No toda música –no vale la pena negarlo– debe ser una expresión de arte. Por más que cueste admitirlo a algunos, la música no siempre es “la estética del alma”, sino que es mucho más simple: es una forma de expresión de lo que queremos transmitir a los demás, nada más. No obstante, esto no implica que todo tenga un valor subjetivo, sino que estamos obligados en cierta medida a establecer los parámetros de clasificación, y aquellos están dados por la trascendencia de la obra. Si perdura en el tiempo, por regla general, será de calidad y memorable. Si no lo aguanta, será una mera data insignificante, por más que goce de popularidad.
Bajo esta última premisa cae el nuevo trabajo de Emmure, “Look At Yourself”, un álbum olvidable, plano, escaso en creatividad y nulo en originalidad. Detrás de la auténtica actitud “fuck off” de Frank Palmeri –que debe ser lo mejor y, al mismo tiempo, lo peor del opus– no hay nada más. Durante sus 31 minutos busca sostenerse únicamente en el talante agresivo y temerario de su líder, lo que llega a ser bastante fastidioso y agotador. El trabajo de guitarras, salvo en contadas ocasiones, como en “Natural Born Killer” o “Russian Hotel Aftermath”, es escuálido en calidad y sin más propósito que ser una base homogénea y aburrida en donde descansa la dualidad gutural/rapera del vocalista, quien se debe aferrar una vez más a letras sin sentido o básicas para encender la llama.
La impostura visceral que proyecta Emmure versión 2017 es netamente para suplir carencias inventivas a la hora de componer. Enorme vacío que se debe llenar con lugares comunes ya explorados por la banda en su anterior trabajo, “Eternal Enemies” (2014), hacen que la obra sea, al menos, digerible en ciertas partes. El flirteo con el nü-metal en temas como “Shinjuku Masterlord” o “Flag Of The Beast” aligeran en algo la carga auditiva del oyente, pues da la sensación de estar escuchando una versión metalcore de Korn, pero mucho más trillado. A su vez, a ratos existen algunos atisbos de luz con riffs interesantes en “Gucci Prison” o el comienzo de “Turtle In A Hare Machine”, pero aquella se apaga con el ímpetu mal entendido de Palmeri, que lleva todo a una mescolanza pobre sin siquiera llega a ser caótica, sino que insulsa. Otros cortes como “Smokey” son sencillamente inentendibles, sin ninguna dirección o intención. “Torch” pareciera ser más estructurado, en donde el vocalista parece acoplarse al ritmo más pausado de la batería correcta de Josh Miller, sintiéndose más pesado justamente por ese hecho, ya que se puede escuchar el filo de la guitarra aportando un poco de sustancia, pero nuevamente la gula musical y los agregados sonoros que están demás ensucian algo que pudo ser no bueno, sino que apenas correcto. Lo mismo ocurre con “Call Me Ninib”, que tiene una estructura interesante, pero se termina perdiendo en un océano de provocación erróneamente enfocada.
La carencia de matices, de proyección y el trato avasallador del líder, impiden evaluar de forma justa el aporte de los nuevos cuatro integrantes de la banda, costando encontrar el elemento diferenciador positivo en los aires de Emmure. Se celebra la actitud “que todos se jodan”, pero su uso brutalmente desmedido termina jodiendo al mismo álbum, volviéndolo intrascendente y sin carisma. En ese sentido, lo peor que puede ocurrir a un músico no es que alguna idea sea mal ejecutada o alguna experimentación no haya sido feliz, sino que su obra caiga en el género de las múltiples producciones desechables, de rápido consumo, pero cero aporte a un estilo que, a pesar de lo que puedan creer los más ortodoxos, tiene espacios para crecer.
Todo está destinado a perecer, eso se sabe. Por lo mismo, lo importante es el testimonio o el delta que se deja al mundo de la música con cada aporte que se realice, por muy poco o insignificante que este sea. Y bajo ese prisma, “Look At Yourself” será un hito en la nada, una marca invisible, pues nada nuevo agregó al acervo común del metal. Todo seguirá igual después de su edición, y eso para un artista –por más rebuscada y extrema que sea su indiferencia con lo que piense el resto (“You think I give a fuck? Because I don’t”)– es más preocupante que una apuesta fallida.
Pablo Cañón, para el lector de tu crítica y oyente del disco, era más que obvio que sería destruido en menos de una plana. ¿Qué esperabas al escucharlo? Alguna obra maestra de Led Zeppelin? Black Sabbath? RATM? Faith No More? pecas de ingenuo al criticar este tipo de música, se puede notar más disgusto que objetividad.
Lamentablemente es fácil despreciar en revistas online de música, tal como pasó con el Nu Metal en el 2000, en varios artículos destruían a Korn, Limp Bizkit, Papa Roach por nombrar a algunos, acusándolos de estancados, comerciales o carentes de ideas… en la actualidad puedes notar como resultaron ser influencia para bandas… ves estadios o teatros coreando canciones, etc… tú crítica se clasifica en lo mismo: “despreciar” y lejos de ser objetiva, es predecible… cumpliste el objetivo de dejar en claro que esta no es la música que “tú” normalmente escuchas y que odiaste hacerlo por media hora.
No digo que sea una maravilla de disco para el oyente de Heavy Metal, pero es digerible… y es un disco correcto en la discografía de Emmure, un correcto regreso de Emmure después de ser re-estructurado.
Al “fan” de Emmure le va a gustar, porque sigue la línea del disco anterior y se puede apreciar un cierto “aire fresco”, con esto decir que los 32 minutos no serán una pérdida de tiempo en su vida.
Al “fan de obras maestras” que espera que Emmure lance un álbum trascendente en la historia de la música y con esto sea respetado por todos los músicos que poseen “oído absoluto” al rededor del mundo… es obvio que no, te equivocaste de banda y disco… lo siento.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.
Amadeus
21-Abr-2017 at 10:32 am
Pablo Cañón, para el lector de tu crítica y oyente del disco, era más que obvio que sería destruido en menos de una plana. ¿Qué esperabas al escucharlo? Alguna obra maestra de Led Zeppelin? Black Sabbath? RATM? Faith No More? pecas de ingenuo al criticar este tipo de música, se puede notar más disgusto que objetividad.
Lamentablemente es fácil despreciar en revistas online de música, tal como pasó con el Nu Metal en el 2000, en varios artículos destruían a Korn, Limp Bizkit, Papa Roach por nombrar a algunos, acusándolos de estancados, comerciales o carentes de ideas… en la actualidad puedes notar como resultaron ser influencia para bandas… ves estadios o teatros coreando canciones, etc… tú crítica se clasifica en lo mismo: “despreciar” y lejos de ser objetiva, es predecible… cumpliste el objetivo de dejar en claro que esta no es la música que “tú” normalmente escuchas y que odiaste hacerlo por media hora.
No digo que sea una maravilla de disco para el oyente de Heavy Metal, pero es digerible… y es un disco correcto en la discografía de Emmure, un correcto regreso de Emmure después de ser re-estructurado.
Al “fan” de Emmure le va a gustar, porque sigue la línea del disco anterior y se puede apreciar un cierto “aire fresco”, con esto decir que los 32 minutos no serán una pérdida de tiempo en su vida.
Al “fan de obras maestras” que espera que Emmure lance un álbum trascendente en la historia de la música y con esto sea respetado por todos los músicos que poseen “oído absoluto” al rededor del mundo… es obvio que no, te equivocaste de banda y disco… lo siento.