Sólo han pasado tres años desde que Otoboke Beaver remeció terrenos musicales con “Itekoma Hits” (2019), una suerte de carta de presentación para audiencias occidentales, donde, sin mayores rodeos, dieron cuenta de una propuesta acelerada, ruidosa y visceral. Lejos de ponerle freno a sus instrumentos, “Super Champon” vuelve a posicionar a las kiotenses dentro de lo más selecto del hardcore punk japonés, erigiendo una vorágine incluso más salvaje que la anterior.
Como primera impresión, los números dan cuenta que la apuesta actual de este cuarteto de chicas se enfoca en llevar sus composiciones al extremo, ofreciendo un tracklist mayor y disminuyendo el tiempo de duración en comparación a su álbum anterior. En consecuencia, las canciones más extensas apenas superan los dos minutos, mientras que casi la mitad del repertorio en este álbum no alcanza los sesenta segundos. En esta urgencia por la velocidad y la disonancia, el disco abre con la tripleta “I Am Not Maternal”, “Yakitori” y “I Won’t Dish Out Salads”, retomando los planteamientos de una banda que siempre ha tenido claro qué mensaje transmitir en su música, dotando con humor y energía una actitud influenciada por el movimiento Riot Grrrl.
Es gracias a ese mismo ímpetu incontenible que “Super Champon” puede tornarse un laberinto de estridencia incomprensible si no se le presta suficiente atención. Pese a su brevedad, cada canción se articula como una micro obra con pasajes cambiantes, donde la exigencia instrumental fácilmente se confunde con simpleza, otorgándole más valor a un trabajo que, por sus características, bajo ningún aspecto busca una escucha convencional. Más allá de su ineludible ferocidad, el gran pilar de Otoboke Beaver se encuentra en un discurso frontal que traspasa todo límite idiomático. Sin necesidad de recurrir a metáforas, su planteamiento queda en evidencia en tracks como “Dirty Old Fart Is Waiting For My Reaction”, “You’re No Hero Shut Up F*ck You Man-Whore”, “I Checked Your Cellphone” o la canción que abre el álbum, las cuales plantean su rechazo irrestricto al machismo y a aquellas dinámicas que restringen o limitan el quehacer de las mujeres en la sociedad.
Hacia la segunda mitad del disco, la banda se torna hacia las fórmulas sucintas casi en su totalidad. En esta porción destaca la estructura impredecible de “Don’t Call Me Mojo”, la breve, pero efectiva “George & Janice”, y el minimalismo rítmico de “I Don’t Want To Die Alone”. Otorgando un cierre coherente con la inmediatez del álbum, “Do You Want Me To Send A DM” (parte uno y dos) y “Let’s Shopping After Show” dan un cierre conciso que tarda tan sólo 39 segundos.
Ya sea por su contenido lírico o por su lealtad a una propuesta agresiva y ruidosa, Otoboke Beaver le da vitalidad, continuidad y sentido al punk dentro de un contexto que discute situaciones actuales. En un trabajo de poco más de veinte minutos, donde es fácil perderse ante tanto desplante eufórico, la banda comprime un álbum veloz, que requiere más de una vuelta para poder apreciarlo en totalidad. “Super Champon” es un cúmulo de golpes coloridos que, detrás de una primera impresión apabullante, esconde un minucioso trabajo de cohesión y actitud.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.