Al final del día, casi todo termina siendo cosa de límites y dinámicas. Tras ocupar Irlanda en el siglo XIV, los ingleses rápidamente se dieron cuenta de que no podían mantener la ocupación de forma segura, por lo que decidieron restringir sus áreas de dominio a dos o tres regiones, y construyeron un gigantesco muro que separaba la zona ocupada del resto de las tierras de Irlanda. El muro terminó siendo la barrera que separaba dos mundos: el mundo seguro, tradicional y protegido por la corona (Inside The Pale), del mundo de lo incierto, donde no había reglas, básicamente una tierra de nadie (Beyond The Pale). De ahí en más, los ingleses acuñaron la expresión “Beyond The Pale” para referirse a aquellas cosas que uno hace, que se encuentran más allá de lo que se podría considerar el límite de las conductas aceptables. Es justamente a ese lugar donde quiere llevarnos Jarvis Cocker con esta nueva entrega.
Cocker claramente buscaba trabajar una dinámica distinta para este álbum; algo que le permitiera, por un lado, aprovechar al máximo los espacios que se generan cuando hay otros involucrados en el proceso creativo y, al mismo tiempo, sumergirse a explorar de manera distinta la interacción público/banda. Sin ir más lejos, “Must I Evolve?”, “Sometimes I Am Pharaoh” y “Children Of The Echo”, exploran el mismo terreno que alguna vez recorrió The Who, cuando luego de “Tommy” (1969) intentaron dar vida a “Lifehouse” bajo un formato en el que los cortes se creaban en vivo. Lo que hizo JARV IS… fue desarrollar estos temas con el objetivo de ser interpretados en vivo, dejando de lado la sofisticación del estudio, para privilegiar (y registrar) la interacción con la audiencia. De hecho, esto explica en parte la “excesiva” duración de las canciones, básicamente entendidas como un móvil para dialogar con el público.
“Must I Evolve?” (toda una oda al concepto de la evolución, como lo dice su nombre) es el que mejor explota la dinámica vocalista/banda, iniciando con un diálogo a la Ray Charles en “What’d I Say”, cuando Cocker pregunta si debe evolucionar y Emma Smith (violín, saxofón) y Serafina Steer (sintetizadores) responden a esa y cada una de las preguntas que progresivamente van dando cuerpo al track. La canción se alimenta de su propia energía, sumando sintetizadores, violín, palmas y órgano, para alcanzar el clímax cerca de los dos minutos y luego mantener el ímpetu bajo la magnética conducción de Cocker, quien es definitivamente un maestro en estas lides. Por su parte, “Sometimes I Am Pharaoh” desarrolla un concepto parecido al del corte anterior, sin embargo, opta de forma brillante por poner todo el peso del track sobre las percusiones y el saxofón, anotándose posiblemente el punto más alto de la entrega.
El resto del álbum nos regala dos tipos de canciones: aquellas que mantienen la tendencia de crear ambientes sobre bases de identidad electrónica y otras que exploran un ánimo más reposado, en la línea de “This Is Hardcore” (1998). En el primer grupo, si bien “Am I Missing Something?” trabaja de forma perfecta los sintetizadores y las voces, lo cierto es que se sostiene fundamentalmente en la interpretación de Cocker, mientras que “House Music All Night Long” sorpresivamente se gradúa como un maravilloso y asfixiante himno al encierro, una suerte de “Yendo De La Cama Al Living” versión 2020. En la esquina más pausada, “Save The Whale” –encargada de abrir el disco– destaca por su innegable y perfectamente lograda identidad coheniana (uno de los héroes de Cocker), mientras que “Swanky Modes”, si bien cumple a la hora de alternar tiempos, se ubica dentro de los cortes cuyo real aporte es más discutible.
Una de las particularidades que tiene JARV IS… es la de ser un proyecto “inconcluso / en desarrollo”; de hecho, el nombre del conjunto apunta en ese sentido. Finalmente, los siete temas que dan vida a “Beyond The Pale” intentan moverse en un terreno hasta ahora muy poco explorado, ese donde se funde la propuesta en vivo (de naturaleza impredecible y avasalladora) con el trabajo de estudio (de identidad indudablemente más fría y calculada). Y aunque por momentos pareciera que el conjunto logra su cometido, lo cierto es que algunos pasajes del álbum también dejan la sensación de que aún queda bastante por trabajar. Por fortuna, mientras el leitmotiv de esta banda siga siendo aventurarse beyond the pale, con seguridad vale la pena seguir mirándolos de cerca.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.