Nos hemos malacostumbrado a pensar en la música chilena en códigos estrictos y sencillos, donde importan más los sonidos que la estructura de las canciones, donde un párrafo con letras interesantes importa más que los trazos melódicos de una composición. En síntesis, queda la espectacularidad de un detalle por sobre el armado de algo tan complejo como es una obra musical. Por ello, el trabajo de Juan Pablo Abalo no sólo es refrescante, sino que necesario para problematizar a la música popular chilena.
Formado como un compositor docto y teniendo en la batería a su instrumento formativo, Abalo ha mostrado diferentes tipos de materiales, desde una opereta (“El Participante”, 2010) hasta la exploración en un género propio como son las canciones de corte más religioso (“Canciones De Misa”, 2012), y su nexo con el lado más popular de la composición también va en colaboraciones, como por ejemplo el haber estado encargado de la orquestación y los arreglos del lanzamiento de “Fuera De Campo”, de Dënver, el año pasado. Pero ningún movimiento anterior de Abalo había tenido tanta ambición como su tercer disco, “Como Un Animal”, donde los pies forzados no son tan claros, más allá del subtítulo “Nueve Baladas de Amor y Misterio”, y donde el artista consigue explorar y explotar géneros tan disímiles como el rhythm & blues o la balada más tradicional. En nueve tracks, y poco más de media hora, lo decimos desde ya, Juan Pablo Abalo se anota uno de los mejores discos chilenos salidos en los últimos años.
En materia de calidad, Abalo traspasa su experticia docta para armar canciones aparentemente simples e ir jugando con sus complejidades y capas de manera experta, segura y con la claridad suficiente como para evitar ripios o repeticiones. Todo lo que se escucha en “Como Un Animal” es novedoso, fresco, pero por sobre todas las cosas, elegante. Aunque el disco explora de forma carnal, sexy y directa el amor y las aristas que convergen en este, no existe nada burdo, ni excesos, ni parafernalias efectistas. En vez de ello, el tratamiento de las canciones exhibe hasta una cadencia elegante, pero no por ello menos interesante.
Es claro desde el inicio del disco que, a diferencia de ejercicios anteriores, esta vez es la voz de Abalo la que se escucha, no sólo con su canto correcto pero con pocas variantes brillantes, sino también en la propuesta, llena de seguridades y comodidad. La voz de Abalo no es bonita, no es sexy, no es lo que necesita la música, y aún así se convierte en exactamente lo que evita que “Como Un Animal” sea un disco sensual y amoroso, y adquiera un carácter de misterio y oscuridad evidente.
Es imposible no hacer la relación entre este disco y “Woman” de Rhye (2013), pero a diferencia de estos últimos, que hacían de la belleza el ropaje para la sensualidad, en “Como Un Animal” no hay necesidad de que la música sea “bonita”. En vez de eso, los horizontes son más amplios, más atractivos, menos obvios, lo que es aún más notorio al revisar el nexo entre letra y música. En vez de abatirse, el hablante en la excelente “No Te Vayas” invita, atrae, no se tira al suelo para lograr atención, sino que la gana. En “Un Lindo Jardín” Abalo no hace crítica cliché, sino que arma recursivamente un examen a otro y a la “inercia” de las convenciones sociales y los pliegues emocionales que irrumpen.
Pero más allá de eso, es lo animal lo que perdura. Cada historia, cada línea del disco en sus breves pero concisos 32 minutos, presenta la supremacía de lo irracional por sobre el argumento, destacando siempre una naturaleza salvaje, donde poco y nada tiene que hacer la razón. Allí es donde Guadalupe Becker tiene un rol clave en el track que inicia el disco y le da nombre también. Son sus susurros lo que de inmediato indica que el álbum es un ejercicio más del análisis de la pareja y sus complejidades –principalmente, los errores y lo malo- que una revisión de un individuo particular.
El ejercicio que hace Abalo es relevante porque, desde un álbum musicalmente impecable, donde él armó cada arreglo, y la producción quedó a cargo de Milton Mahan y Pablo Muñoz (el dúo De Janeiros), logra una reflexión coherente, llena de matices, en el ejercicio del amor más bruto, pero también del más rico. Finalmente, este ser humano en la era digital, con todos sus avances históricos, sigue siendo preso del instinto más básico, e incluso queda propenso a los errores más graves, como se explicita en la inquietante “A Cinco Cuadras”.
Más allá de la perfección en lo musical, en la producción, la mezcla, la masterización y lo técnico, es lo humano lo que perdura en “Como Un Animal”. En un mundo donde el detalle y el reino del single o del éxito rápido y viral son la regla, el ejercicio de Abalo de pensar un disco, en un concepto, llevarlo a cabo con riesgos, sin prejuicios, con calidad y con humanidad brutal, es sin duda lo más refrescante e interesante salido en Chile en un año donde los buenos discos han sido regla, pero donde pocos se han aventurado a mostrar de forma tan directa la existencia de una reflexión por lo humano y la voz propia.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.