spencer Sotelo, vocalista de la alineación nacida en Maryland, que además de llevarnos por ritmos lentos, pasan al otro bando con voces desgarradas y gritos armoniosos. Una conversación introspectiva del protagonista de la historia, expresando una mutación interna de los pensamientos o las vivencias del mismo.
Trayendo recortes de pistas pasadas, mantienen sumida la historia en un solo camino, dándole el toque exquisito que todo álbum debería poseer. Obligadamente hay que escuchar cada uno de los tracks para saborear la maravilla que entra por nuestros oídos. La obra no es analizable por partes, ni por canciones, ni por minutos, hay que ver la totalidad. Es un cuento completo, una historia con inicio y fin, lleno de sentimientos bien demostrados por la poderosa voz de Sotelo, desgarrándose, lastimada, violenta, tibia y fría a la vez. Pero tenemos recién la primera parte de “Juggernaut” y analizar sólo “Alpha” es ver el lado iluminado de la luna. Aunque esté lleno de ritmos diferentes, contrapuntos, bajos demoledores, riffs pesados, líneas de batería realizadas a la perfección, falta una parte desconocida aún, perteneciente al hermano menor de este disco: “Omega”.
Nada sobra ni nada falta en “Alpha”, no se hace monótono ni demasiado denso, pero lo que quizás encontremos al otro lado sea lo que selle por completo esta serie llamada “Juggernaut” en la memoria del metal progresivo internacional, logrando la consagración final de una primera parte espectacular.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.