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Kendrick Lamar – “Mr. Morale & The Big Steppers”
Cinco años de espera tuvieron que pasar lentamente para que Kendrick Lamar entregara la obra que, de alguna u otra forma, se convertiría en la más importante de su carrera. Luego de su irrupción con “Section.80” (2011), el explosivo ascenso con “Good Kid, M.A.A.D City” (2012) y la consagración definitiva con su máxima referencia en “To Pimp A Butterfly” (2015), el rapero publicó la obra que le daría el reconocimiento concreto con “DAMN.” (2017), haciéndolo incluso merecedor de un premio Pulitzer. Con todos esos antecedentes sobre la mesa, cualquier cosa que hiciera de aquí en adelante sería crucial y, sobre todo, merecedor de todas las miradas frente a cualquier movimiento. Es así como surge contextualmente “Mr. Morale & The Big Steppers”, su quinto álbum de estudio y que muestra a Kendrick en la que es sin duda su forma más pura, sincera y definida en cuanto a lo que quiere hacer. “He estado pasando por algo, 1855 días, he estado pasando por algo”, canta Lamar al inicio del disco, contextualizando increíblemente la exacta cantidad de días que pasaron entre el lanzamiento de su cuarta y quinta entrega discográfica.
Cuando un trabajo tiene tantas expectativas puestas, como en este caso, es un poco complejo tener una visión clara de si funciona o no la propuesta que el artista quiere entregar. Sumando y restando, desde “United In Grief”, el primer track, se puede evidenciar que “Mr. Morale & The Big Steppers” es una obra personal y casi autobiográfica, donde Kendrick pareciera luchar no solamente con la presión y expectativas propias de uno de los mayores referentes en años para el hip hop, sino que también su rol dentro de la sociedad como un ser humano más: el ciudadano, hijo, hermano, esposo y padre. Musicalmente hablando, está claro también que la manera de disponer los elementos es siempre de una forma ecléctica, pero respetando la estructura y el desarrollo de canciones, que se dividen en elementos programados e instrumentación más orgánica, todo en función de crear algo único y novedoso, pero con su sello de siempre. Así, dividido en dos discos, esta obra se concentra en una forma muy metafórica para describir realidades y poner cuestionamientos sobre la mesa, ya sea de la escena actual del hip hop, la pandemia del COVID-19, la “cultura de la cancelación”, y el constante arrebato de las redes sociales sobre exigir todo lo moralmente correcto.
“Big Steppers” y “Mr. Morale” son los nombres de las partes de este disco, cada una contando con nueve canciones, donde Lamar revierte las expectativas para quienes esperaban algo más docto, como en su excelente obra maestra “To Pimp A Butterfly”, o más libre musicalmente, como el sorpresivo sonido de “The Heart Part 5”, lanzamiento previo de un disco que, por muy increíble que parezca, prefirió centrarse en un sonido un poco más accesible y popular no sólo en la forma, sino que también en el espacio que le da a las colaboraciones de nombres en ascenso como su primo Baby Keem, Tanna Leone, Blxst, Sampha, Summer Walker o la actriz Taylour Paige, así como también de personajes más establecidos como Ghostface Killah de Wu-Tang Clan, Beth Gibbons de Portishead o el polémico Kodak Black, cuya inclusión parece más un mensaje de desprecio a sus oponentes que de un genuino respeto por una figura que no es de la mejor calidad dentro del género. Independiente de esto último, no queda duda de que las intervenciones de Kodak son cruciales en un disco que lucha en todo momento con una dualidad propia de la mente de Kendrick, quien reluce toda su personalidad con un recorrido más catártico, decantando en una sección más contemplativa.
