Hablar de la actualidad musical de Manic Street Preachers, una banda que hace ya más de dos décadas experimentara su punto álgido de popularidad y creatividad, obliga a pensar en el leitmotiv de esas ganas por seguir vigentes y haciendo música hoy, en pleno 2014. Lo extraño en todo esto, no es precisamente que una representativa banda de la movida alternativa de la década de los noventa haga música en un ya avanzado siglo XXI, sino que más bien la interrogante apunta a si esencialmente esa acumulación de experiencia de bandas con notorios pergaminos en el mundo del rock, se traduce en un aporte para la renovación de una algo alicaída escena musical actual.El caso de “Futurology”, doceava placa de estudio de la banda, está muy lejos de representar un hacer por hacer, y si bien el disco sigue el patrón sonoro que caracteriza a los Manic desde hace años, se adentra de manera bastante consistente en temáticas sociales actuales cuestionando fuertemente el futuro y devenir de la propia humanidad. De ahí el –irónico– título del trabajo.
Es “Futurology” un trabajo sugerente debido a la bien razonada arquitectura sonora que presenta, pese a que no es un trabajo en sí mismo original considerando la trayectoria musical de la banda. Pero por sobre todo, el valor del disco se encuentra en el fuerte mensaje de crítica política y cultural que porta. Lentamente, y de manera casi imperceptible, con “Futurology” la energía de la música rock, fuertemente inspirada por la crítica contracultural, vuelve a tejer su vínculo con la sociedad y los nefastos hechos de nuestro tiempo. Es este un trabajo que nace de la mano de la reflexión como de la experiencia.
La placa abre con “Futurology”, una canción simple aunque adornada de sintetizadores, guitarras y un coro bien definido que conecta con “Walk Me To The Bridge”, un tema sutilmente autobiográfico que, con una batería profunda y pesada y unos efectos de sintetizadores bien marcados, a ratos da la sensación de concebir una balada de la movida glam ochentera. “Let’s Go To War”, es una aventura sonora que planta una guitarra y un bajo bien delineado, en medio de una satírica letra que nos recuerda que, en el mundo moderno, el tradicional mecanismo de solución frente a las discrepancias de diversa índole ha sido regularmente la guerra y la violencia desatada. “The Next Jet To Leave Moscow”, cuya letra recuerda el revuelo causado por la banda al tocar en Cuba, es una composición que resume el gusto de MSP por la utilización y mezcla de efectos de todo tipo. Su sello distintivo.
Un rotundo quiebre sufre el disco al sonar “Europa Geht Durch Mich” (Europa pasó a través de mí), cuyos coros están a cargo de la actriz alemana Nina Hoss en medio de una melodía ecléctica y una cadencia irresistible. Una delicada “Divine Youth”, apología a esa edad inmaculada, cantada en compañía de la artista galesa Georgia Ruth, le pone paños fríos al disco con una canción que apuesta por una suave y pausada melodía. En “Sex, Power, Love And Money” la banda vuelve a encender sus guitarras para dar paso a la no menos animada introspección instrumental titulada “Dreaming A City (Hugheskova)”, que bien enlaza con una eléctrica “Black Square”. Por su parte, “Between The Clock And The Bed” y “The View From Stow Hill” son composiciones que apuestan por la experimentación y los efectos sonoros altamente encendidos. El disco cierra con “Mayakovsky”, una canción llena de distorsión y samples que terminan por dejar muy arriba en esta inesperada clausura y despedida.
Manic Street Preachers muestra con “Futurology” que la vigencia y vitalidad de una banda no es patrimonio exclusivo de los años de juventud. Tampoco este es el caso de un desesperado y nostálgico intento por revivir viejos momentos de gloria ya extintos con los años. Desde luego, este disco está lejos de ser uno de los tantos clímax musicales alcanzados por la banda a mediados de los noventa, sin embargo, es un trabajo que, producto de una identidad bien definida, proyecta energía, renovación y audacia.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.