

Discos
Matorral – Gabriel
Published
8 años agoon
Pocas bandas en Chile cuentan una historia tan particular como la que tiene Matorral, a quienes se les ha situado como una de las piedras angulares de la música nacional pese a que no son récords de ventas, sus canciones rara vez suenan en las radios, e incluso su nombre es aún desconocido para muchos. Nominados a un Altazor por su brillante “Resonancia En La Zona Central” (2007), asistieron a la ceremonia en micro. Y es que así es el camino de la autogestión: retorcido, intrincado, pedregoso, pero con la maravillosa bondad de permitir a sus adherentes la libertad plena de la realización sin condiciones ni limitantes, algo de lo que Matorral ha sacado fecundo provecho.
Es con esta libertad que dejan atrás la fusión entre rock, psicodelia y sonidos folk de raíz inconfundiblemente chilena que cimentaron sus inicios, para dar lugar a un sonido mucho más experimental. Es imprescindible retroceder a “Remoto Control” (2013), disco lanzado tras seis años de silencio, para comprender la transición que atravesó la banda y que da origen a una reinvención de su sonido, donde la preponderancia de las guitarras y el volumen pasan a segundo plano abriéndose a un tono aún más íntimo, casi susurrante, en el que los protagonistas son los teclados, sintetizador y trompetas, cálidos acompañantes para la voz de Felipe Cadenasso. Otro hito del nuevo sonido de Matorral es la entrada de Ítalo Arauz a la batería, la cual, sin duda, ha logrado destacarse, puesto que adquiere personalidad propia en “Gabriel”.
Con un video filmado en plena Cordillera de Los Andes –trabajo audiovisual que incluso contó con elogios de Phil King, bajista en The Jesus And Mary Chain–, se abre paso “Boleta De Cambio”, una canción pausada, particularmente rica en texturas; una buena carta de presentación de lo que será esta entrega. Destaca el ritmo de la batería, una que entre apuros y pausas logra dar sonoridad al llamado que se hace a la intensidad sin necesitar de invocación al ruido. En “Abril”, una tímida guitarra acústica busca retornar al protagonismo que alguna vez tuvo en el sonido de Matorral, pero su entrada es sutil, respetuosa con los otros instrumentos, ingrediente que permite mantener todo en el equilibrio y armonía que son sello de este trabajo. Le continúa “Cierto”, lisérgica tonada a base de sintetizador, donde todos los elementos se ponen de acuerdo para generar una pista cíclica, circular, que otorga sentido y profundidad a la idea del continuo retorno con la intención de ver lo que hay detrás de uno, tal como lo señalan las tres sencillas frases que componen la lírica completa de este tema.
La intimidad llega a su clímax en “Blanco”, corte donde el protagonismo se lo lleva el dueto entre el piano y la susurrante voz de Cadenasso, para posteriormente retornar a la sonoridad en “Caen”, quizá la pista sobre la que mejor se adhieren todos los instrumentos, que abren paso a un suculento festín de sonidos y texturas. Por su parte, “Superándolo” destaca por la predominancia de un piano estructuradamente caótico, como si intentara transformar en sonido el impetuoso deseo de poner orden en aquello que internamente se dispersa; una batalla entre la resignación y la vorágine, estupendamente traducida hacia el lenguaje musical. En “Secuencia”, antesala al cierre del disco, se sostiene un rico juego melódico cargado a la nostalgia. Finalmente llega “Transmisión”, combinación exacta entre sutileza e intensidad; una síntesis precisa de todo lo expuesto en la breve pero concisa duración del álbum.
Sin lugar a dudas, Matorral se arriesga con una propuesta en la que sigue explotando nuevas gamas de su paleta sonora, con la finalidad de reinventarse y seguir consolidando esta nueva etapa de su carrera, donde si bien muchas cosas distan de sus primeros tres trabajos, existen sutilezas que se mantienen constantes, probablemente gracias a la honestidad con que se han desarrollado siempre, algo posible sólo en el cómodo ambiente de libertad que la banda ha sabido construirse a pesar de su accidentado camino. Por su indudable originalidad, caracterizada por un sonido rico en texturas y variaciones, pero de estructura sólida, estable y uniforme, “Gabriel” se constituye como un disco excepcional dentro de lo que tiene para ofrecer la escena nacional. Un trabajo breve y conciso, de cierre algo abrupto, donde el silencio que sucede al final exige ser llenado por más de lo mismo, siendo algo inevitablemente tentador volver a dar play desde la primera pista.
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“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.
Artista: GEL
Disco: Only Constant
Duración: 16:25
Año: 2023
Sello: Convulse Records
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