Desde la sucesión episódica y terapéutica en los distintos interludios, hasta las teorías de quién es el enigmático Mr. Morale, nos encontramos ante una obra que es incómoda en cada momento, no sólo por las cuestionables decisiones de producción que derriban cualquier expectativa, sino que también por la manera en que oklama se confiesa sin rodeos sobre la paternidad en “Father Time”, las expectativas y su relación con la industria del hip hop en “We Cry Together” (llevándolas metafóricamente desde el punto de vista de una relación de pareja al borde del colapso), o sus experiencias personales con familiares trans en “Auntie Diaries”. Sin duda, todo esto cierra un círculo con “Mother I Sobber”, donde, de una manera muy contemplativa y con la presencia implacable de Beth Gibbons, Kendrick atraviesa el proceso de romper la “maldición generacional”, todo esto decantando en su figura reflexionando sobre todos los tópicos que lo atormentaron en el desarrollo de esta obra, donde el punto final (“Mirror”) refleja de una manera muy inteligente la importancia de mirar su propio reflejo, reconociendo sus acciones, errores, aciertos y comprendiendo que todos somos humanos, con todo lo que eso conlleva.
Considerando esos antecedentes, resulta hasta irónico cómo la figura de oklama transita desde un concepto casi mesiánico en “N95”, hasta atravesar cuestionamientos en “Crown” o aclarar que es todo menos lo que piensan de él en “Savior”, encargándose de desarticular la imagen de líder que se ha puesto no sólo sobre él, sino que también sobre otros referentes de la cultura afroamericana, como J. Cole, Future o LeBron James. De igual forma, pareciera que el mensaje más conciso que Kendrick busca entregar con este trabajo es el de derribar la idea de que es un salvador o referente, refiriéndose a sí mismo como un mortal más, como en “Mirror” cantando: “La presión se está apoderando de mí, está empezando a acechar / Mejor si me ahorro tus sentimientos y te digo la verdad / Últimamente, redirigí mi punto de vista / No crecerás esperándome”, todo este mensaje cierra con una afirmación crucial: “Me elijo a mí, lo siento”.
Al momento de balancear todos los elementos que componen esta obra, ya sean musicales o líricos, junto con los invitados, las temáticas, las metáforas por las que desarrolla su mensaje e incluso la incomodidad intencionada que genera este LP, estamos indudablemente ante el disco de Kendrick Lamar mejor compuesto y desarrollado. Cada quien tendrá su favorito dentro de un catálogo, que tiene de todo, pero lo logrado por el artista en “Mr. Morale & The Big Steppers” es la demostración definitiva de que puede desarrollarse a sus anchas en el terreno que considere necesario. La introspección que acarrea este disco se grafica muy bien en la incomodidad que genera su escucha, donde los pensamientos que atormentan al emisor logran calar en el receptor con una visceralidad que viene únicamente desde las palabras. En tiempos donde la industria del hip hop trata de generar íconos y modelos a seguir mediante sonidos vacíos y reciclables, Kendrick prefiere desmarcarse –y cerrar el círculo artístico luego de cinco álbumes en el sello Top Dawg Entertainment– privilegiando el uso de las palabras y una narrativa de muchas capas para decir lo que quiere. Kendrick te hizo pensar sobre eso, pero no es tu salvador. Más que la figura que te entrega las respuestas, es la guía que te ayuda a encontrarlas.
Artista: Kendrick Lamar
Disco: Mr. Morale & The Big Steppers
Duración: 73:05
Año: 2022
Sello: pgLang / Top Dawg Entertainment / Aftermath / Interscope
Discos
Weyes Blood – “And In The Darkness, Hearts Aglow”

Tres años pasaron desde que Natalie Mering estrenara el cuarto trabajo de estudio de su proyecto Weyes Blood, llevándose el reconocimiento general y un sinfín de aplausos con una obra tan completa como “Titanic Rising” (2019). Aunque la artista se acostumbraba a las buenas críticas, las expectativas serían aún mayor al momento de enfrentarse a un próximo larga duración, misión que tiene pendiente con la llegada de “And In The Darkness, Hearts Aglow”, un trabajo donde la premisa de oscuridad absorbe gran parte de la trama, pero que la interpretación desde el corazón la transforma en una obra con una belleza e intensidad por partes iguales, haciéndole justicia a su título, más allá de las palabras. Todo esto se debe a la manera en que el disco se desarrolla, así como las capas que resisten el análisis o de cualquier prejuicio a la profundidad y efectividad de dichas composiciones.
