La reinvención en una banda se presenta de muchas maneras; la ocurrida con Megadeth es la más común de todas, ya que esta ha dejado partir a sus integrantes una y otra vez. Dave Mustaine, junto a su compañero en el bajo, David Ellefson, se dispusieron a darle vida a una nueva formación del cuarteto con la incorporación de Kiko Loureiro, guitarrista de la banda Angra, y Chris Adler, encargado de las baquetas en Lamb Of God. Con esta camada más “joven”, la banda entrega uno de los trabajos más sólidos en su discografía, cargado de elementos clásicos y uno que otro referente al sonido moderno que han desarrollado en los últimos años.
Un comienzo lleno de potencia evidencia las ganas de Mustaine de seguir haciendo música. “The Threat Is Real” expone la perduración de la banda ante el paso del tiempo, con un estilo ligado al thrash que cultivaron con los años, pero un tanto más fresco, similar a lo visto en sus dos álbumes anteriores, “TH1RT3EN” (2011) y “Super Collider” (2013). La canción que da título al álbum, “Dystopia”, viene a corroborar aquello, siendo recibida de primera como una versión “actualizada” de “Hangar 18”, clásico proveniente de “Rust In Peace” (1990), cuarto álbum del cuarteto. Los solos y la estructura la hacen sonar muy familiar, argumentándose bajo un estilo con sello de fábrica por parte de Mustaine. David Ellefson hace lo suyo en “Fatal Illusion”, complementándose muy bien con el recién llegado Chris Adler, demostrando una química muy completa entre los cuatro.
Una de las particularidades de Megadeth durante su historia, es el beneficio que le ha traído el cambio de integrantes, con sangre nueva que refresca el sonido de la agrupación, evitando que suene forzada o poco comprometida. “Death From Within” se presenta de una manera notable, con varios de los elementos clásicos de la banda, como los coros y los solos de guitarra magistralmente ejecutados por Mustaine y Loureiro. Luego de las críticas negativas recibidas con “Super Collider”, pareciera que Dave se tomó las cosas más en serio para entregar un disco completamente distinto a su predecesor. “Bullet To The Brain” se transforma justamente en lo que reza su título: una bala en la cabeza que se desarrolla con un ritmo constante y un registro vocal más grave que de costumbre, con el trabajo de Kiko Loureiro resultando muy convincente, incendiando su guitarra literalmente a punta de las furiosas notas que despliega en la sección final del track.
Las temáticas de las canciones de Megadeth siempre se acogen en la guerra y la política, y “Post American World” vuelve a poner sobre la mesa ese mensaje que la banda viene proclamando desde los tiempos de “Peace Sells… But Who’s Buying?” (1986), con las mismas ganas y velocidad de aquella época. El recién llegado Kiko Loureiro cooperó en la composición de 3 tracks en específico del álbum, además del anterior, “Poisonous Shadows”, una de las más complejas y oscuras del LP, y el instrumental “Conquer Or Die!”, donde despliega junto a Mustaine todo su virtuosismo en las seis cuerdas. El álbum comienza su última etapa con la furiosa y arremetedora “Lying In State”, una completa bola de demolición de thrash metal puro, con el sonido bastante contemporáneo que entrega “The Emperor”, un cierre perfecto al más puro estilo de los mejores años de Megadeth, con Loureiro nuevamente luciéndose en la interpretación de sus solos, sumado al broche de oro, “Foreign Policy”, cover de la banda punk norteamericana Fear, desarrollada bajo las claves del género que acostumbra a reversionar Mustaine en sus distintos trabajos.
Con parámetros más que probados por Mustaine en sus composiciones, “Dystopia” termina siendo una verdadera sorpresa. Nadie esperaba mucho de un nuevo trabajo discográfico del cuarteto, menos después de la partida de Shawn Drover y Chris Broderick, pero Mustaine logra callar bocas con un disco muy directo y metódico, albergado bajo las claves más clásicas del thrash metal. Esta nueva vida de Megadeth va teniendo un excelente comienzo, y este álbum es prueba de aquello, ya que por primera vez en muchos años realizaron un trabajo que perdurará dentro de su catálogo. Una obra con vida propia, y no una mera excusa para salir de gira.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.