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El Álbum Esencial: “The Number Of The Beast” de Iron Maiden

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“Woe to you, oh Earth and sea, for the Devil sends the Beast with wrath / Because he knows the time is short / Let him who hath understanding reckon The Number of the Beast / For it is a human number, its number is six hundred and sixty six”.

Los versos citados anteriormente, extraídos del libro de las Revelaciones de la Biblia, marcan una de las introducciones más icónicas en la historia del heavy metal. “The Number Of The Beast”, la canción, marcó a fuego la trayectoria de la banda inglesa Iron Maiden, quienes con su tercer álbum lograron encumbrarse hasta lo más alto del estilo, iniciando su mejor época –creativamente hablando–, dando pie a una seguidilla de discos memorables, todos siempre medidos ante la vara de la placa de 1982, que, en la opinión de este redactor, sin superar a su séptimo lanzamiento, “Seventh Son Of A Seventh Son” (1988), es el trabajo más relevante en la historia del sexteto porque hizo de Iron Maiden el fenómeno de masas que es hasta nuestros días.

Habiendo terminado la gira de su segundo larga duración, “Killers” (1981), el conjunto liderado por el bajista Steve Harris se encontraba en un punto de inflexión. Paul Di’Anno, vocalista de la primera etapa discográfica de la doncella, vivía duros momentos desempeñando su trabajo como frontman de los británicos. El agotamiento provocado por las giras y la adicción a las drogas pusieron en conflicto el futuro del grupo junto al cantante, dando como resultado el despido de Di’Anno, quien más tarde fue reemplazado por Bruce Dickinson, en ese tiempo vocalista de Samson bajo el seudónimo “Bruce Bruce”, cuya voz única y poderosa llevó a Iron Maiden al siguiente nivel.

Un 22 de marzo de 1982, “The Number Of The Beast” salió al mercado instalándose de inmediato en el primer lugar del ranking del Reino Unido, consagrando a Iron Maiden como la nueva gran sensación de la NWOBHM (New Wave Of British Heavy Metal), ocupando su podio junto a nombres con más años en la carretera, tales como Black Sabbath y Judas Priest. Y es que en sus ocho cortes –el año 1998 se realizó una remasterización que agregó la canción “Total Eclipse” al set– este LP es una muestra de vigorosidad, presteza, virtuosismo y energía, dando vida a un sonido que rompió todos los esquemas de la época.

El viaje inicia con la entretenida “Invaders”, para llegar inmediatamente a uno de los cortes más completos del registro: “Children Of The Damned”; oscuro y épico, donde destaca el amplio registro de Dickinson, mucho más pulcro y operático que el estilo sucio y punk de Di’Anno, que complementó de manera apoteósica las composiciones de Harris. Ahora la agrupación no sólo sonaba como una ametralladora instrumentalmente, sino también como una verdadera banda de estadio, con coros poderosísimos como los de “The Prisoner” o la callejera “22 Acacia Avenue”, una especie de secuela del tema “Charlotte The Harlot” –continuando la historia de la prostituta de nombre Charlotte–, donde también se consolida la dupla de guitarras formadas por Dave Murray y Adrian Smith, una de las parejas musicales más emblemáticas en la historia del rock y el metal, de cuyas cuerdas surgen los solos a dos guitarras más inspirados y que, hasta nuestros días, han tratado de ser imitados sin éxito. También hay que destacar la encomiable labor de Clive Burr, baterista que finalmente tuvo que retirarse por problemas de agenda, para años más tarde ser diagnosticado de esclerosis múltiple, enfermedad que le quitaría la vida el año 2013.

La controversia también fue parte esencial de la historia que marcó “The Number Of The Beast”, ya que el propio nombre del disco y la imaginería que acompañaba a este, con la mascota de la banda, Eddie, haciendo al mismo tiempo de titiritero y títere de Satanás, llevó a la opinión pública a tildar al quinteto de satánico, causando el revuelo entre religiosos y conservadores de la época, atrayendo mucha atención sobre la banda, pero también costándoles un estigma que acompañó lamentablemente al grupo durante un buen tiempo. Tanto así, que cuando quisieron venir a dar su primer concierto a Chile el año 1992, organizaciones religiosas hicieron lo imposible para que el show no se realizara, y lo peor de todo es que lo lograron, en uno de los episodios más vergonzosos de nuestra historia de conciertos. En fin, el grupo se hizo popular gracias al sencillo que pone nombre a la placa, pero no sólo por la polémica alrededor de este, sino que además porque es un temazo que reúne todos los elementos que Iron Maiden buscaba presentar en esta nueva encarnación, y lo logran de manera impecable.

Para corroborar lo anterior, “Run To The Hills” se erige como otro de los clásicos por antonomasia de los británicos, con un tramo final de antología. Pero si queremos hablar de grandes finales, el corte que cierra el tercer álbum de Iron Maiden se lleva todos los galardones. Antecedido por “Gangland”, “Hallowed Be Thy Name” baja el telón en poco más de siete minutos del heavy metal más refinado de los ingleses. El relato de un hombre condenado a morir en la horca se transforma en uno de los cortes más épicos del conjunto, al punto de tener siempre –aunque ha habido excepciones– un lugar en el setlist de todas las giras del grupo desde que fue editado. “Hallowed Be Thy Name” es la carta de presentación para cualquier persona que quiera conocer a Iron Maiden y el heavy metal en general. En realidad, todo el disco viene a ser una clase maestra de cómo hacer heavy metal.

Nuevo integrante, nuevo sonido, controversias y éxito comercial, “The Number Of The Beast” es el gran hito en la historia de Iron Maiden. Luego de su lanzamiento sólo tuvieron que preocuparse de seguir creando álbumes geniales, haciendo de los ochenta su década más prolífica por lejos. Incluso si lo que vino después estaba a la misma altura o aún mejor, “The Number Of The Beast” es el disco esencial de Iron Maiden.


Artista: Iron Maiden

Disco: The Number Of The Beast

Duración: 39:11

Año: 1982

Sello: EMI


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GEL – “Only Constant”

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“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.

En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.

Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.

Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.

Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.


Artista: GEL

Disco: Only Constant

Duración: 16:25

Año: 2023

Sello: Convulse Records


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