Luego de haber recorrido todo el mundo presentando su “Chasing Yesterday” (2015), Noel Gallagher comenzó a cuajar el tercer larga duración de su proyecto High Flying Birds, gestado prácticamente a la par con la gira en que el ex integrante de Oasis se desempeñó como invitado de U2. Con “Who Built The Moon?” el mayor de los Gallagher solidifica su estatus como compositor, entregando un trabajo que, pese a no profundizar en mayores novedades musicales, establece un precedente en la forma que Noel le está dando a sus composiciones.
Desde ese precedente “Fort Knox” arranca el álbum a modo de introducción, con un ligero sentimiento más psicodélico en su progresión, incorporando su instrumentación de manera inmediata con “Holy Mountain”, canción que refleja un sonido más ligado al pop, pero sin perder esa sensación callejera y rockera que desde Oasis ya se podía apreciar. En ese sentido, quizás la sobre saturación del sonido en el álbum podría ser un factor en contra, pero al final termina pasando a segundo plano gracias a la efectividad de sus canciones. Ese factor, precisamente, le da al álbum una coherencia muy bien explayada, gracias a la variedad de elementos que se van presentando canción a canción, desde la sección de trompetas en “Keep On Reaching” hasta los refrescantes y bailables acordes de “She Taught Me How To Fly”, la que pareciera estar sacada directamente desde el catálogo de New Order.
Las cosas siguen su curso con el travieso bajo de “Be Careful What You Wish For”, otro giro de tuerca más en este engranaje de sonidos a ratos inentendible. Con canciones que van cambiando de clave a cada rato, muchos criticaron lo que cuesta seguir el relato, acusando al músico de sacar un álbum por la mera urgencia de no ser eclipsado por su hermano Liam y “As You Were” (2017), su debut discográfico en materia solista. Lo cierto es que eso está lejos de ser así, ya que es evidente cómo Noel se preocupa más de expandir su espectro musical, dejando atrás un legado que pareciera retomar en “The Man Who Built The Moon”, la composición más similar a la música que realizaba junto a Oasis.
Aquí hay un disco, una obra a secas, con introducción, interludios y cierre. Una estructura apropiada y necesaria para la creación más consistente y madura de Gallagher. El medio siglo de vida se nota, se percibe en cada acorde y, sobre todo, en las ideas, que por muy dispersas que sean, son materializadas con una soltura y seguridad propias de la experiencia en los escenarios. Discos con tantas ideas diferentes se ven semana a semana, pero ese ejercicio de explorar una variedad de estilos más amplías dentro de un mismo espacio no es algo que le funcione a cualquiera.
La gracia que hace de esta una obra tan destacable es el hecho de no encasillarse en una sola arista. Muy por el contrario, Noel busca y explora sonidos que antes no habría ni pensado en abordar, estableciendo a su tercer LP como el hallazgo de su nicho, un sitial que comenzó a buscar con “Chasing Yesterday” y sus composiciones un poco menos puristas que de costumbre. Finalmente, “Who Built The Moon?” logra su cometido: ser la prueba de fuego para Noel, donde demuestra que lo suyo puede ir más allá de lo que todos creen, alejándose del rock cliché de guitarras y expandiendo su sonido hacia distancias insospechadas.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.