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El Álbum Esencial: “Appetite For Destruction” de Guns N’ Roses
Published
6 años agoon
Los años ochenta aportaron una serie de cambios para la música popular, principalmente en la vereda del rock, donde comenzaron a aparecer nuevas variaciones y estilos en cuanto a ese sonido predominado por las guitarras. Es así como encontramos álbumes tan dispares como “Reign In Blood” (1986) de Slayer, “Daydream Nation” (1988) de Sonic Youth o “Shout At The Devil” (1983) de los extintos Mötley Crüe, los que, de una manera u otra, marcaron un precedente para un estilo en particular. En parte, a raíz de ese último ejemplo, surgió una rama conocida como glam rock, que combinó la apariencia sexualizada y desinhibida de aquellos años, con melodías que tambaleaban entre el heavy metal y el hard rock, permitiendo triunfar a bandas como Bon Jovi, Poison, Whitesnake y Def Leppard, entre otras.
Como todo fenómeno de masas, las cosas comenzaron a desvanecerse luego de un par de años; nuevos estilos musicales surgían, mientras que el rock comenzaba a tomar ribetes más pesimistas e introspectivos. Por otro lado, Los Angeles y Nueva York comenzaban a entregar los primeros álbumes de hip hop, que radicarían en la rivalidad de las costas este y oeste, ocurrida durante la primera mitad de los noventa. Alejados de todo ese ajetreo, cinco chicos en Los Angeles comenzaron a reunir las ideas que tenían en sus antiguas bandas con el fin de poder componer su primer trabajo discográfico. Ese álbum, llamado “Appetite For Destruction”, terminó por convertirse en uno de los discos debut más importantes de la historia, vendiendo más de 30 millones de copias a nivel mundial.
Puede que para el oído popular Guns N’ Roses sea más conocido por canciones “románticas” como “November Rain”, “Patience” o “Don’t Cry”, pero lo cierto es que la banda cimentó sus raíces alejado de ese espectro musical, que además terminaría por finiquitar las tensiones dentro del quinteto. Desde la partida del álbum, con “Welcome To The Jungle”, se puede notar algo muy particular de este trabajo: nada había sonado parecido hasta ese momento, absolutamente nada. Mezclando elementos del hard rock, el glam y algo de blues, Guns N’ Roses desarrolló un sonido verdaderamente propio, con un carácter rudo, intenso, pero, sobre todo, sucio y callejero, alejándose del carácter fiestero y casi caricaturesco del glam rock, aunque también del sonido duro y acelerado del heavy metal. Guns N’ Roses ni siquiera se encontraba en un limbo entre ambos, sino que se alejó de toda posible comparación, preocupándose principalmente de poder expresar los vaivenes de la vida en la carretera, donde muchas veces hay que sobrevivir como sea, en especial en aquella época donde la competencia era tan fuerte dentro de la ciudad de Los Angeles, principal centro de operaciones de Axl Rose y compañía.
Aquí no hay letras profundas, ni tampoco existen esas tediosas metáforas para expresar cierto pensamiento, aquí hay rock & roll directo a las venas, con una actitud y sentido propio que no hace más que expresar lo que reza el título del álbum, una banda con un apetito insaciable por la destrucción, quienes estaban dispuestos a comerse al mundo y no se detendrían hasta conseguirlo. Independiente de que todas esas premisas musicales tan poéticas hayan existido en los siguientes trabajos de la banda, “Appetite For Destruction” les permitió conocer en extenso todo el camino que recorre un artista con prominente trayectoria, y así alcanzar una madurez musical implacable en términos de producción con la publicación del álbum doble “Use Your Illusion”, lanzado en 1991. Rara vez nos encontramos con un trabajo que conste sólo de éxitos, siendo “Appetite For Destruction” un ejemplo verdadero de eso, ya que de las doce canciones que lo componen, fácilmente encontramos a diez grabadas con fuego en el cancionero popular del rock. Tracks como “It’s So Easy”, “Paradise City” o la ultra conocida “Sweet Child O’ Mine” se convirtieron en clásicos instantáneos gracias a la frescura y renovación sonora que aportaron durante su año de publicación.
No hay que negar que la premisa “sexo, drogas y rock & roll” está presente dentro del álbum, pero no de un modo burdo ni fantasioso, sino más bien desde una decadente y autobiográfica mirada, cantándole a cosas tan cotidianas para un joven callejero como los vinos baratos (“Nightrain”), novias psicóticas (“You’re Crazy”) o los constantes problemas con la ley (“Out Ta Get Me”). Independiente de las deslenguadas líricas, principalmente de Axl, la sección rítmica que aporta la batería de Steven Adler le proporciona todo el carácter metódico a una banda que tenía todo para sonar callejeramente. El bajo de Duff McKagan, proveniente de la escuela punk, encuentra un equilibrio perfecto junto a la guitarra de Izzy Stradlin. Punto aparte para el guitarrista líder, Slash, cuya técnica extraída principalmente de estilos como el de Jimi Hendrix, Joe Perry o Keith Richards, le entregan un alma clásica y consistente. Esa técnica le permitió convertirse en uno de los guitarristas más importantes de la historia, siendo un verdadero icono moderno de las seis cuerdas gracias a los recordados solos de “Sweet Child O’Mine” o “Paradise City”, primeras muestras de genialidad del guitarrista.
