Mientras Emma Ruth Rundle se dedicaba a preparar lo que sería su quinto disco, la pandemia y las cuarentenas golpearon su proceso, desajustándolo y arrojándola a lugares oscuros. Atrapada en Kentucky sin la posibilidad de girar y con su pedal Memory Man descompuesto, cayó en el alcohol y en un espiral de malos momentos. Tras un viaje a Gales, se reconectó con su voz, su música y su historia, enfocándose en la composición desgarradora de “Engine Of Hell”.
“Return” es sencillamente un inicio demoledor. Sólo acompañada de piano (este instrumento y guitarra adornan los ocho tracks), Emma pone su particular voz en primer lugar, con una sensibilidad y densidad envolvente. Todo lo anterior queda claro en el nivel de la lírica de un disco en extremo íntimo; Emma enfrentó de tropezón sus problemas y su respuesta fueron estas descarnadas canciones. Tras conocer la tónica de “Engine Of Hell” gracias al single “Blooms Of Oblivion” la propuesta era clara y desnuda: sin sus clásicos pedales, efectos y guitarra eléctrica, decidió refugiarse en tibias melodías acústicas y dar un paso en su trabajo vocal.
Casi susurrando y muy elevada en la mezcla, la voz de Emma se toma por completo el álbum y en diversos tonos, colores y formas. “The Company” aparece como una balada folk tradicional de acordes sencillos, pero con una potencia insólita para una sola guitarra que se cruza con el piano de uno de los puntos altos de este álbum, “Dancing Man”, donde su despliegue vocal es brillante.
Resulta complejo asociar un domicilio musical para la propuesta de Emma Ruth Rundle. Desde su casa discográfica, Sargent House, ha levantado polvo junto a otros nombres igual de intensos, como Lingua Ignota o Chelsea Wolfe, todo asociado a conceptos dentro del post metal, lo gótico o el neofolk. En ese sentido, Emma podría cuadrarse bajo esta última etiqueta, sin embargo, su ambición es mayor. Los arpegios de “Citadel”, casi al final del álbum, demuestran que se siente cómoda con lo acústico, sacando un sonido sumamente interesante a la guitarra, en diferentes tonos y afinaciones, y adaptando muy bien su voz a cualquiera de ellas. Una vez más, el formato balada asoma en “Razor’s Edge”.
En una entrevista Emma confesó que “Engine Of Hell” podía significar que su público le diera la espalda, al ser una propuesta nueva y muy íntima. En ese sentido, la experiencia ha sido lo contrario y, lejos de alejar a su audiencia, está siendo en extremo aglutinante.
“Engine Of Hell” es muy crudo y una experiencia emocionalmente intensa. Es fácil conectar rápidamente con el sentimiento expresado en el álbum, sus letras y su sonido, que a ratos pretende ser imperfecto, pero sólo resulta ser muy sólido, y esa idea de desnudez permite la conexión. Emma Ruth Rundle ha logrado diversificar su sonido y explorar otras variantes, siempre consigo misma, empujando su límite con el instrumento y su propia voz. El resultado es un disco que, sin tener capas de atmósferas, delays o distorsión, suena igual de fuerte con una guitarra acústica y un piano. Y ese descubrimiento, forzado por sus propios temores, le entregó una nueva veta a explotar en su ya excelente repertorio.
“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.