¿Qué ocurre cuando, luego de mucho tiempo, se acaba la urgencia de hacer que nos escuchen? Se agota la energía, la paciencia y viene la reflexión de qué faltó, qué hay y a quiénes sí los escuchan; vienen frustraciones, cuestionamientos, “caldo de cabeza” como la tradición popular lo dispone, y ese es un buen concepto. Más que ir en espiral, la introspección va cocinando a fuego lento la cordura y la pone en entredicho, transformándola en un objeto de consumo.
Es ese caldo de cabeza el que Mitski invita a probar en su sexto disco, “Laurel Hell”. Su primera mitad es muy calma, metódica, casi taciturna, evitando mostrar el paisaje completo. Poco a poco se va entendiendo, y la referencia a los tupidos bosques de laurel en los montes Apalaches en la frontera entre EE.UU. y Canadá va calzando. No hay avance rápido sin posibilidad de perderse, y en el caso de este disco, esa pérdida es del propio ser. Por ello, Mitski elige el camino más transparente y, en vez de usar a otros como protagonistas de sus letras, es su vulnerabilidad la que se expone.
Si en el video de “Nobody” la lupa se ponía sobre un avatar de Mitski, en una especie de Pin Pón en un mundo pequeño bajo constante observación, ahora ella misma se pone como centro, de un universo entero, como en el video del single “The Only Heartbreaker”. Ahí, es una especie de deidad sin control de sus poderes de destrucción, y no puede evitar el destino fatal para el planeta, desde el bosque de laureles hasta la explosión del mundo, en un paralelo inquietante con el cambio climático.
En “Be The Cowboy” (2018) se ponía en la piel de distintos personajes y era “nadie”. Ahora explora en las implicancias que tiene ser “alguien” y cómo es que vale la pena serlo. En “Working For The Knife” se ponen en entredicho las nociones de trabajo y realización personal; en “Stay Soft” el escapismo mediante relaciones sexuales; en “Everyone” cómo la gente opina de las vidas ajenas y provoca decisiones que afectan esas vidas. Todo viene desde espacios de lo personal, pero sin urgencia, sin desesperación, sino que con el desasosiego que proviene de sentir que las cosas ya pasaron y este es el momento de aprender de eso.
Por eso, el segundo lado de “Laurel Hell” –con el mejor combo 1-2 pegado alguna vez por Mitski con “The Only Heartbreaker” y “Love Me More”– es el momento donde realmente viene el diálogo para salir de ese bosque. Las interpelaciones son más directas, igual que en “There’s Nothing Left For You”, donde se aborda cómo la energía se acaba también para quien entrega mucho de sí, mientras en “Should’ve Been Me” se habla de la energía de quién reemplaza a quién ya no está. Distintas facetas del ser alguien que se explotan, mientras “I Guess” intenta dar un cierre que no se logra por completo por los ecos descritos en “That’s Our Lamp”.
Si bien, “Laurel Hell” no es el mejor disco de Mitski, sí es el que tiene más coherencia como una narrativa completa, gracias a la forma delicada en la que se disponen los elementos. Con una producción simple y apelando al aislamiento que en los últimos años tiene otro significado clave para vivir en comunidad, la falta de urgencia de la Mitski que alguna vez se conoció permite escuchar fuerte y directo a la persona detrás de la creadora, con claridad estremecedora.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.