En resumidas cuentas, este LP es la perfecta demostración de un trabajo en equipo. Todas las letras y música provienen de proyectos abortados de sus miembros, mientras que su sonido es crucial en la organización como reloj con que contaba el quinteto en su momento. Cada miembro tenía una tarea clara, cada uno aportaba un elemento completamente distinto, esa es la gracia principal de Guns N’ Roses. A simple vista, parecen una banda de rock más, pero una vez que se interioriza en su catálogo –en especial en su debut– es posible notar cómo fueron contra una corriente musical repetitiva y cansina. Basta con darle un contexto a “Appetite For Destruction”, compararlo con todo lo que sonaba en el momento y con todo lo que había para atrás.
Por más que se busque, no existirá un álbum que suene igual y que logre capturar la esencia de la calle, del rock de vereda, ese que se fue gestando en los clubes y bares de Los Angeles hasta llegar a ser un acto de estadios, con coristas, parafernalia y fuegos artificiales. Guns N’ Roses de ahí en adelante vivió una verdadera metamorfosis, pero esta no fue natural ni forzada, sino más bien fue la necesidad de salir de un entorno al que quizás nunca pertenecieron. Un álbum como este podría no significar mucho si fuera lanzado en estos tiempos, pero situarlo en la época en que ocurrió es la manera ideal de notar su genialidad, su diferencia y alejamiento de todo lo “correcto” de ese momento. Todo depende del contexto, y en este “Appetite For Destruction” fue y es esencial.
Disco: Appetite For Destruction
Duración: 53:52
Año: 1987
Sello: Geffen
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“Hardcore these days is kinda fucking cool”, sentencia una de las voces en el collage de grabaciones que se escuchan en “Calling Card”. Se trata de la sexta de diez canciones que componen “Only Constant” y es bastante certera en su apreciación. Hoy en día, la escena hardcore atraviesa un refrescante momento de proliferación en los distintos circuitos subterráneos del mundo. Y es que, si bien el hardcore y el punk componen una nutrida e ininterrumpida contracultura, resultaba necesario actualizar los cuestionamientos en torno a este estilo. Con discos como el de GEL, el intercambio generacional se hace latente, mediante un sonido visceral hecho por y para las nuevas generaciones.
En el primer álbum de estudio y en solitario de la banda de New Jersey, la mixtura entre lo nuevo y lo tradicional es de los primeros puntos interesantes que merecen una revisión. Ya sea en la estética o la conformación de los miembros, como también en el contenido de sus canciones, es notorio que los intimidantes y trillados estereotipos se pasan por alto; sin embargo, la crudeza de un sonido cavernario sigue tan latente como en aquellas bandas de hardcore en los ochenta. Justo homenaje también hace la portada, con un arte en blanco y negro que esconde una reminiscencia a exponentes del anarco punk inglés, como los pioneros Crass o Rudimentary Peni.
Con sólo una decena de canciones en un total de 16 minutos, GEL ofrece una fulminante embestida sonora en su estado más elemental. Desde los primeros acoples de guitarra en “Honed Blade”, la banda desarrolla su compromiso con una fórmula cuya máxima es la aspereza del ruido. En este aspecto, el carisma de Sami Kaiser en la voz logra transmitir aquella urgencia destructiva, con gritos aguerridos que destilan la agresiva actitud del quinteto. Como un cúmulo de puñetazos cortos pero arrolladores, “Fortified”, “Attainable”, “Out Of Mind” y “Dicey” repasan la primera mitad del disco en unos comprimidos siete minutos, donde los constantes cambios de velocidad entregan un caótico viaje de exigente ejecución.
Durante el único respiro a lo largo de “Only Constant”, el interludio “Calling Card” se perfila como una llamativa y experimental forma de presentarse como banda. A través de la voz de sus fanáticos, GEL dibuja una declaración de principios donde, entre otras cosas, dejan en claro su identidad abanderada con lo “freak”. Con menos de un minuto de duración, “The Way Out” retoma la rapidez predominante; “Snake Skin” es una alusión sin mayores rodeos a las personalidades hipócritas; mientras que “Compossure”, la más extensa del álbum, se despide en poco más de 170 segundos con una de las canciones más distorsionadas de un álbum de por sí ruidoso.
Sin mucha cabida para sobreanalizar, “Only Constant” es una pieza de ferocidad que no entrega puntos medios: se le aprecia por su simpleza, o simplemente pasa desapercibido por aquellos que no son convocados por esta breve experiencia de caos. En un álbum que se siente con las vísceras, el prometedor “debut” de GEL le da voz a una nueva generación de hardcore punk, jugándosela por la importancia en lo no verbalizado, y posicionándose con coherencia sin caer en repetitivas caricaturas.
Artista: GEL
Disco: Only Constant
Duración: 16:25
Año: 2023
Sello: Convulse Records
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