Desde las distintas aristas que podamos darle a este disco, el principal factor que resalta es la capacidad de Natalie Mering a la hora no sólo de componer canciones, sino que también de la impronta que aplica en la producción, con una serie de colaboradores cooperando en aquella misión. Y es que desde la apertura con “It’s Not Just Me, It’s Everybody” demuestra cómo las cosas siguen su curso desde donde quedaron la última vez y, así, poder identificar de entrada los elementos que hacen de esta obra una sucesora de “Titanic Rising”, ya que es la propia intérprete quien describe este LP como el segundo en una trilogía que comenzó con su lanzamiento anterior. Si bien, prácticamente todas las canciones tienen la intervención de un arreglista externo, todo esto debido al trabajo que los músicos Ben Babbitt y Drew Erickson aplican en gran parte de los tracks, el componente personal se siente no sólo desde la interpretación, sino también desde donde Mering estructura su obra.
De esa forma de estructurar es cómo podemos ver el funcionamiento secuencial de inmensas composiciones, como “Children Of The Empire” o “Grapevine”, en las que Weyes Blood se luce en una interpretación muy rica en detalles, donde su voz logra tomar primer plano incluso con una sección instrumental tan cuidadosa y robusta como la que implementan en la guitarra y batería los hermanos Brian y Michael D’Addario, ampliamente reconocidos como el dúo The Lemon Twigs. Entre el sinfín de influencias y comparaciones que recibe la artista, los nombres de Brian Wilson y Karen Carpenter siempre estarán presentes en la manera compositiva e interpretativa, respectivamente, pero lo cierto es que Natalie ha sabido nutrirse de esos elementos para entregar un enfoque fresco y de manera más directa, evitando plagios o reminiscencias tan explicitas en su música. Un ejemplo de ello es la melancólica “God Turn Me Into A Flower”, donde la hipnótica presencia vocal de Mering se toma cada espacio con una delicadeza e intensidad que ha transformado en sello propio.
“Hearts Aglow”, por otra parte, encierra un poco los tópicos y componentes sonoros de esta quinta obra de estudio de Weyes Blood, aplicando correctamente términos líricos y musicales de la melancolía y contemplación personal, pero a la vez dejando entrever esas fisuras que permiten entrar a un plano más luminoso y optimista. Los arreglos siguen tan impecables como en cualquiera de las canciones de este disco, pero su desarrollo inminente hacia el interludio “And In The Darkness” le dan una cara única, con el carácter más ligado al pop barroco, poniendo énfasis en la experimentación, sobre todo considerando la presencia de una canción como “Twin Flame” que, contraria a la mayoría, carece de arreglistas externos y se centra en las propias ideas de la intérprete. Luego del tormentoso paso de “In Holy Flux”, el disco cierra con “The Worst Is Done” y “A Given Thing”, sumando 10 minutos donde tenemos desde el lado más juguetón hasta el más apasionado, aristas opuestas en el amplio rango interpretativo de Mering.
Siempre es complejo analizar una obra cuando se pueden tomar tantas referencias a la hora de desmantelar su estructura, pero lo cierto es que es en ese ejercicio donde verdaderamente podemos notar cuánto hay de inspiración y de reinterpretación, o si, en el peor de los casos, existe algún atisbo de plagio. Los artistas más nuevos enfrentan el gran problema de un panorama musical a veces desgastado, donde todo fue inventado y nadie puede ser el primero a la hora de querer aplicar sus ideas o entregar una versión más fresca de algo que ya esté arraigado en el oído colectivo. Lo de Weyes Blood no es por ninguna parte algo novedoso o diferente a muchos discos que podamos oír previamente, pero su principal gracia se encuentra en cómo esos elementos se presentan e interpretan, y ahí es donde la artista se desmarca de sus pares y logra salir adelante como una compositora que tiene mucho que ofrecer con su arte. Cinco discos y sólo aciertos es algo que pocos pueden contar, sobre todo a una edad tan temprana, donde el legado musical no puede hacer otra cosa que reforzarse de aquí en adelante.
Disco: And In The Darkness, Hearts Aglow
Duración: 46:22
Año: 2022
Sello: Sub Pop