La emoción apela a sentir, y para ello debe apelar a alguno de los cinco sentidos, al menos para que sea catalizador de esta. Los recuerdos son así de potentes porque gatillan reacciones y se adentran en los sistemas de pensamiento que derivan en emociones y en acciones químicas al interior de los cuerpos. He ahí un punto relevante del arte: no necesariamente porta sentido sólo por lo que es, sino también por aquellas investiduras que cada uno en su sistema de sentir puede ataviarle, y eso es lo que termina ocurriendo con discos tan desnudos como intensamente agresivos con los sentidos como es “Pleasure”, el retorno después de seis años de la canadiense Leslie Feist, más conocida como Feist.
Feist es conocida para muchos por sus hits más pop que datan de hace una década, como “1 2 3 4” o “I Feel It All”, canciones que muestran a una artista pulida, sencilla y directa, que cuida lo que presenta y lo hace con una vibra pop, pero esos fueron pliegues mínimos en la carrera de una artista que ha estado más cerca de la suciedad y de lo crudo que de lo limpio y detallado. Es ahí donde “Pleasure”, más allá de una evolución, implica un reencuentro con elementos de su pasado, en especial de sus tiempos con Broken Social Scene y también con su propia manera de ser.
Un discurso repetido es que la mejora de la calidad de un músico va ligado a un mayor cuidado en la producción, pero lo que entendió a la perfección Feist es que a ella no le servía ser más pulcra cuando lo que necesitaba era evitar que su estilo de interpretación, ligado a lo frágil y vulnerable, se viera débil. Leslie interpreta con fortaleza e intensidad, y sabía que lo pulcro denotaría todo lo contrario, así que, con su habitual colaborador, Mocky, se embarcó en generar un sonido más rudo y que, al mismo tiempo, le fuese un goce lleno de matices.
El resultado es “Pleasure”, un álbum que entre melodías que se toman su tiempo muestran a Feist en su reflejo más claro. Aunque “Metals” (2011) era un disco más brillante, tenía un tono oscuro que “Pleasure” poco a poco va disipando. No hay tanta oscuridad en lo que se expresa, sino que más necesidad de una reafirmación personal que llega entre catarsis y catarsis. Tracks como “Lost Dreams” o “Any Party” juegan con la narrativa repetitiva que demuestra cambios en los detalles que podrían pasarse con facilidad, y he ahí lo más inteligente de un disco que está muy seguro de sí mismo.
Feist siempre está en el primer plano, incluso cuando la voz se la toma otro, como en el caso de “Century”, único momento donde deja el micrófono principal, pero se sabe que su guitarra dominante comparte el protagonismo con el conteo de Jarvis Cocker, en una canción que, junto a “Baby Be Simple”, son extensas y generan un arco narrativo propio, demostrando que Feist no sólo está más clara que nunca en sus intenciones, sino que también en su ejecución, y es en esas complejidades resueltas de gran manera por la canadiense que, al mismo tiempo, se esconde cuánto placer genera la noción certera de bastarse a sí misma para tener la dicha y el placer de cantar lo que quiere y cómo lo quiere.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.