Una vez más Manowar sufre una especie de crisis de la mediana edad, o quizás deberíamos hablar de una crisis creativa o artística. Así, tocados por una discutible nostalgia y con la excusa de celebrar el 25 aniversario de su obra maestra “Kings Of Metal” (1988), deciden editar esta monumental piedra angular de la historia del heavy metal épico.
Una de las primeras cosas que llaman la atención es el nuevo diseño de la carátula, donde todas las banderas que alguna vez descansaban a los pies del protagonista se alzan imponentes con una nueva identidad, y ya no son solamente consignas europeas las que vemos, sino que podemos encontrar incluso la de Chile. También sorprende el nuevo orden de las canciones, completamente diferente al original, y la ligera modificación a ciertos títulos, como por ejemplo “Wheels Of Fire” se transforma en “On Wheels Of Fire” y “The Crown And The Ring” es rebautizada como “Thy Crown And Thy Ring”.
En esta versión 2014, comenzamos escuchando el que quizás es el tema más representativo y simbólico de la banda. “Hail And Kill” es privada de su ferocidad y recargada de algunos agudos que parecen forzados, como queriendo suplir la falta de energía engañándonos con una pantalla de humo. De esta forma, la canción pierde de manera indigna el encuentro ante la versión original. El track que da vida al título del disco también resulta plana, quizás no en los aspectos técnicos ni en la nitidez del sonido, pero completamente privada de sensaciones y pasión, resultando fría comparada con la emocionante predecesora. “The Heart Of Steel” y “Thy Crown And Thy Ring” son, quizás, las únicas canciones que no resultan completamente aplastadas frente al pasado. Se trata de dos temas épicos y evocadores, en los cuales Manowar logra aún un crear con una potencia dramática intensas emociones.
Aporta poco, o casi nada la participación del actor Brian Blessed en la narración de “A Warrior’s Prayer”, quien interpreta la voz del abuelo que en 1988 fue caracterizado por Arthur Pendragon Wilshire. Así llegamos a “Blood Of The Kings”, que pasa de forma bastante discreta. Es verdad que la original es claramente superior, pero estamos frente a una canción agresiva que resulta mejor en este remake, aunque sea extraño sentirla con una estrofa extra en la que se nombran otros países distintos a los originalmente tributados. También en este caso da la impresión de una pérdida de energía; la banda sigue sonando con precisión, pero sin lograr transmitir casi nada, llegando a ser mecánicos. Acá la entonación de Adams en algunos versos parece floja y sin profundidad, mientras que Karl Logan interpreta un solo de guitarra completamente diferente al original. Es irrelevante la versión suavizada de “Thy Kingdom Come”, mientras la parte del bajo en “The Sting Of The Bumblebee” es el único momento que mantiene el mismo impacto presente en el disco de 1988.
“On Wheels Of Fire” es rápida y potente, pero no logra alcanzar la cima a la cual solamente se llega con la pasión, fanatismo y la inspiración juvenil. La versión metal de “Thy Crown And Thy Ring” se aleja de la versión orquestal sólo por una ligera distorsión de la guitarra en los minutos finales. La manía de hacer y rehacer continuamente los mismos temas, nos lleva a escuchar nuevamente “The Heart Of Steel”, esta vez en una versión instrumental que resulta admirable gracias a los cambios de guitarra que la conforman. Mientras que el segundo CD es sólo una colección con la versión instrumental de cada tema presentado anteriormente.
El resultado es decepcionante, la nueva versión no logra competir con la lejana edición de hace 26 años. Estas 2.0 suenan mucho menos agresivas y apasionadas que las originales; el mismo Eric Adams las interpreta con mayor énfasis y menos potencia. El sonido y la producción son excelentes, pero Manowar, los verdaderos defensores del acero, deberían ser los primeros en saber que un libro no se juzga por su portada, como en este caso una gran portada no garantiza un contenido de nivel. Es lamentable ver una banda tan querida, y capaz de escribir páginas gloriosas en la historia del metal, dejarse llevar por este tipo de prácticas, reviviendo y recordando hasta el punto de explotar éxitos pasados sin un verdadero sentido artístico e ignorando la pasión y la autenticidad con las que fueron realizados.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.