A los 80 años Leonard Cohen vuelve al mercado musical con un disco entrañable, que respalda la intachable trayectoria que trae a cuestas, y que lo hace merecedor del reconocimiento popular que lo clasifica como trovador y poeta. “Popular Problems” fue producido y co-escrito por Patrick Leonard (conocido por colaborar con Roger Waters y Madona, entre otros), con quien ya había trabajado en “Old Ideas” (2012). El álbum está compuesto por 9 canciones, de las cuales nada sobra ni falta, por eso se exhibe como un trabajo completo y preciso, colmado de la calidad que muchas veces hace falta en este mercado moderno, saturado de afanes comerciales. Ya en la primera escucha se aprecian los elementos reconocibles de siempre: el equilibrio pausado de sus composiciones, su voz grave y penetrante que en ocasiones se asemeja a una declamación poética, y los coros femeninos que complementan las piezas. Esto es, en definitiva, lo que hace extraordinario a este canadiense, pues sigue siendo fiel a su estilo y aun así logra sorprender y calar hondo en sus oyentes.
Con “Slow”, el primer track en la lista, Cohen autodefine su trabajo y su forma de ver el mundo. Aboga por la lentitud, porque sólo desde allí se puede ser un observador: “Voy ralentizando el ritmo / nunca lo quise veloz / ustedes quieren llegar rápido / yo quiero ser el último / no es porque sea viejo / no es la vida que he llevado / siempre me gustó lento / eso decía mi mamá”. Por otra parte, los arreglos del bajo van en sintonía con las vocalizaciones, ambos deslizándose lentamente y logrando así una primera aproximación exitosa hacia el auditor, una especie de introducción a su modo. En “Almost Like The Blues” –el primer sencillo lanzado- aborda con delicadeza un tema más sensible, contando desde el dolor lo que significa ver el daño que se auto inflige el ser humano, a sí mismo y a los demás: “Vi a gente hambrienta / había muerte y violación / sus aldeas estaban en llamas / y trataban de escapar / no pude verlos a los ojos / yo miraba mis zapatos / fue ácido, fue trágico / fue casi como el blues”. Se trata, como casi toda la obra de Cohen, de una canción sencilla, que se engrandece gracias a su contenido, logrando una atmósfera reflexiva, muy parecida a la tristeza.
“Samson In New Orleans”, escrita supuestamente tras el huracán Katrina, es una canción enigmática apoyada por un dolorido piano, que logra una armonía sofisticada y melancólica. “A Street”, una de las joyas del disco, es una canción musicalmente simple, pero cuyo encanto radica en la nostalgia que evoca al tocar el tema del tiempo y su paso irrevocable. Aquí Cohen recita, con voz penetrante y lucida: “La fiesta terminó / pero estoy firme sobre mis pies / me quedaré parado en esta esquina / donde antes solía haber una calle”.
La sutileza es transversal a su trabajo, y así se expresa en canciones como “Did I Ever Love You”, que incorpora un coro de tipo country y guitarras sureñas, mientras que “Nevermind” luce ligeros sintetizadores e influencias árabes. La emblemática “Born In Chains” –compuesta hace bastante tiempo y sujeta a múltiples cambios- retorna a ese ánimo introspectivo que recuerda mucho de la trayectoria de su autor. “You Got Me Singing” es la encargada de darle cierre al álbum, mediante una bonita melodía de guitarra que evoca luminosas y pulcras sinestesias.
De esta forma, “Popular Problems” enumera una serie de elementos que responden al prestigio que antecede a Leonard Cohen, sin ensuciar nada de su obra anterior. La bohemia, la nostalgia y el dolor se hacen presentes en su justa medida, alcanzando desenvoltura y sutilidad ante todo. Así, a pesar de que los temas tratados poseen la gravedad intrínseca de lo humano, no se sienten pesados ni desgastantes, sino que por el contrario, logran conmover y transformarse en canciones únicas que proyectan un aura particular.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.