En su último trabajo, MONO apuesta por subir el volumen. Los ocho tracks que contiene “Pilgrimage Of The Soul” proponen un viaje sin escala hacia una especie de catarsis. Y es que los japoneses, con más de 20 años en el ruedo, decidieron empaparse de toda inspiración ligada al turbulento 2020 y decantar en finas y ruidosas canciones. El trabajo es impecable, como siempre, con capas de guitarras, atmósferas y arreglos de cuerda y máquinas que componen un panorama musical que se acerca a ser una de las mejores entregas de la banda, y también del año.
Si bien, los formatos del post rock son acotados, y predecibles en algunos casos (Caspian, Explosions In The Sky), MONO aprovecha su experiencia dentro del género para explorar más allá de sus propias posibilidades. Por eso escuchamos por primera vez algunos toques electrónicos y un cambio de velocidad: apuntan a subir el volumen, dar más protagonismo a las baterías y dejar las atmósferas en un plano secundario, con canciones y pasajes más al hueso. Todo ello bajo la atenta supervisión de Steve Albini.
Más que inesperado, el giro de MONO en “Pilgrimage Of The Soul” parece fresco y original, dotando de color a su propuesta, que no transa en los elementos que hicieron de esta banda un imperdible del post rock. Los japoneses administran en buen plan toda su explosión de sonidos, dejando espacio para las texturas y sensaciones (ojo con “Riptide”, el track que abre) y guiños que emulan al dance, como en “Imperfect Things”, e incluso hay lugar para unos toques de shoegaze, como en “To See A World” e “Innocence”.
MONO se sacude de la etiqueta que los tenía en un post rock más ortodoxo y le da una vuelta dentro de las mismas posibilidades y límites sonoros. No corren el cerco, pero se aproximan con más originalidad, soltura y generosidad.
Amantes de las texturas y los arreglos, en “Pilgrimage Of The Soul” hay lugar para interludios, como “Heaven In A Wild Flower” y el cierre “And Eternity In An Hour” con teclas y cuerdas que conviven muy bien entre las caóticas y puntos altos “The Auguries” (de bajo saturado y penetrante) y “Hold Infinity In The Palm Of Your Hand” cuya explosión final vale la totalmente la pena. Son estos detalles los que demuestran en MONO su estatus de banda veterana y con oficio. Sin mayores mañas, y mucha calidad y talento, hacen de los lugares comunes del post rock un viaje intenso y agradable, para nada repetitivo y sumamente original y con identidad.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.