¿Cómo romper la monotonía dentro de subgéneros musicales que se caracterizan justamente por ese atributo? Si, por ejemplo, hablamos de doom metal, no podemos desprendernos de la idea de riffs pesados y repetitivos. Aunque a priori parezca complejo escapar del canon, ese es el esfuerzo que realizan los italianos Messa, quienes hoy, al firmar con un sello de mayor renombre europeo, intentan con su tercer larga duración ampliar la gama de sombríos colores dentro del género heredero de Black Sabbath, echando mano a recursos tan viejos como innovadores.
Por cierto, en “Close” nos enmarcamos en la lógica clásica del sonido monolítico y de ultratumba, sin embargo, a diferencia de sus pares contemporáneos, el trabajo no descansa del todo en la distorsión, sino más bien en los componentes melódicos, rescatando una sonoridad más setentera. Es así cómo prioriza la dimensión contemplativa e hipnótica de las atmósferas por sobre el habitual peso demoledor y densidad asfixiante. Esto se logra en buena parte por el protagonismo vocal de Sara Bianchin, quien, si bien en el ámbito de las temáticas líricas no presenta grandes cambios con lo acostumbrado, posee el mérito de trasladarnos mentalmente a parajes claustrofóbicos y lúgubres gracias a un lenguaje críptico o con alusiones a mundos oníricos.
En cuanto a la importancia de los matices sonoros, logramos apreciar un arsenal de texturas que enriquecen la estética ocultista propia del género y nos permiten tender lazos con su vertiente pagana, siendo esta versatilidad un elemento que logra mayor madurez en relación a los dos trabajos previos de Messa. Por ejemplo, hay pasajes que se emparentan al metal progresivo, al drone o incluso al dark jazz, elementos que ya habían sido explorados tímidamente en “Belfry” (2016) y “Feast For Water” (2018), pero que en esta nueva entrega logra una solidez mayor gracias temas como “If You Want Her To Be Taken” o “0=2”.
Lo anterior es sólo una parte del carácter variopinto de un disco donde dialogan diversos estilos y conviven temas como “Dark Horse”, que sube las revoluciones y, por momentos, coquetea con una sonoridad proto black metal, “Leffortrak” que explora en el grindcore, u otros como “Orphalese” y “Pilgrim”, que recoge influencias más exóticas. Es esta última la virtud que nos llama a poner especial atención con “Close”: el recurrente uso de recursos ajenos a lo que podríamos llamar la tradición sonora occidental, es decir, la fuerte presencia de la cultura norafricana, que se manifiesta en gran parte de los tracks del LP, reflejándose en el uso de instrumentos como el dulcimer o el duduk. A esto podemos sumar la portada con un grupo de mujeres efectuando el nakh, danza ceremonial realizada en zonas alguna vez colonizadas por Italia, como Túnez y Argelia, cuyo propósito es alcanzar estados alterados de la conciencia y que tiene una similitud visual con el headbanging clásico del heavy metal, analogía que se presenta como un claro esfuerzo por exponer vínculos entre culturas.
Para hacer frente a la monotonía y dinamizar los procesos creativos, la búsqueda y reencuentro con las raíces es una tendencia que siempre ha estado presente en diversas épocas y movimientos artísticos. Messa, bajo esa premisa, se atreve a ir incluso más allá de los orígenes del metal para explorar en sonoridades que para oídos occidentalizados podrían parecer de siglos pasados. Así, tendiendo puentes más allá de nuestro horizonte habitual, sin inventar algo nuevo, sino que repensando lo ya existente, la banda logra una propuesta donde el sincretismo cobra relevancia. “Close” no es más que una eficaz muestra del eclecticismo transformador propio de la modernidad, que termina configurando el sonido de lo que el cuarteto italiano ha llamado como “doom escarlata”.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.